Un camino de leal humanidad sin escalones ni pedestales, sin barreras ni distancias sino hecho de cercanía y tierna humanidad
Génesis
13, 2.5-18; Sal 14; Mateo 7,6.12-14
¿A ti te gustaría que te hicieran, que te trataran cómo tú haces, cómo
tú tratas a los demás? Ya sabemos como nos sentimos heridos ante la más mínima
palabra que nos digan que nos pueda parecer ofensiva; cualquier gesto
displicente que tengan con nosotros algunas veces hasta sin mala intención nos
hiere y nos molesta. Sin embargo nuestro lenguaje no siempre es lo más
delicado, nuestros gestos no son siempre agradables con todos, porque quizás
cuando alguien no nos cae muy bien o no es de nuestra cuerda nos mostramos
distantes con ellos, haciendo marcar diferencias, manteniendo las distancias, y
como decimos tantas veces poniéndonos en nuestro lugar.
Pero ¿eso es de verdad ponernos en nuestro lugar? ¿Nuestro lugar está
en los pedestales, en las distancias que pongamos ante los demás, en la
displicencia o incluso la violencia con que tratemos a los otros? Es un camino
que no nos lleva a ninguna parte buena, aunque en nuestro orgullos nos creamos
crecidos y nos consideremos importantes.
En un camino de leal humanidad esos no serían los modos. Formamos
parte de una misma humanidad y no tenemos por qué ponernos a hacer distinciones
o colocarnos en distintos escalones. Incluso el que mayor responsabilidad
tuviera hacia los demás por la función que ocupara en la sociedad, tendría que
ser y mostrarse como el mejor servidor de todos. Es la cercanía la que nos hace
más humanos, porque nos hace querernos y aceptarnos, incluso con nuestras
limitaciones o con las debilidades que nos pudieran hacer tropezar tantas veces
en la vida.
No es el camino de la imposición y de las exigencias hacia los otros
los que nos puede hacer grandes ni lo que nos va a hacer importantes en la
vida. Siempre recordaremos y valoraremos más a una persona cercana, a una
persona humilde y sencilla, a una persona que sabe tener gestos sencillos pero
cargados de cariño hacia nosotros. Los que se muestran displicentes, exigentes,
violentos para imponer sus criterios o formas de actuar ya por si mismos se
están alejando de nosotros.
Nos lo recuerda Jesús hoy. ‘Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la
Ley y los profetas’. Nos
cuesta muchas veces, porque son tantos los sentimientos encontrados dentro de
nosotros. Pero hemos de superarnos aunque eso nos cueste esfuerzo, saber
negarnos a nosotros mismos, sacrificar nuestro amor propio y nuestro orgullo.
Por eso hoy Jesús nos habla de
camino estrecho. No es que Jesús quiera que las cosas sean dificultosas para
nosotros, pero caminar por un camino estrecho exige esfuerzo, constancia,
atención para no salirnos de la vía que hemos de transitar. Es lo que nos pide Jesús.
No nos podemos dejar simplemente llevar por lo que nos venga en gana, sino ver
bien las metas, los ideales, lo que en verdad queremos de la vida para que
todos seamos en conjunto más felices.
Escuchemos en lo hondo de
nosotros mismos esa palabra de Jesús. Busquemos juntos ese camino de felicidad
que nos lleve a una plenitud de vida para todos. No es bienestar por bienestar
porque nos apoyemos en cosas o bienes materiales, sino porque busquemos los
valores más hondos, más espirituales, más trascendentales que son los que nos
llevaran a una mejor plenitud de vida.
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