La fe nos congrega en torno a Pedro para estar fundamentados en Jesús, nuestro único Salvador, y expresar nuestro compromiso de amor por el Reino de Dios
Hechos
12, 1-11; Sal 33; 2Timoteo 4, 6-8. 17-18; Mateo 16, 13-19
Aunque a veces nos creemos que llegamos a conocer las cosas o las
personas siempre por nosotros mismos, bien sabemos que siempre hay algo,
siempre hay alguien que de alguna manera es mediación para nosotros para que
lleguemos a ese conocimiento; circunstancias especiales, personas que nos ayudan
en el encuentro, cosas que vemos en las acciones de los demás que nos llevan a
interrogantes que nos plantean cuestiones importantes para nosotros.
Interactuamos entre unos y otros y siempre hay una relación que nos lleva a
otra relación.
Fue como Pedro llego a conocer a Jesús. Su hermano Andrés que había
llegado hasta Jesús por el testimonio del Bautista, después de tener un
encuentro con Jesús – en este caso acompañado por Juan el Zebedeo – es el
primero que le habla de Jesús. ‘Hemos encontrado al Mesías’, le dice, y
lo llevo a Jesús. Y Jesús desde ese primer encuentro ya le señala que habrá una
misión para él. ‘Tu eres Simón, el hijo de Juan, en adelante te llamarás
Cefas (Pedro)’.
Más tarde como nos narrarán los
sinópticos en la orilla del lago estaban por un lado Andrés y Simón, y por otro
lado los hermanos Zebedeos, y pasará Jesús y les invitará a ser pescadores de
hombres. Habrían ya escuchado a Jesús en aquellos primeros anuncios que hacia
del Reino de Dios que llegaba y para el que había que convertirse y creer en la
Buena Nueva que Jesús significaba; en sus corazones habría ya esa inquietud por
el Mesías que se esperaba y ahora sus esperanzas afloraban de nuevo con el
profeta de Nazaret, será por eso por lo que lo dejarán todo por seguir a Jesús.
Se reconocerá indigno y pecador ante las maravillas que realiza Jesús
cuando ha puesto toda su confianza en El. Por tu nombre, porque tu lo dices,
por tu Palabra echaré las redes, había respondido Pedro a la invitación de Jesús
aquel día en el lago cuando nada habían cogido la noche anterior, y ante la maravilla de
aquella pesca tan abundante se siente pecador y no se considera digno de estar
al lado de Jesús, pero Jesús sigue confiando en él, ‘serás pescador de
hombres’.
Su fe, su confianza, su entusiasmo va creciendo día a día después de
las diversas experiencias que va teniendo con Jesús el Tabor, la resurrección
de la hija de Jairo, y le llevará a decir un día que estará siempre con El, que
no lo abandonará, aunque todos lo abandonen, porque El tiene Palabras de vida
eterna. Aunque porfíe lo mismo en otros momentos trascendentales su debilidad
le podrá y llegará incluso a decir un día, por temor, que no lo conoce, pero Jesús
sigue confiando en él, sigue confiando en quien se siente cogido del amor de Jesús.
‘¿Me amas?... Tu lo sabes todo, tu sabes que te amo… apacienta mis ovejas…’
Es el Pedro que un día había llegado a hacer una hermosa confesión de
fe cuando Jesús pregunta lo que la gente piensa de El, y lo que ellos mismos
piensan de Jesús después de tanto que ha estado con ellos. ‘Tu eres el
Cristo, el Mesías, el Hijo del Dios vivo’. Pero aquello Pedro no lo había
conocido por si mismo; había habido una revelación del Padre allá en lo hondo
del corazón, porque de lo contrario no podría afirmar tales cosas. Pedro se había
dejado conducir por el Espíritu de Dios. Ese Espíritu de Jesús que le inundaría
para poder llegar a ser el que en nombre de Jesús fuera piedra fundamental de
la comunidad que nacía, piedra sobre la que se fundamentaría la Iglesia.
Pedro es la piedra por su fe, y en la fe de Pedro nos apoyamos
nosotros sintiéndonos en plena comunión con su sucesor el Papa y con toda la fe
de la Iglesia. Será así como hacemos Iglesia, como nos constituimos en Iglesia.
No como una organización más, al estilo y a la manera de las organizaciones del
mundo, sino como una comunidad de fe.
Es la fe lo que nos une, lo que nos hace Iglesia. Es lo que tendríamos
que expresar de manera clara ante el mundo que nos rodea. Demasiado aparecemos
ante los ojos del mundo como una organización llena de poder, pero nuestro único
poder es la fe que nos une, que nos congrega en torno a Pedro para estar
fundamentados de verdad en Jesús. Ese es el sentido que tiene ser iglesia, es así
como hemos de manifestarnos, es así como tenemos que expresar nuestro
compromiso de amor ante el mundo que nos rodea.
No olvidemos que a través nuestro otros muchos pueden llegar al
conocimiento de Jesús. Nuestro testimonio tiene que ser esa mediación que
conduzca a todos hasta Jesús para que en verdad entre todos constituyamos y
construyamos el Reino de Dios.
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