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martes, 17 de abril de 2018

Queremos tener vida y en Jesús encontramos ese alimento de vida eterna que sacia los deseos mas hondo y nos conduce por caminos de plenitud


Queremos tener vida y en Jesús encontramos ese alimento de vida eterna que sacia los deseos mas hondo y nos conduce por caminos de plenitud

Hechos de los apóstoles 7, 51-59; Sal 30;  Juan 6, 30-35

Todo ser viviente necesita alimentarse cada día. Ese alimento que da la energía que necesita nuestro cuerpo para vivir, para que podamos realizar nuestros trabajos, para que funcione todo nuestro ser. Cada día renovamos nuestras energías con un alimento equilibrado que pueda sostener toda nuestra vitalidad. Es nuestra lucha y nuestro trabajo para la supervivencia y es el desarrollo de nuestras capacidades y nuestras responsabilidades.
Pero sabemos bien que no es solo el mantenimiento de la actividad por así decirlo mecánica de nuestro cuerpo y entonces no es solo el alimento material lo que necesitamos. Nuestro vivir va más allá de esa materialidad y corporeidad y hay algo mas que alimenta nuestra vida, nuestra mente, nuestro ser más profundo. Es alimento de ese vivir lo compartimos de nosotros mismos, lo que podemos aprender de los demás, lo que puede enriquecer nuestra mente y nuestras ideas, lo que eleva nuestro espíritu, lo que trasciende eso material de cada día. Podemos llamarlo alimento espiritual o démosle el nombre que queramos, pero algo más que ese alimento que nos pueda entrar por la boca y vaya a nuestro aparato digestivo.
Hoy en el evangelio vemos a la gente que busca a Jesús y entrando en diálogo con El le piden que les dé siempre de ese pan del que ahora Jesús les está hablando. Le han pedido signos y señales para creer en El quienes en la tarde anterior habían comido aquel pan milagrosamente multiplicado por Jesús. Pronto olvidan las señales y siguen pidiendo más.
Le dicen a Jesús que creyeron en Moisés porque les dio un pan del cielo, el maná, con el que se alimentaron hasta llegar a la tierra prometida. Pero Jesús les dice que no es Moisés quien les da el verdadero pan del cielo y que quien coma de él tendrá vida para siempre. Si pueden comer un pan que les de vida para siempre y no tengan cada día necesidad de buscarse ese pan que llevarse a la boca, pues que Jesús les dé ese pan. ‘Danos siempre de ese pan’, le piden.
No terminan de comprender que ya Jesús les está alimentando y no porque en la tarde anterior hayan comido aquel pan milagrosamente multiplicado. Jesús con su Palabra les está dando un alimento de vida eterna, pero no terminan de comprenderlo. Por eso Jesús les dirá que es El mismo ese pan bajado del cielo. Jesús se nos da, es vida para nosotros, su Palabra es alimento de vida, porque nos conducirá a la vida en plenitud. Es el que sacia lo más hondo que hay en nosotros.
‘Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed’. Así nos dice Jesús de si mismo. En El tenemos todas las respuestas a los interrogantes más hondos de nuestra vida. El responde a nuestras inquietudes y deseos; El viene a elevar nuestro espíritu poniendo en nosotros los más altos ideales y haciendo posible que los podamos realizar.
No es solo es pan material que entra por la boca. No es solo el alimento de nuestro cuerpo que también necesitamos. Es ese alimento de vida que nos llena de plenitud, que nos da vida eterna.  Creemos en Jesús y queremos llenarnos de El; creemos en Jesús y con El vamos a tener vida para siempre; creemos en Jesús y nos pone en camino de vida, no solo para nosotros sino también para los demás, porque quien tiene a Jesús  no podrá olvidarse jamás de los demás, del hermano, del que pasa necesidad, del que busca algo grande en su vida. Busquemos, pues, a Jesús y alimentémonos de El para tener vida para siempre.

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