Transformados tendríamos que sentirnos después de rezar con sentido el padrenuestro, la oración que Jesús nos enseño
Isaías
55,10-11; Sal 33; Mateo 6,7-15
En una ocasión se acerco a un prudente y santo sacerdote una pareja
que tenia graves problemas en su matrimonio; habían surgido conflictos entre
ellos a lo que se había sucedido algo que a uno y otro le costaba perdonar en
su pareja; ya sabemos bien que si no hay una buena predisposición para
comprendernos nuestros errores y fallos y se capaces de querer perdonarnos será
bien difícil la convivencia; querían ellos resolver sus problemas,
reencontrarse, pero no sabían como dar ese paso que les llevase a esa comprensión
y a ese perdón.
Este sacerdote prudente sacerdote solo les pidió una cosa, que en
aquel momento parasen en sus discusiones y enfrentamientos y rezaran juntos en
alta voz el padrenuestro; les pidió que lo hicieran despacio, dándole hondo
sentido a cada una de las palabras, frases y peticiones de la oración; después
de un momento de duda porque no comprendían bien lo que les pedía el sacerdote
comenzaron a rezarlo con mucho detenimiento. Cuando llegaron a aquellas
palabras de ‘perdonanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que
nos ofenden’ se detuvieron en principio incapaces de decirlas con todo
sentido, tras unos momentos de silencio tímidamente continuaron balbuciendo
aquellas palabras, mientras asomaban a sus ojos las lagrimas y el amen final
fue darse un abrazo de reconciliación y de mutuo perdón.
¿Somos en verdad conscientes de lo que decimos, de lo que pedimos, de
aquello a lo que nos comprometemos cuando rezamos el padrenuestro? Creo que tendríamos
que quedarnos quizás ahora en esta pregunta que nos hagamos. Muchos
padrenuestros rezamos en la vida, cada día en nuestras oraciones personales,
cada vez que participamos en una celebración litúrgica, cuando nos acercamos al
templo y visitamos el sagrario, pero quizás demasiado deprisa decimos sus
palabras. ¿Por qué no salimos transformados después de rezar el padrenuestro?
En el evangelio de este martes de la primera semana de cuaresma Jesús
nos enseña a orar y nos propone la formula del padrenuestro. Pero ya nos dice Jesús
que cuando vamos a orar no necesitamos de muchas palabras, porque, como nos
dice, ya nuestro Padre celestial bien sabe lo que necesitamos. Y nos enseña,
si, a pedir y que pensemos lo que en verdad es importante que le pidamos. No
son solo nuestras necesidades materiales que también pedimos por ello cuando decimos que no nos falte el pan de
cada día.
Pero nuestra oración es algo más, tiene que ser algo más. Saboreemos
esas primeras palabras con las que nos dirigimos a Dios que es nuestro Padre
que nos ama; busquemos en verdad su gloria, santo es el nombre del Señor y con
toda la creación bendecimos a Dios; descubramos su voluntad, queramos vivir y
gozarnos viviendo en su Reino, apartemos de nosotros todo mal, sabiendo que en
verdad no nos faltara nunca la gracia del Señor para poder lograrlo y vencer la
tentación.
Pero para saborear todo esto no podemos ir ni con prisas ni con
carreras. No es necesario repetirlo muchas veces, sino que cada palabra que
vamos diciendo la vayamos sintiendo en lo mas hondo de nosotros mismos. Que
surja ese gozo del Espíritu allá desde dentro de nosotros como María que quería
siempre proclamar la gloria del Señor. ‘Se goza mi espíritu en Dios mi
Salvador’, que decía María. Que sintamos nosotros ese gozo porque también
nos sintamos llenos de Dios, porque seamos capaces de descubrir como Dios esta
obrando maravillas también en nosotros. Disfrutemos del padrenuestro,
disfrutemos de nuestra oración, verdadero encuentro con el Señor.
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