Andamos
refugiados tras muchos ramajes, nos cuesta dar el paso y tomar la iniciativa,
pero dejémonos encontrar por Jesús
2Macabeos 6,18-31; Sal 3; Lucas 19, 1-10
‘Entró Jesús en Jericó y atravesaba
la ciudad’. No parece que en
principio tenga intenciones de detenerse. Solo quizá lo indispensable, porque
su meta era llegar a Jerusalén y quedaba mucho camino por delante para subir
desde el valle del Jordán hasta la ciudad santa. Era el camino habitual que
hacían los galileos, evitando pasar por Samaría, bajar por el valle del Jordán
para subir luego a Jerusalén entrando en la ciudad santa por el monte de los
olivos después de cruzar también Betania y Betfagé. Y si atravesaba Jericó era
lo habitual que el camino fuera enlazando pueblos y ciudades atravesando los
mismos.
Algo sin embargo iba a suceder en
aquella ocasión. Había un hombre que buscaba conocer a Jesús. Y Jesús había
venido para encontrarse con las gentes, buscarlas incluso allá quizá donde
incluso se escondieran, no en vano es Emmanuel, Dios con nosotros. Aquel hombre
tenía sus complejos. Era el jefe de los publicanos de la ciudad y en
consecuencia no era muy querido por las gentes, más bien despreciado. Pero
además era bajo de estatura y no atreviéndose a meterse entre la gente para ver
a Jesús se había adelantado en la calzada que atravesaba la ciudad para detrás
de las hojas y ramaje de una higuera a la que se había subido ver el paso de Jesús.
Para él era suficiente, no se atrevía a más. Nos contentamos tantas veces con
poca cosa; nos refugiamos tras cualquier cosa cuando no queremos vernos
comprometidos, como nos escondemos cuando o queremos dar la cara y buscamos
disimulos y hasta disfraces.
Pero quien había venido a buscarnos – y
ya un día hablará del pastor que busca la oveja extraviada entre laderas y
barrancos – no podía pasar de largo. Quizá nadie había visto a Zaqueo subido en
la higuera y hubiera podido pasar desapercibido, pero allí al pie de la higuera
Jesús se había detenido, sin saber quizá la gente por qué. El pastor estaba
buscando la oveja perdida. ‘Zaqueo, baja que quiero hospedarme en tu casa’.
Sorpresa para Zaqueo, como sorpresa
también quizá para los que acompañaban a Jesús y no se habían percatado de la
presencia de aquel pequeño hombre tras las ramas de la higuera; sorpresa además
porque Jesús había dicho que quería hospedarse en aquella casa. ¿No había en
Jericó alguien más digno donde Jesús se hospedase? Alguno quizá estaba ahora
pensando por allá que él le hubiera ofrecido hospedaje a Jesús si hubiera
sabido que Jesús quería detenerse en Jericó.
Si hubiera sabido… como pensamos
nosotros tantas veces, pero después que las cosas sucedan. Yo también hubiera
podido ofrecer mi hogar, pero nadie me lo sugirió, pensamos tantas veces pero
tarde como siempre. Ahora vienen las buenas voluntades que decimos que
teníamos, pero no nos habíamos adelantado. Y cada uno puede pensar en tantas
circunstancias de la vida en que también decimos ‘si yo lo hubiera sabido…’
pero no nos adelantamos, no tomamos la iniciativa. Y quizá pensamos que nosotros
somos mejores incluso que aquel o aquellos que se nos adelantaron en tantas
cosas y tomaron la iniciativa cuando nadie esperaba que fueran capaces de
hacerlo. Cuantas suspicacias, cuantos malos entendidos, cuantos juicios allá en
nuestro interior, cuanta critica también a los que hacen cosas buenas queriendo
descalificar…
Pero Jesús fue a hospedarse a casa de
Zaqueo que se había bajado presuroso y alegre de la higuera porque Jesús quería
ir a su casa. Y aun con las criticas de tantos Jesús se había hospedado allí y
había participado en aquel banquete donde se mezclaban con los discípulos que
acompañaban a Jesús los publicanos amigos de Zaqueo.
Y aquel fue un día de gracia. ‘Hoy
ha llegado la salvación a esta casa’. Y es que finalmente Zaqueo dio el
paso hacia delante para hacer lo que Jesús a todos nos va pidiendo, lo que
había pedido desde el principio de su predicación allá por los caminos y
poblados de Galilea. Llegaba el Reino de Dios y había que darle la vuelta a la
vida, había que convertirse. Y era lo que Zaqueo había hecho en aquella
ocasión. Ya sabemos de las devoluciones en justicia, pero del compartir
generoso de todo aquello que había ganado. Fue el día de la salvación. El
encuentro de aquel corazón que llevaba quizá callado muchos interrogantes en su
corazón pero que había encontrado la respuesta cuando se encontró con Jesús.
¿Nos producirá también muchos
interrogantes a nosotros en nuestro interior este encuentro de hoy con la buena
nueva de Jesús? Muchas mas cosas podríamos descubrir pero bástenos esto para
que se mueva nuestro corazón. Aunque andemos refugiados tras muchos ramajes,
¿nos dejaremos encontrar por Jesús?
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