Que aprendamos a tener una mirada limpia, arranquemos de
nuestro corazón la malicia, abramos nuestro espíritu a todo lo bueno que
podamos descubrir en los demás
Jeremías 7,23-28; Sal 94; Lucas 11,14-23
‘Otros, para
ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo’. Acababan de ser testigos de un
milagro. Un mudo había sido curado; según el sentido que aquella gente tenia de
la enfermedad era un mal, un signo del dominio del maligno sobre la persona;
por eso con frecuencia vemos que a los enfermos los llamaban endemoniados, poseídos
por un espíritu inmundo.
Jesús
había curado a aquel hombre que no podía antes hablar y habría recobrado la
posibilidad de hablar. Pero siempre hay quien hace sus interpretaciones
interesadas, por eso dirán que Jesús expulsa los demonios con el poder del
demonio. Incomprensible. Jesús les habla de un reino dividido que no se puede
sostener, pero no terminan de comprender por eso piden más signos del cielo.
También
nosotros pedimos pruebas en tantas ocasiones; andamos muy preocupados de que el
Señor nos ayude y nos libere de esos males, esas situaciones difíciles con las
que nos tropezamos por la vida, y parece que como si toda nuestra fe dependiera
de ese milagro que el Señor haga en nosotros. Y no terminamos de ver tantos
signos de la presencia de Dios en nuestra vida. ¿Nos habremos contagiado del espíritu
del mundo que nos rodea que también está pidiendo pruebas y señales para creer?
¿Nos habremos contagiado de ese espíritu de desconfianza, o lo que es peor de
esa malicia para no saber descubrir lo bueno o hacer nuestras interpretaciones
sesgadas?
Que
aprendamos a tener una mirada limpia, que arranquemos de nuestro corazón esas
malicias, que abramos nuestro espíritu a todo lo bueno que podamos descubrir en
los demás. Así veremos los signos que Dios va poniendo a nuestro lado en el
camino de la vida. Sepamos ver esas cosas pequeñas y sencillas que van
sucediendo a nuestro lado, que podemos descubrir en los que son pequeños y
humildes. Son tantos los signos de ese Reino de Dios que se va realizando a
nuestro lado y que tenemos que sentir también dentro de nuestro corazón.
Esa mirada
limpia como la de un niño, pero que podemos descubrir en tantas personas que
van sin malicia por el mundo; esa sonrisa que nos llega al alma y nos contagia de
ilusión y de esperanza porque a pesar de todo en el mundo se puede sonreír; esa
mano tendida que tantos ofrecen a los sufren a su lado porque saben escucharlos
o simplemente estar allí; esas personas buenas que comparten lo poco que tienen
pero que lo hacen con generosidad; esa gente que es capaz de sacrificarse comprometiéndose
en tantas tareas sencillas pero que hacen más amable nuestro mundo, más humano
y que nos llena de esperanza de que puede hacerse un mundo mejor.
Podríamos
seguir en una lista interminable y yo te invito a que te detengas un poco en lo
que estés haciendo y te pongas a pensar en tantas cosas buenas que cada día
suceden a tu lado y de las que casi no nos damos cuenta o no les prestamos
atención, pero que merece la pena contemplarlas, porque nos hacen confiar en
las personas, y nos hacen confiar en que podemos hacer un mundo mejor.
Son muchas
las señales que Dios va dejando de su paso a nuestro lado y que se hace
presente en tantas personas buenas y sencillas de corazón humilde.
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