Un camino nuevo de purificación y discernimiento que nos conduce a la luz, a la vida, al amor que es la verdadera libertad del corazón
Santiago 1,12-18; Marcos 8, 14- 21
Aunque tengamos una personalidad muy marcada e incluso muy madura y
aunque no queramos todos recibimos multitud de influencias de nuestro entorno
que de alguna manera nos pueden llevar a actuar en ocasiones como no queramos.
Casi no nos damos cuenta, pero aquello
que estamos viendo continuamente a nuestro alrededor en la manera de actuar de
otras personas nos va marchando de alguna manera y sutilmente pueden meterse en
nosotros y al final nosotros terminemos haciendo lo que todos hacen.
Son muchas las corrientes ideológicas, las maneras de pensar, los
valores o anti-valores que nos podemos encontrar en la vida. Vivimos en un
mundo muy plural donde las distintas maneras de pensar llegan fácilmente a
cualquier rincón. La televisión, las redes sociales, los distintos medios de
comunicación son una correa de trasmisión muy fuerte de esas distintas
corrientes y pensamientos. No es que nos cerremos a todos, pero hemos de saber
discernir lo que recibimos. Cuando empleo la palabra discernir siempre pienso
en la cernidera, aquel instrumento que servía y sirve para quitar las impurezas
de aquello que estábamos cerniendo, recuerdo a nivel domestico la harina, por
ejemplo, en los trabajos de construcción la arena que se empleaba para el
mortero.
En nuestra madurez humana no puede faltar nunca la vigilancia, el
estar atentos para no contagiarnos, el buscar los verdaderos principios éticos
por los que regir nuestra vida y si nos decimos cristianos buscar ese
fundamente en el evangelio de Jesús. Pensemos cuantos son los que dicen como
todos lo hacen yo no voy a ser distinto, sin fijarse en la validez de lo que
todos hacen y su sentido ético.
Es de lo que quiere prevenir Jesús a sus discípulos con las palabras
que hoy le escuchamos en el evangelio. Era una Buena Noticia la que Jesús quería
trasmitirles a sus discípulos queriéndolos poner en camino de un mundo nuevo,
de un nuevo estilo de vivir que era el Reino de Dios. Lo que Jesús decía
chocaba con muchas cosas que se enseñaban o se hacían en el judaísmo oficial o
incluso con lo que eran aspiraciones o costumbres de su tiempo que se habían
convertido poco menos que en ley, contraponiéndose incluso a lo que era la ley
que Moisés le había trasmitido a su pueblo.
Por eso Jesús les dice que tengan cuidado con la levadura de los
fariseos o de Herodes. No entienden los discípulos, que piensan que lo que Jesús
les ha recordado es que han sido suficientemente previsores porque no habían
llevado pan suficiente en las alforjas. Jesús les dice que ese no es el
problema, y les recuerda lo sucedido hacia poco en el desierto cuando había
comido toda aquella multitud.
Es algo más profundo lo que Jesús quiere decirles cuando les previene
para que no se dejen influir por los fariseos o por las aspiraciones o
costumbres de tantos a su alrededor. La buena noticia que Jesús les traía era
otro sentido de libertad el que quería trasmitirles, porque tenia que ser algo
nacido del corazón. Se pueden caer las cadenas exteriores que decimos que nos
oprimen, pero seguimos encadenados en nuestro interior a nuestras malas
costumbres, a nuestras rutinas o a tantas cosas que vician nuestra vida.
Por eso Jesús nos está pidiendo la vigilancia y la conversión. Atentos
a lo fundamental para deshacernos de superficialidades, de cosas innecesarias,
de tantas impurezas que nacen del interior del corazón del hombre que se llena
tantas veces de malicias. Es un camino nuevo de purificación y discernimiento
el que hemos de recorrer, pero un camino que nos conduce a la luz, a la vida,
al amor que es la verdadera libertad del corazón.
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