La
experiencia del Tabor, la vivencia de la Pascua será nuestra fuerza y nuestra
esperanza, por eso continuamos haciendo el camino de subida de Cuaresma para
llegar a la Pascua
Gén. 22, 1-2. 9-13. 15-18; Sal 115; Rom. 8, 31b-34; Marcos
9, 2-10
Ya lo hemos comentado en otro momento. El apartarnos, irnos a un lugar
solitario, meternos en la soledad del desierto, o subir a lo alto de una
montaña con el esfuerzo que representa pero con la soledad y el silencio que en
la altura nos encontramos son experiencias que pueden convertirse en
enriquecedoras si en positivo sabemos encontrarle el sentido a ese silencio y
soledad, a ese recogimiento que significa apartarnos, o a ese esfuerzo
extraordinario que tengamos que hacer. A la fuerza no nos pueden imponer
soledades ni silencios, pero si llegamos a saborear su sentido, como hemos
dicho en otra ocasión, puede ser motivo de grandes descubrimientos.
Si en el pasado primer domingo de Cuaresma contemplábamos a Jesús
llevado por el Espíritu al desierto, hoy vemos que es Jesús el que escogiendo a
sus tres discípulos predilectos sube a lo alto de la montaña para en el
silencio y en la soledad ponerse a orar. Es el propio camino de Jesús que ha
iniciado su camino de subida a Jerusalén, pero que ahora quiere ayudar a sus discípulos
a que hagan ese camino con El dándole pruebas y motivaciones para que comprendan
cuanto ha de suceder en esa subida. Es también por lo que la liturgia de la
Iglesia nos lo propone en este camino también de ascensión que nosotros hacemos
hasta la Pascua de Jesús que tendrá que ser también nuestra Pascua.
En lo alto de la montaña van a suceder grandes y extraordinarias
cosas. Jesús se transfigura en su oración en la presencia de los discípulos. ‘Sus vestidos se volvieron de un blanco
deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo’. Aunque se habían adormilado los discípulos
en la oración – como tantas veces
nos sucede- ante lo que sucede se despiertan y ahora están anonadados
porque además aparecen Moisés y Elías junto a Jesús. Moisés y Elías venían a
representar todo lo que significaba el Antiguo Testamento, la Ley y los
Profetas.
No creían lo que veían sus ojos y será Pedro el que, como siempre, se
adelante a hablar ofreciéndose para hacer tres tiendas para quedarse extasiados
en aquella gloria del Señor que se les está manifestando. Pero no todo acaba
ahí porque una nube les envuelve – bien significado en el Antiguo Testamento
como la gloria y la presencia del Señor – pero será una voz desde el cielo la que
van a escuchar señalando a Jesús ‘Éste
es mi Hijo amado; escuchadlo’.
Se les había revelado la
gloria del Señor. No terminan de comprender porque luego verán a Jesús solo que
les dice que de eso no hablen con nadie hasta que haya resucitado de entre los
muertos. Discutirán entre ellos mientras bajan del monte que significado tendrían
aquellas palabras de Jesús.
Tendrían que haberlo
comprendido porque ya Jesús les había anunciado que subían a Jerusalén donde
sería entregado en manos de los gentiles y habría de morir, pero al tercer día
resucitaría. Remolones se habían sentido ante esos anuncios de Jesús que
incluso Pedro querrá quitarle esa idea de la cabeza de Jesús. Ahora tendrían
que entenderlo pero sus mentes seguirán cerradas. Será después de la
resurrección cuando todas estas palabras y todos estos hechos van a cobrar todo
su sentido de manera que ya desde entonces reconocerán en verdad que Jesús es
el Señor.
Habrían de subir también
con Jesús a Jerusalén para la Pascua y de alguna manera ellos también tendrían
que vivirla porque serían días duros para ellos. Pero el paso del Señor iba a
ser en verdad efectivo sobre sus vidas cuando llegaran a contemplarle
resucitado, a pesar de las dudas y de los miedos que atenazaban su alma en
medio de todo cuanto sucedía. Esta subida al Tabor tendría que ser signo para
ellos para comenzar a vislumbrar y comprender todo el misterio de Cristo. Así
aprenderían ellos a encontrar el verdadero sentido de la Pascua.
Subieron los discípulos con
Jesús al Tabor mientras también hacían su ascensión hasta Jerusalén para la
Pascua. Es el camino que nosotros también vamos haciendo cada día de nuestra
vida, pero que intensificamos en la cuaresma cada año para llegar a vivir mejor
la plenitud de la Pascua. Nos invita Jesús también a esa subida al monte, al
silencio y a la soledad, a la oración para encontrarnos con El y a escucharle
como nos dice la voz del Padre. No tengamos miedo a la subida, no rehuyamos ese
silencio y esa cierta soledad porque ya sabemos que en medio de los ruidos del
mundo nos va a ser más difícil escuchar la voz de Dios. Hay muchas cosas que
nos aturden y hasta llegan a insensibilizarnos para las cosas más hermosas. Les
perdemos el sabor y al no pregustarlas ya no las deseamos sino quizá preferimos
nuestros ruidos o tantos otros sustitutivos que nos buscamos en la vida.
Dejémonos sorprender por el
Señor y nos manifestará el resplandor de su gloria. No tengamos prisas cuando
vamos al encuentro con el Señor sino sepamos subir lentamente pero sin pausa
para gustar de las mieles de la gloria del Señor. Tengamos paciencia en nuestro
esfuerzo para poder llegar a tener esa hermosa experiencia de Dios.
Pero no olvidemos que esa experiencia es para
ponernos en camino. No podemos hacer tres tiendas para quedarnos allí para
siempre. Habrá que bajar de nuevo de la montaña del Tabor porque el camino
tenemos que seguir haciéndolo para que se realice totalmente la Pascua en
nosotros. Tenemos que bajar a la llanura y al encuentro con los hombres
nuestros hermanos que siguen en sus luchas y en sus ambiciones, en sus deseos
de cosas buenas y también con las confusiones que pueden aparecer todos los días.
Ahora, después de esta
experiencia, nosotros tenemos una esperanza cierta y así sentimos la fuerza del
Espíritu de Señor que nos sigue impulsando y fortaleciendo. Tenemos que seguir
con nuestra tarea, con nuestro anuncio de la Buena Nueva de Reino, con nuestro
compromiso de construirlo día a día. La experiencia del Tabor, la vivencia de
la Pascua será nuestra fuerza y nuestra esperanza. Continuemos haciendo ese camino
de subida de la Cuaresma con todo lo que significa.
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