Nos acercamos a la Pascua y vamos a contemplar la pasión y
muerte de Jesús teniendo claro que ahí está nuestra salvación porque es el Hijo
de Dios y nuestro Salvador
Isaías 49,8-15; Salmo 103; Juan 5, 17-30
‘Os lo
aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y
no se le llamará a juicio,-,- porque ha pasado ya de la muerte a la vida…’ Escuchar
a Jesús es creer en El y quien cree en Jesús se llena de vida. ‘Ha pasado de
la muerte a la vida’, nos dice. El es nuestro Salvador. No hay bajo el
cielo otro nombre que pueda salvarnos, en quien podamos encontrar la salvación.
Es importante que afirmemos con rotundidad nuestra fe en Jesús.
No es
solamente un personaje de la historia; no es simplemente un hombre bueno que nos enseña a ser buenos; no es solamente
alguien que viene a enseñarnos metas nuevas para nuestra vida porque ansiemos
algo más alto, algo mejor para nosotros y para nuestro mundo; no es simplemente
un hombre con su mente llena de utopías que encontraría la incomprensión de sus
contemporáneos; no es simplemente un reformador que viene a hacernos propuestas
nuevas porque haya muchas cosas que cambiar, quien quisiera proponerle cosas
nuevas a los judíos insatisfecho por el estilo de vida que se hubieran creado y
que eso le costara el enfrentamiento con los más atrincherados en posturas
conservadoras de manera que eso le costara la vida.
Jesús es
algo más. Es cierto que podemos ver muchas de esas cosas que hemos mencionado
en Jesús, pero Jesús no se queda ahí. Nos anuncia el nuevo Reino de Dios para
hacer que en verdad Dios fuera el centro de la vida y del hombre, y en
consecuencia que hubiera un nuevo estilo de humanidad. Pero tenemos que ir a lo
más hondo de Jesús. Aquello que tanto les costó comprender a los contemporáneos
de su tiempo, e incluso a sus mismos discípulos que estaban más cercanos a El.
No siempre
fueron capaces de definir quien era Jesús. Recordemos cuando les pregunta que
es lo que pensaban de El, y como fueron divagando por muchas ideas
preconcebidas, y si Pedro fue capaz de hacer una hermosa confesión de fe, Jesús
le dice que lo ha hecho no porque lo conociera por si mismo, sino porque el
Padre se lo había revelado en su corazón.
Hoy Jesús
habla claramente, aunque aquello que les dice provocara el rechazo de muchos e
incluso ya hasta quisieran quitarlo de en medio por blasfemo. Habla de Dios
como su Padre; habla de que El es el enviado del Padre que no hace sino lo que
es la voluntad del Padre. Nos habla claramente de que creer en El como el
enviado del Padre es ponerse en camino de alcanzar la vida eterna. Habla de
resurrección y de vida nueva ‘porque viene la hora en que los que están en
el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una
resurrección de vida’. Nos habla de que aceptarle a El es aceptar al Padre
que lo ha enviado. ‘El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió’.
En los
textos que se nos van proponiendo en los próximos días hasta llegar a la semana
de pasión Jesús nos irá manifestando lo más hondo de si mismo para que
reconozcamos en verdad que es el Hijo de Dios en quien hemos de creer, al mismo
tiempo que iremos viendo también el rechazo de los judíos que no quieren
aceptarle como Hijo de Dios. Nos ayudará a que vamos clarificando nuestra fe en
Jesús para que en verdad le sintamos y le reconozcamos como Hijo de Dios y como
nuestro único Salvador.
Nos
acercamos a la Pascua y hemos de contemplar su pasión y su muerte, pero tenemos
que tener claro que ahí está nuestra salvación. La liturgia con la Palabra de
Dios nos irá ayudando a profundizar en nuestra fe para que podamos vivir con
hondo sentido estos días de pasión y de pascua. Dejémonos conducir por la
Palabra de Dios, dejémonos conducir por el Espíritu del Señor. Por nuestra fe
en Jesús pasaremos de la muerte a la vida, viviremos intensamente nuestra
pascua y la Pascua del Señor
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