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viernes, 4 de noviembre de 2016

Hagamos una verdadera escala de valores buscando lo más trascendente para nuestra vida y el lugar propio de los valores espirituales que nos elevan y dan un sentido a la existencia

Hagamos una verdadera escala de valores buscando lo más trascendente para nuestra vida y el lugar propio de los valores espirituales que nos elevan y dan un sentido a la existencia

Filipenses 3,17–4,1; Sal 121; Lucas 16,1-8

‘Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz’. Efectivamente qué habilidosos somos para nuestros negocios, para la búsqueda de nuestras ganancias, para conseguir aquellas cosas materiales que tan fuertemente ansiamos, para encontrar la manera de pasarlo bien, de ser felices a nuestra manera, dejándonos encandilar por tantos señuelos que se nos ofrecen en la vida.
¿Lo seremos para las cosas que son verdaderamente importantes? ¿Lo seremos para aquellas cosas que tiene una trascendencia en nuestra vida que vaya más allá del hoy y ahora en el que vivimos tan inmersos?
Claro que habría que tener una escala de valores clara y ver qué es lo que realmente nosotros consideramos importante y trascendental en la vida, porque ni en eso nos ponemos de acuerdo. Quienes viven la vida desde un puro materialismo será en esas cosas donde pondrán todo su empeño; si no le damos una trascendencia espiritual a nuestra vida y a lo que hacemos, seguro que por esos valores trascendentales no nos preocuparemos ni pondremos todos nuestros esfuerzos en su búsqueda.
Esto es algo que tendría que hacernos pensar, porque nos resulta que incluso aquellos que nos llamamos cristianos porque decimos que tenemos fe en Jesús y queremos ser sus discípulos vivimos en la vida demasiado preocupados por lo material, por lo inmediato, por nuestros placeres terrenos y perdemos de vista lo espiritual, lo trascendente que tiene que tener nuestra vida. Es un contrasentido que vivamos así, lo que nos demuestra quizá el desconocimiento que tenemos del evangelio y de lo que en verdad significa ser cristiano.
Es por eso por lo que muchas no veces no entendemos lo que la Iglesia quiere enseñarnos sobre muchos aspectos de la vida, las directrices o las normas de conducta que nos señala. ¿Pensamos realmente en la resurrección y en la vida eterna? Es un articulo de nuestra fe, pero que tenemos olvidado y que no contemplamos en nuestra manera de actuar como formando parte del sentido de nuestra vida. Y así podríamos pensar en muchas cosas.
La parábola que nos propone hoy Jesús en el evangelio no es que trate de alabar ni justificar la manera injusta como aquel administrador trataba los bienes que tenia a su cuidado, sino es para hacernos pensar en el valor y la importancia que nosotros le damos a las cosas verdaderamente trascendentales para nuestra vida. De ahí esa sentencia con la que concluye Jesús el relato de la parábola y que nos ha servido de punto de partida en nuestra reflexión.
Hagámonos una verdadera escala de valores buscando lo que es más trascendente para nuestra vida; busquemos el lugar propio que han de tener todos los valores espirituales porque son lo que de verdad van a elevarnos y darnos un sentido profundo a nuestra existencia. Dejémonos iluminar por la luz del evangelio.

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