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martes, 27 de junio de 2017

Un camino de leal humanidad sin escalones ni pedestales, sin barreras ni distancias sino hecho de cercanía y tierna humanidad


Un camino de leal humanidad sin escalones ni pedestales, sin barreras ni distancias sino hecho de cercanía y tierna humanidad

Génesis 13, 2.5-18; Sal 14; Mateo 7,6.12-14
¿A ti te gustaría que te hicieran, que te trataran cómo tú haces, cómo tú tratas a los demás? Ya sabemos como nos sentimos heridos ante la más mínima palabra que nos digan que nos pueda parecer ofensiva; cualquier gesto displicente que tengan con nosotros algunas veces hasta sin mala intención nos hiere y nos molesta. Sin embargo nuestro lenguaje no siempre es lo más delicado, nuestros gestos no son siempre agradables con todos, porque quizás cuando alguien no nos cae muy bien o no es de nuestra cuerda nos mostramos distantes con ellos, haciendo marcar diferencias, manteniendo las distancias, y como decimos tantas veces poniéndonos en nuestro lugar.
Pero ¿eso es de verdad ponernos en nuestro lugar? ¿Nuestro lugar está en los pedestales, en las distancias que pongamos ante los demás, en la displicencia o incluso la violencia con que tratemos a los otros? Es un camino que no nos lleva a ninguna parte buena, aunque en nuestro orgullos nos creamos crecidos y nos consideremos importantes.
En un camino de leal humanidad esos no serían los modos. Formamos parte de una misma humanidad y no tenemos por qué ponernos a hacer distinciones o colocarnos en distintos escalones. Incluso el que mayor responsabilidad tuviera hacia los demás por la función que ocupara en la sociedad, tendría que ser y mostrarse como el mejor servidor de todos. Es la cercanía la que nos hace más humanos, porque nos hace querernos y aceptarnos, incluso con nuestras limitaciones o con las debilidades que nos pudieran hacer tropezar tantas veces en la vida.
No es el camino de la imposición y de las exigencias hacia los otros los que nos puede hacer grandes ni lo que nos va a hacer importantes en la vida. Siempre recordaremos y valoraremos más a una persona cercana, a una persona humilde y sencilla, a una persona que sabe tener gestos sencillos pero cargados de cariño hacia nosotros. Los que se muestran displicentes, exigentes, violentos para imponer sus criterios o formas de actuar ya por si mismos se están alejando de nosotros.
Nos lo recuerda Jesús hoy. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas’. Nos cuesta muchas veces, porque son tantos los sentimientos encontrados dentro de nosotros. Pero hemos de superarnos aunque eso nos cueste esfuerzo, saber negarnos a nosotros mismos, sacrificar nuestro amor propio y nuestro orgullo.
Por eso hoy Jesús nos habla de camino estrecho. No es que Jesús quiera que las cosas sean dificultosas para nosotros, pero caminar por un camino estrecho exige esfuerzo, constancia, atención para no salirnos de la vía que hemos de transitar. Es lo que nos pide Jesús. No nos podemos dejar simplemente llevar por lo que nos venga en gana, sino ver bien las metas, los ideales, lo que en verdad queremos de la vida para que todos seamos en conjunto más felices.
Escuchemos en lo hondo de nosotros mismos esa palabra de Jesús. Busquemos juntos ese camino de felicidad que nos lleve a una plenitud de vida para todos. No es bienestar por bienestar porque nos apoyemos en cosas o bienes materiales, sino porque busquemos los valores más hondos, más espirituales, más trascendentales que son los que nos llevaran a una mejor plenitud de vida.

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