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lunes, 30 de septiembre de 2019

Un espíritu humilde y callado, un corazón lleno de sencillez como para acercarse a los que parece que menos valen ha de ser la manera y estilo de los seguidores de Jesús


Un espíritu humilde y callado, un corazón lleno de sencillez como para acercarse a los que parece que menos valen ha de ser la manera y estilo de los seguidores de Jesús

Zacarías 8,1-8; Sal 101; Lucas 9,46-50
Cuánto nos cuesta seguir caminos de sencillez y de humildad. Y es que están ocultos en nuestro interior y muchas veces hacen su aparición esos deseos de grandeza, de codearnos con los grandes y con los que consideramos importantes, y llegar nosotros a ocupar lugares importantes en la vida; no siempre desde un espíritu de servicio, sino alimentando nuestro ego, nuestro orgullo, con lo que nos parece que nos hace superiores a los que nos rodean. A veces incluso una apariencia de humildad puede incluso ocultar un orgullo mal disimulado.
Todos estamos sujetos a esas tentaciones y deseos que nos cuesta tanto superar. Nos hacemos oídos sordos a la invitación a la humildad y al servicio que tantas veces recibimos, como les pasaba a los discípulos de Jesús. Habían escuchado que Jesús les hablaba de su propia entrega hasta la muerte, en los anuncios que les hacia de su pasión en su subida a Jerusalén, pero ellos una y otra vez andan discutiendo entre ellos quien ha de ser más importante. No en vano quedaba en ellos la imagen de un Mesías caudillo y triunfador que había de levantar al pueblo de Israel por encima de los otros pueblos, y estando ellos junto a ese Mesías esperaban ocupar puestos principales en ese nuevo reino.
¿Quieren ser importantes? ¿Quieren arrimarse al lado de los poderosos o de los que ellos consideran importantes en este mundo? Jesús toma un niño y lo pone en medio de ellos y les dice que quien acoge a un niño, a alguien que es pequeño y parece insignificante, le está acogiendo a El. Es un cambio de chip. No es precisamente la imagen de un niño la expresión de grandezas y de gente importante. Es la pequeñez, es lo sencillo y lo humilde, es lo que parece insignificante lo que expresa la verdadera grandeza. Y quien sabe ponerse al lado de lo pequeño, de lo que parece que no cuenta es el que sabe encontrar la verdadera grandeza.
Ese es el estilo nuevo que nos está ofreciendo Jesús. Ese espíritu humilde y callado, ese corazón lleno de sencillez como para acercarse a los que parece que menos valen ha de ser la manera de los seguidores de Jesús. De tantas maneras nos lo enseña Jesús a lo largo del evangelio; es lo que le vemos que el realiza; es la cercanía de Jesús al lado de los pobres y de los que sufren. Para ellos y para los que saben actuar así les promete Jesús la mayor de las felicidades. Recordemos el mensaje de las bienaventuranzas.
Por eso tenemos que saber detenernos en el camino junto a aquel que está caído, en lugar de dar rodeos; por eso buscamos a aquel que nadie busca ni encuentra ayuda en nadie, para allí anónimamente tenderle la mano y ayudarle a levantarse; por eso nos separamos del bullicio de las gentes donde nos podemos hacer notar, para abrirle los ojos al ciego o los oídos al que nada oye; por eso calladamente nos acercamos al que está en la soledad de su cama y de su dolor para hacerle compañía y decirle palabras de vida.
Muchos gestos así le vemos hacer a Jesús a lo largo del evangelio que son los gestos que calladamente nosotros tenemos que seguir repitiendo en su nombre; aunque nadie no vea, aunque nadie sepa de nuestros servicios, aunque no sea notorio, pero humilde y calladamente ponemos nuestro amor.
‘El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante’.

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