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jueves, 22 de febrero de 2018

No vivo mi fe a mi aire, sino que vivo mi fe en comunión, en comunión de Iglesia y es lo que hará grande mi fe

No vivo mi fe a mi aire, sino que vivo mi fe en comunión, en comunión de Iglesia y es lo que hará grande mi fe

I Pedro 5,1-4; Sal 22; Mateo 16,13-19

La fe cristiana es algo que  no se puede vivir en solitario. Algunos dicen, yo sí creo en Dios, yo sí creo en Jesucristo, pero vivo mi fe a mi manera, no necesito pertenecer a ningún grupo a ninguna iglesia, porque la fe es algo mío, muy personal, no necesito de la Iglesia.
Para mi eso no tiene sentido, la fe no la puedo vivir de esa manera, aislada y solo por mi cuenta. Es cierto que es un acto personal, porque yo con mi ser, con mi persona y con mi vida tengo que dar una respuesta. Pero la respuesta de la fe en un sentido cristiano es una respuesta al amor y una respuesta de amor. Y el amor no es algo que pueda vivir en solitario, porque amamos a alguien, al amar entramos en relación y comunión con alguien, con el otro, con los otros.
Todo lo que nos viene a manifestar Jesús es el amor que Dios Padre nos tiene. Jesús es la presencia de su amor. Y a ese amor de Dios respondemos con nuestro sí, el sí de la fe, pero el si del amor para entrar en una comunión de amor. Jesús nos invitaba desde el principio a creer en la Buena Noticia del Reino de Dios que llegaba; y creer en esa Buena Noticia, aceptar esa Buena Noticia para vivir en el Reino de Dios significaba entrar en una nueva comunión con Dios y con todos los que pertenecemos a ese Reino, con todos los hombres porque para todos los hombres es ese Reino de Dios.
Creer, entonces, no es para vivir aislado o yo solo por mi cuenta, sino para entrar en una comunión de amor. Y en esa comunión de amor mi fe se va a sentir fortalecida, la voy a vivir y a expresar precisamente en ese amor que le tengo a Dios y que he de tener también a los demás. Necesito de esa comunión de hermanos para mantener viva mi fe; mi fe va a ser también alimento y fortaleza para los hermanos que a mi lado caminan con esa misma fe y en ese mismo amor.
Y esa comunión de los hermanos es lo que llamamos la Iglesia. No olvidemos el significado de la palabra en sí, porque Iglesia significa asamblea, significa los convocados a vivir en asamblea, los congregados en esa comunión de fe y de amor.
Muchas veces nos creamos confusiones en el uso repetido de las palabras y hacemos que pierdan su verdadero sentido. Por eso demasiadas veces al pensar en Iglesia pensamos en institución, o pensamos en poder, y nada más lejos. Somos los hermanos que por esa misma fe que tenemos en Jesús nos amamos y queremos permanecer unidos, para unidos caminar en la vivencia del Reino de Dios y su salvación.
¿Por qué me estoy haciendo hoy esta reflexión?, me preguntaréis. Lo que la liturgia nos ofrece hoy para nuestra celebración es algo que tiene ese profundo sentido eclesial. Es una fiesta litúrgica llamada la Cátedra de san Pedro y que de alguna manera nos está recordando esa comunión eclesial que todos los cristianos hemos de tener con aquel que Jesús quiso poner como piedra de unión de toda la Iglesia.
‘Mantente firme para que confirmes en la fe a los hermanos’, le decía Jesús a Pedro a quien un día le había dicho, como escuchamos hoy en el Evangelio ‘tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’. Y Pedro y en él sus sucesores, a los que llamamos el Papa, tienen esa misión con ese magisterio de amor para mantenernos unidos en esa misma fe. Cátedra, como bien sabemos, viene a significar la autoridad del que es maestro y desde su cátedra nos enseña. Es a lo que hoy nos queremos referir en esta fiesta litúrgica. Y su misión es precisamente mantener esa unidad en la fe y en el amor.

Damos gracias a Dios porque esa comunión en la fe y en el amor me ayuda a poder vivir esa fe y ese amor con toda integridad y con toda intensidad. No vivo mi fe a mi aire, sino que vivo mi fe en comunión y es lo que hará grande mi fe.

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