La
santidad a la que somos llamados es reconociendo el amor que Dios nos tiene
ponernos a hacer nosotros caminos de amor que nos llenan de plenitud
Levítico 19,1-2.11-18; Sal 18; Mateo 25,31-46
‘Habla a la asamblea de
los hijos de Israel y diles: "Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro
Dios, soy santo’. Así
escuchamos hoy en el libro del Levítico. Quizá sea una expresión que hoy no
entre en los parámetros de la mayoría de la gente que nos rodea, la gente del
mundo de hoy y no sea bien entendida. No entra en la manera de pensar de la mayoría
de la gente, incluso entre los que nos decimos creyentes, no solo porque no
entra entre las metas de la mayor parte de las personas, sino porque incluso no
es realmente entendida. Para muchos se queda en esa imagen o escultura colocada
en una hornacina para la veneración o incluso para la adoración según el
entender de algunos. ¿Ser santo para que me coloquen ahí inmóvil en una
hornacina? Esta forma de entender no atrae ni se entiende.
Incluso, como decíamos para
los que nos llamamos creyentes e incluso cristianos nos parece algo muy lejano,
acaso de otro tiempo, porque ya me contento con intentar ser bueno, no querer
hacerle daño a nadie de una forma intencionado, y portarme bien con los que se
portan bien conmigo. Hoy no se puede ser santo, nos decimos. Parece, hemos de
reconocerlo, una forma muy raquítica de vivir nuestra religiosidad y nuestra
manera de entender lo de ser cristiano. Pero hemos de reconocer que por ahí
andamos, son muchos, muchísimos, los que no llegan más allá de esa forma de
entender su cristianismo, y se consideran cristianos de toda la vida y nadie es
mas creyente que ellos.
Sin embargo, tenemos que
decir que ahí está el mandato del Señor que sigue siendo actual y que en el hoy
de nuestra vida tenemos que seguir escuchando y dándole respuesta. Es lo que
tenemos que interiorizar de verdad en este camino de desierto, de silencio
interior, como decíamos ayer, de cuaresma que estamos iniciando. Por eso casi
en el pórtico de este camino aparece claro este mensaje.
¿Qué significa ser santo?
Es un camino de plenitud, donde nos sentiremos realizados plenamente. No es
camino de anularnos sino de plenificarnos. Dios siempre nos conduce por caminos
de plenitud porque el Creador siempre quiere el bien del hombre, de la persona.
En el amor de Dios nos sentimos en plenitud; en el amor de Dios nos sentimos
grandes. La persona que se siente amada se siente feliz, siente la paz en su
interior, se siente impulsada a amar con el mismo amor. Por eso siempre el primer
paso será reconocer ese amor que sentimos, ese amor de Dios que se derrama
inmensamente sobre nosotros.
Y así comenzaremos a amar
con un amor semejante. El amor no nos encierra sino que nos abre horizontes,
nos abre a los demás, a querer siempre el bien, lo bueno, lo justo no solo para
si sino para los demás. Por ahí va todo lo que nos señala el texto sagrado. No
son mandatos por mandatos, sino pautas de ese camino de amor que hemos de
seguir.
Es lo que nos señala Jesús también
en el evangelio. En el atardecer de la vida vamos a ser examinados de amor,
como expresaría bellamente san Juan de la Cruz. Es de lo que nos está hablando Jesús
cuando nos habla del juicio final hoy en el evangelio. ¿Te sentiste amado por
el amor de Dios Padre? ¿Has amado de la misma manera? Pero ese amor ha de
hacerse concreto, no son solo palabras bonitas, palabras llenas de poesía y
romanticismo; el amor se traduce en las obras que realizamos con los demás. Es
lo concreto que nos dice hoy Jesús.
Por eso nos dice Jesús que
cuando hemos estado haciendo el bien a los demás estábamos mostrando el amor
que le teníamos a El. Lo que hicisteis con uno de estos humildes hermanos
conmigo lo hicisteis, nos dice Jesús. Ese es el camino de la santidad que
hemos de vivir. No es quedarnos en una imagen hierática e inmóvil en una
hornacina, sino desde ese amor de Dios que sentimos ponernos a hacer caminos de
amor.
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