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sábado, 5 de noviembre de 2016

Que los bienes materiales nos valgan para establecer nuevos vínculos de amistad pero nunca nos hagamos tan dependientes de ellos que nos esclavicen

Que los bienes materiales nos valgan para establecer nuevos vínculos de amistad pero nunca nos hagamos tan dependientes de ellos que nos esclavicen

Filipenses 4,10-19; Sal 111; Lucas 16,9-15
Una cosa es la utilización de las cosas materiales que tenemos a nuestro alcance en lo que es el desarrollo de nuestra vida de cada día y otra cosa es que esas cosas nos dominen y nos convirtamos en esclavos de ellas. Es una tentación y un peligro. Parece que no supiéramos vivir ni hacer nada sin esos medios y poco a poco se nos va creando una dependencia que termina esclavizándonos.
Normalmente cuando hablamos de esto parece que nos refiriéramos únicamente al dinero o la riqueza con la tentación de la codicia y volvernos avariciosos de tener y de poseer cosas, de las que al final ni le sacamos utilidad para nuestra vida. Pero el campo de esas dependencias que nos creamos es amplio y se traduce en muchas cosas que tenemos o que queremos tener, que usamos y sin las cuales no nos podemos pasar.
Es cierto que la vida nos va ofreciendo cada día más medios que de alguna manera nos facilitan muchas cosas, una vida más cómoda, una mejor forma de relacionarnos con los demás, unos medios que nos facilitan el estar en contacto con los seres queridos. Pensemos en todos los medios electrónicos de los que disponemos para comunicarnos, para mantener una relación más fácil y fluida incluso con los que están lejos de nosotros. Ya sabemos todos muchos de las redes sociales.
Pero todo eso tendría que ser medio para facilitarnos el encuentro, la cercanía, la comunicación, el conocimiento de otras realidades y de otras personas. Eso está bien y es bueno que tengamos esos medios. Pero cuidado que se conviertan en refugios que quizá nos aíslen de los que están más cercanos a nosotros; cuidado que nos atemos a esos medios o a esas cosas y desatendamos lo que tenemos más cerca o lo que son nuestras obligaciones; cuidado se nos conviertan en una dependencia tal que nos ponemos inquietos en el momento en que nos falten o no los podamos usar porque nos pueda parecer que ya no somos nada sin ellos; cuidado los convirtamos en dioses de nuestras vidas.
Todos conocemos casos de quienes desatienden sus obligaciones y su trabajo por estar todo el día dependiendo del whatsApp; muchas imágenes vemos de personas que están juntas, porque están unas al lado de otras pero están muy distantes entre si porque cada uno solo está pendiente de su whatsApp; nos sucede que estamos en una conversación de amigos y de repente todo se detiene porque sonó el tic de un móvil y ya aquella persona se aisló y se desentendió de los que estaban a su lado. Así se podrían seguir poniendo muchos ejemplos.
Son las dependencias que nos vamos creando en la vida; son los nuevos ídolos de nuestra existencia; son esas nuevas esclavitudes que nos van apareciendo y que de alguna manera nos van subyugando.
Esta reflexión que me estoy haciendo sobre esas cosas concretas que nos pueden pasar cada día, me la hago partiendo de lo que hoy nos dice Jesús en el evangelio, de cómo hemos de saber sacar provecho positivo de las riquezas o de los bienes materiales que tenemos en la vida, pero que nunca pueden convertirse en nuestros dioses.
Que nada de todos esos medios que la vida de hoy nos ofrece nos alejen de Dios, sino que todo lo contrario con esas cosas podamos también cantar y proclamar la gloria del Señor. Que nada de esas cosas nos hagan olvidar nuestras responsabilidades, ni nos aparten de aquellos que tenemos a nuestro lado, aunque también nos valgan para contactar y comunicarnos con otras personas más lejanas creando nuevos vínculos de amistad y de fraternidad.

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