Comiendo a Cristo en la Eucaristía entraremos en la sintonía de Dios que es una sintonía de amor para una relación más estrecha con Dios mismo y con los hermanos
Hechos de los apóstoles 8, 26-40; Sal 65; Juan 6,44-51
A veces sentimos dentro de nosotros como un impulso interior que nos
impele a realizar algo bueno, parece como que nos sugiere una cosa buena que
nunca quizás habíamos pensado que podíamos hacer, y es como una fuerza que no
nos deja tranquilos hasta que nos dejamos llevar por ese impulso y lo realizamos.
Saludar a alguien a quien nunca habíamos saludado, prestar un servicio que no
se nos había ocurrido que podríamos realizar, comprometernos con algo que
sentimos que con ello podemos ayudar a otras personas, cosas que nos hacen
salir de nosotros mismos y nos llevan a lo bueno, nos llevan a un nuevo
encuentro con los demás, nos llevan quizás a un compromiso.
Nos damos muchas explicaciones para todo eso que sentimos, pensamos
que es una intuición o una sintonía que establecemos con esa persona a la que
vamos a ayudar. Pero como creyentes que somos por qué no pensamos en una
inspiración de lo alto, una inspiración que nos viene de Dios que de alguna
manera nos está llamando a ser más generosos con nuestra vida, a un compromiso
por los demás o por el entorno en el que vivimos.
Nos dirán que son sueños que tenemos, que es el inconsciente que nos
habla, o muchas otras cosas, pero yo como creyente pienso en la fuerza del Espíritu
de Dios que actúa en nosotros, que nos
inspira, que nos llama y que nos conduce por caminos buenos que nos acerquen
mas a Dios. Yo, como creyente creo en la fuerza del Espíritu de Dios que Jesús
nos prometió que estaría con nosotros.
Hoy nos ha dicho Jesús en el evangelio ‘nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha
enviado. Y yo lo resucitaré el último día… Todo el que escucha lo que dice el
Padre y aprende viene a mí…’
Es por la fuerza del Espíritu de Dios por lo que en verdad podemos confesar que
Jesús es el Hijo de Dios. Y creemos en su Palabra, que es Palabra de vida
eterna para nosotros. Como nos dice
Jesús ‘yo lo resucitaré en el último día’, y estamos participando de esa
resurrección en la medida en que nos llenamos de vida porque nos llenamos de
amor, un amor que un día podremos vivir en plenitud total junto a Dios.
Dejémonos conducir por el Espíritu
divino y pongamos toda nuestra fe en Jesús. Hoy nos dice Jesús que El es el Pan
de vida. Es el verdadero pan bajado del cielo. Y les recuerda que si los padres
comieron el mana en el desierto al que ellos llamaban pan bajado del cielo, los
que comieron de aquel pan murieron, pero quien como ahora de este verdadero Pan
de Vida que es Jesús tendrán vida para siempre.
‘Éste es el pan que baja
del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha
bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo
daré es mi carne para la vida del mundo’. Ya nos está hablando Jesús de la Eucaristía, en la que El
mismo será nuestra comida, nuestro alimento, nuestra vida. ‘El pan que yo
daré es mi carne para la vida del mundo’, nos ha dicho.
Comiéndole a El entraremos
en esa nueva sintonía de Dios, porque comiendo a Cristo entramos necesariamente
en la sintonía del amor. Comer a Cristo es hacernos una misma cosa con El. Si
somos una misma cosa con El nuestra vida no puede estar en otra sintonía que la
del amor. Sintonía del amor que nos hace
entrar en una nueva relación cada vez más intensa con Dios, pero que también
nos abrirá a una relación cada vez más intensa de amor con los demás. El
Espíritu del Señor que habita en nuestros corazones nos conduce por esos
caminos.
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