Abre los ojos y mira más allá para ver a quien te está diciendo ‘si quieres…’, puedes ayudarme a disfrutar de las cosas buenas de la vida
Génesis
17,1.9-10.15-22; Sal 127; Mateo 8,1-4
Me acaba de llegar un mensaje por las redes sociales ahora tan de
moda. ‘Oye… abre los ojos… mira hacia arriba… disfruta de las cosas buenas
que tiene la vida…’ Así decía. Bello mensaje que nos invita a mirar alto,
que nos invita a ver la bueno que hay en la vida, a ver lo bueno que hay
alrededor. Agradezco el mensaje. Pero me lleva a más.
Abrir los ojos… vamos demasiado ensimismados en la vida, en nuestras
cosas, en nuestras preocupaciones y tenemos el peligro, es cierto, de llenarnos
de pesimismo algunas veces; las cosas no nos salen, bien tenemos problemas, nos
agobiamos en nuestras preocupaciones, pero nos hace falta mirar más allá, mirar
más alto, poner luz y color en los ojos para ver las cosas de otra manera.
Nos invita, es cierto, a que disfrutemos de todas esas cosas buenas
que tenemos en la vida; disfrutemos del mismo hecho de vivir, de poder
relacionarnos, de tener gente que nos quiere, de tener amigos que están a
nuestro lado. Pero no nos lo quedemos para nosotros solos. Hay personas en
nuestro entorno que quizá necesiten también un toque de atención como el que
nos hacen a nosotros; hay personas que necesitan que les prestes atención, que
les contagies esas ganas de vivir, que llenes de luz y color también sus vidas.
Y eso lo puedes hacer interesándote por ellos, mirándoles a la cara,
dejando que lleguen a ti. Quizá necesitamos bajar; sí, bajar porque no subimos
en un pedestal, nos ponemos en otra altura, nos sentimos nosotros felices y no
nos damos cuenta de que alguien está tendiéndonos la mano para que compartamos
con ellos un poco de esa nuestra felicidad. Podemos ayudarles a comprender que
ellos también pueden, tienen derecho, a disfrutar de la vida. Y tenemos que
hacerlo posible.
Hoy escuchamos en el evangelio que Jesús bajó del monte y hay mucha
gente que le sigue. Jesús siempre rodeado de la gente, que deja que la gente se
acerque a El, que va al encuentro de las personas. Pero el evangelio nos habla
de un leproso que se acerca a Jesús. Ya sabemos; los leprosos no podían estar
en medio de la gente, tenían que vivir aislados, lejos de las demás personas.
Problema de impureza legal, problemas de contagios, diríamos hoy.
Pero aquel hombre se atreve a acercarse a Jesús y le lleva una
petición. ‘Si quieres, puedes limpiarme’. Ya sabemos muy bien lo que
hizo Jesús. Pero esto me da para pensar muchas cosas. ¿Habrá alguien que de
alguna manera se esté acercando a nosotros para decirnos ‘si quieres, puedes
ayudarme’? Claro que tendríamos que plantear si dejamos que los demás se
acerquen a nosotros o si nosotros nos hacemos cercanos a la gente. Tendríamos
quizá que preguntarnos si somos capaces de captar que alguien en ese camino que
vamos haciendo nos pueda estar haciendo esa petición. Porque quizá somos tan
insensibles que no nos damos cuenta.
Me quedo aquí, con esos interrogantes, con esas preguntas que tengo
que hacerme a mí mismo. Y aquello que decíamos al principio con aquel mensaje,
miremos a lo alto, aprendamos a mirar a nuestro alrededor, ayudemos también a
los que están a nuestro lado a que disfruten de las cosas buenas y bellas de la
vida. Y para eso prestemos atención a cuantos están ahí a nuestro lado. No les
pongamos barreras como al leproso, miremos más allá de esas distancias que
quizá haya por medio. Podremos ver a alguien que nos esté tendiendo la mano y
diciéndonos ‘si quieres…’
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