Haciéndonos
pequeños, sencillos, humildes con la prontitud generosa del niño, siempre
dispuestos a servir y a hacer el bien viviremos el Reino de Dios
2Corintios 10, 17--11, 2; Sal 130;
Mateo 18, 1-4
Son como niños, decimos algunas veces
quizá de una forma un tanto despectiva cuando vemos a alguien en su edad ya un
tanto mayores pero en la forma de comportarse no nos parecen tan mayores sino
que nos parece que hacen cosas de niño.
Una cosa es comportarse de una manera
infantil quizá por la formas un tanto inocentes en su comportamiento, actuando
sin reflexionar en lo que hacen y de manera superficial e irresponsable, sin
ser capaces de ver las consecuencias de lo que hacen, y otra cosa es actuar de
una manera sencilla y humilde, alejando malicias de nuestras intenciones,
sabiendo creer y confiar en las personas y con las buenos deseos de quien
espera también buenos deseos de los demás.
A los primeros con razón les decimos
que tienen cosas de niños y no valoramos su actuar y desconfiamos de su
irresponsabilidad, pero quizás ante los segundos nos quedamos en silencio
admirando la pureza de sus intenciones y ese actuar humilde y sencillo que si
somos algo sensibles hará que nos sintamos cautivados de su manera de ser tan
genuina y tan con el corazón en la mano.
En eso nos quiere hacer pensar hoy el
evangelio. Si ayer en el evangelio que escuchábamos Jesús nos enseñaba a acoger
a los pequeños y a los sencillos, el texto que se nos ofrece hoy en razón de la
festividad que celebramos, que luego mencionaremos, es una invitación a
hacernos niños. Nos dice Jesús que si no nos hacemos como niños no podremos
entrar en el reino de los cielos. Es un aspecto distinto el que nos quiere
señalar hoy el evangelio. Es hacerse pequeño, humilde, sencillo como el niño
que no tiene malicia en su corazón y sabe confiar porque no verá nunca malicia
en los demás. Qué pronto los echamos a perder haciéndoles perder su inocencia y
llenando de malicias y desconfianza su corazón, aunque no es este el tema que
quiera subrayar el evangelio.
En otras ocasiones Jesús nos enseñará y
nos pedirá que seamos serviciales, que haya disponibilidad en nuestras vidas y
generosidad en el corazón; frente a quienes buscaban los primeros puestos les
señalaba que había que aprender a hacerse los últimos y los servidores de
todos. Llamará dichosos a los que son pequeños, pero a los que tienen el
corazón limpio de malicia porque de ellos será el reino de los cielos y serán
los que podrán contemplar a Dios. El mismo se hace el último y el servidor de
todos cuando llegará a postrarse a los pies de los discípulos para lavarles los
pies.
Hoy nos dice que nos hagamos como
niños. Y estamos escuchando este evangelio en la fiesta de Santa Teresa del
Niño Jesús, la que vivió como espiritualidad la llamada infancia espiritual del
que se hace niño, del que se hace pequeño, del que se deja conducir de la mano,
del que pone toda su confianza en el Dios que es Padre y que nos ama como sus
hijos. Así hijo, niños pequeños, nos ponemos en las manos de Dios que sabemos
que es Padre y que nos ama como a sus hijos; es la confianza humilde pero llena
de amor del niño que confía en su Padre porque sabe que su Padre nunca le
fallará.
Es la prontitud del niño que siempre
está dispuesto para ofrecerse para servir. ¿Quién me puede ayudar?, decimos
delante de un grupo de personas y los primeros que correrán a nuestra llamada
son los niños prontos siempre para el servicio, serán los que tienen un corazón
humilde y por eso siempre disponible para hacer el bien, serán los que son
sencillos que no buscan vanidades ni
apariencias sino que lo que les importa es servir y hacer el bien y por eso
están siempre dispuestos a colaborar en todo lo bueno.
No es ser infantiles en el sentido de
insensatos e irreflexivos, sino niños generosos y humildes que son felices
haciendo el bien y colaborando en todo lo bueno. ¿Seremos capaces de ser así
nosotros?
No hay comentarios:
Publicar un comentario