Buscamos pruebas que nos garanticen la verdad de nuestra fe y no sabemos descubrir tantos signos del amor de Dios en nuestra vida con los que también tenemos que signos para los demás
Jonás
3,1-10; Sal 50; Lucas 11,29-32
En el camino de la vida hay momentos en que nos aparece la duda, el
desencanto quizás, si acaso aquel camino que estamos realizando es el correcto,
se nos enturbian los pensamientos haciendo una mezcolanza muy peligrosa dentro
de nosotros por lo que nos podemos sentir tentados a tirar la toalla porque
acaso nos pueda parecer que no tiene sentido aquello que estamos haciendo,
aquellas cosas por las que estamos luchando.
Se nos produce un desasosiego interno que nos hace hacernos preguntas,
buscar quizás pruebas que nos garanticen que vamos por el camino correcto. Es
bueno preguntarnos, revisarnos, buscar como mejorar lo que hacemos o lo que vivimos pero la petición de pruebas quizás
pueda ser peligrosa porque si no vemos palpablemente lo que buscamos podemos
perder el norte.
Nos pasa en los trabajos, nos pasa en las opciones fundamentales que
hemos hecho en la vida, nos pueden aparecer esos planteamientos sobre la
convivencia con quienes vivimos ya sea la pareja matrimonial, ya sea nuestra relación
de amigos, como nos puede pasar allá en lo mas hondo de nosotros mismos en
nuestros sentimientos religiosos o en el compromiso de nuestra fe. También
buscamos muchas veces pruebas sobre nuestra fe, sobre aquello en lo que
creemos, quizás en el Dios en quien hemos de confiarnos.
¿Qué hacer? Ahí tiene que expresarse claramente lo que es nuestra
madurez humana y cristiana. Si un día hemos hecho opción por Jesús y su
evangelio, por los valores del Reino de Dios, ahí tendríamos que mantenernos
firmes y seguros porque a eso debería conducirnos siempre nuestra fe. Tiene que
manifestarse nuestra madurez humana pero también la sencillez y la humildad de
nuestro espíritu para sabernos dejar conducir por el Espíritu del Señor que
nunca nos engañara. Ahí tenemos que abrir bien nuestro corazón a la Palabra de
Dios pidiendo la inspiración y la fuerza del Espíritu para saber leerla, para
saber plantarla en nuestro corazón.
‘Esta generación es una
generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo
de Jonás’. Se queja Jesús de
la incredulidad de muchos de los que le rodean. No quieren ver los signos que Jesús
realiza. Siempre están pidiendo algo más, pero no siempre es con la sinceridad
del que busca humildemente, sino del que orgulloso de si nunca querrá reconocer
las pruebas. Y Jesús les habla de Jonás y de los ninivitas que se convirtieron
con la palabra de Jonás. O les habla de la reina del sur que hizo grandes
viajes por conocer la sabiduría de Salomón.
Allí esta Jesús en medio de
ellos y no quieren ver ni reconocer las señales. Su incredulidad y su ceguera
los condenan. Pero Jesús sigue ofreciendo siempre su salvación, su palabra de
vida. Nosotros dudamos también y nos hacemos preguntas, pero no nos encerremos
en nosotros mismos, no seamos incrédulos, abramos los ojos del corazón para descubrir
lo que parece invisible. Pero Dios esta ahí a nuestro lado con tantas señales
de su amor; Jesús continua invitándonos a seguir su camino, a convertir de
verdad nuestro corazón.
Y finalmente pensemos también en
una cosa; somos creyentes a pesar de nuestras dudas, queremos seguir los
caminos del Señor a pesar de nuestras debilidades y flaquezas; pensemos si
acaso nosotros también no tendríamos que convertirnos en signos para los demás;
pensemos que señales estamos dando con nuestra vida de nuestra fe y de que
vivimos los valores nuevos del Evangelio. A través de esas señales también
muchos podrán acercarse a Jesús y creer
en El.
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