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viernes, 5 de abril de 2019

No pongamos tanta resistencia a los que nos pide Jesús que es vivir su misma vida cuando ponemos nuestra fe en El como el enviado de Dios


No pongamos tanta resistencia a los que nos pide Jesús que es vivir su misma vida cuando ponemos nuestra fe en El como el enviado de Dios

Sabiduría 2, 1.12-22; Sal 33; Juan 7,1-2.10, 25-30
En la medida en que nos  vamos acercando a la semana de Pasión y a la Pascua el evangelio de cada día – estamos leyendo a san Juan – nos va presentando la oposición que Jesús va encontrando sobre todo en Jerusalén a su persona y a su mensaje; surgen diatribas y enfrentamientos dialécticos entre los judíos y Jesús; cuando el evangelio de Juan emplea la palabra judíos, no se refiere al pueblo en general, sino sobre todo a sus dirigentes, los sumos sacerdotes y el sanedrín compuesto principalmente por fariseos y saduceos, y por los escribas y maestros de la ley. Quieren quitar de en medio a Jesús.
Por eso los detalles que  hoy nos ofrece el evangelio con ocasión de la fiesta de las Tiendas en la que muchos de todas partes subían a Jerusalén; en principio no encuentran a Jesús, que había decidido  no ir, precisamente por ese malestar que se palpaba en la ciudad, porque todos sabían que sus dirigentes no querían a Jesús, aunque finalmente Jesús sube a la fiesta aunque sin hacerse mucho presente. Sin embargo algunos lo reconocen, y se preguntan si acaso ya sus dirigentes han terminado de aceptar que Jesús es el Mesías. Aun permanecía la duda en muchos, porque a Jesús lo conocían como el Galileo, y sin embargo del Mesías pensaban que no sabrían de donde procedía; siempre a la expectativa de cosas milagrosas y extraordinarias.
‘A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado’. Es la afirmación rotunda que Jesús hace de si mismo. Nos hace recordar lo que ya antes habíamos escuchado en este mismo evangelio de san Juan. ‘Tanto amó Dios al mundo que nos envió a su Hijo’. Jesús es el enviado de Dios Padre; Jesús es la manifestación grandiosa del amor que Dios Padre nos tiene.
Por eso ya nos había dicho que creer en El, era creer en el que lo había enviado; que quien cree en El ya tiene en si la vida eterna. En otros momentos nos hablará de la unión intima y profunda que significa creer en Jesús. No son solo palabras, sino que es vida. Por eso nos invitará a que le comamos para que tengamos vida para siempre, porque ‘quien come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna… yo lo resucitaré en el ultimo día’.
Es maravilloso lo que significa nuestra fe en Jesús. No se trata simplemente de hacer cosas y de hacer cosas buenas; es cuestión de vida, de vivirle a El, de vivir su misma vida. A eso nos invita y nos llama. Eso es lo que nos ofrece. Por eso quiere inundarnos de su Espíritu, para que podamos tener su misma vida.
Muchas son las cosas que tenemos que cambiar en nuestra propia mente. Es una nueva visión, un nuevo sentido, un nuevo vivir. Por eso desde el principio nos ha hablado de conversión; y conversión es darle la vuelta a la vida; no es simplemente hacer unos arreglitos en algunas cositas que tendríamos que cambiar o mejorar, es darle la vuelta a la vida, porque es nuevo vivir, es una nueva vida la que ha de haber en nosotros.
Claro que eso nos cuesta, nos descoloca, podríamos decir. Es lo que le pasaba a los judíos que no querían entender todo el alcance de las palabras de Jesús. Vivian tan cómodos en su vivir, que dejarse transformar era algo que les parecía imposible, porque ellos querían seguir con sus cosas, con sus ansias, con sus ambiciones, con sus brillos de poder, con su vanidad. Y cambiarlo todo para vivir como Jesús en un estado de servicio constante, era mucho pedir.
Como nos sucede a nosotros tantas veces que nos llenamos de miedo, que miramos hacia atrás y no queremos dejar nada de lo que vivíamos o de los que teníamos, y nos resistimos. No nos extrañe la actitud de los judíos, de los fariseos, de los sumos sacerdotes y de los principales del pueblo, porque a nosotros nos sucede igual y muchas veces queremos quedarnos en pequeños arreglitos, y lo que nos pide Jesús es una nueva viva, es vivir su vida, es vivirle a El. No pongamos tanta resistencia.

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