Que los bienes materiales nos valgan
para establecer nuevos vínculos de amistad pero nunca nos hagamos tan
dependientes de ellos que nos esclavicen
Filipenses 4,10-19; Sal 111; Lucas 16,9-15
Una cosa es la utilización de las cosas materiales que tenemos a nuestro
alcance en lo que es el desarrollo de nuestra vida de cada día y otra cosa es
que esas cosas nos dominen y nos convirtamos en esclavos de ellas. Es una
tentación y un peligro. Parece que no supiéramos vivir ni hacer nada sin esos
medios y poco a poco se nos va creando una dependencia que termina esclavizándonos.
Normalmente cuando hablamos de esto parece que nos refiriéramos únicamente
al dinero o la riqueza con la tentación de la codicia y volvernos avariciosos
de tener y de poseer cosas, de las que al final ni le sacamos utilidad para
nuestra vida. Pero el campo de esas dependencias que nos creamos es amplio y se
traduce en muchas cosas que tenemos o que queremos tener, que usamos y sin las
cuales no nos podemos pasar.
Es cierto que la vida nos va ofreciendo cada día más medios que de
alguna manera nos facilitan muchas cosas, una vida más cómoda, una mejor forma
de relacionarnos con los demás, unos medios que nos facilitan el estar en
contacto con los seres queridos. Pensemos en todos los medios electrónicos de
los que disponemos para comunicarnos, para mantener una relación más fácil y
fluida incluso con los que están lejos de nosotros. Ya sabemos todos muchos de
las redes sociales.
Pero todo eso tendría que ser medio para facilitarnos el encuentro, la
cercanía, la comunicación, el conocimiento de otras realidades y de otras
personas. Eso está bien y es bueno que tengamos esos medios. Pero cuidado que
se conviertan en refugios que quizá nos aíslen de los que están más cercanos a
nosotros; cuidado que nos atemos a esos medios o a esas cosas y desatendamos lo
que tenemos más cerca o lo que son nuestras obligaciones; cuidado se nos
conviertan en una dependencia tal que nos ponemos inquietos en el momento en
que nos falten o no los podamos usar porque nos pueda parecer que ya no somos
nada sin ellos; cuidado los convirtamos en dioses de nuestras vidas.
Todos conocemos casos de quienes desatienden sus obligaciones y su
trabajo por estar todo el día dependiendo del whatsApp; muchas imágenes vemos
de personas que están juntas, porque están unas al lado de otras pero están muy
distantes entre si porque cada uno solo está pendiente de su whatsApp; nos
sucede que estamos en una conversación de amigos y de repente todo se detiene
porque sonó el tic de un móvil y ya aquella persona se aisló y se desentendió
de los que estaban a su lado. Así se podrían seguir poniendo muchos ejemplos.
Son las dependencias que nos vamos creando en la vida; son los nuevos
ídolos de nuestra existencia; son esas nuevas esclavitudes que nos van
apareciendo y que de alguna manera nos van subyugando.
Esta reflexión que me estoy haciendo sobre esas cosas concretas que
nos pueden pasar cada día, me la hago partiendo de lo que hoy nos dice Jesús en
el evangelio, de cómo hemos de saber sacar provecho positivo de las riquezas o
de los bienes materiales que tenemos en la vida, pero que nunca pueden
convertirse en nuestros dioses.
Que nada de todos esos medios que la vida de hoy nos ofrece nos alejen
de Dios, sino que todo lo contrario con esas cosas podamos también cantar y
proclamar la gloria del Señor. Que nada de esas cosas nos hagan olvidar
nuestras responsabilidades, ni nos aparten de aquellos que tenemos a nuestro
lado, aunque también nos valgan para contactar y comunicarnos con otras personas
más lejanas creando nuevos vínculos de amistad y de fraternidad.
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