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jueves, 25 de agosto de 2016

Vigilantes esperamos al Señor en el dia a dia de nuestra vida no olvidando nuestras responsabilidades y viviendo la fidelidad del amor hasta el extremo

Vigilantes esperamos al Señor en el día a día de nuestra vida no olvidando nuestras responsabilidades y viviendo la fidelidad del amor hasta el extremo

Corintios 1,1-9; Sal 144; Mateo 24,42-51

‘Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor’. Una afirmación rotunda como promesa del Señor, pero al mismo tiempo una recomendación a la vigilancia, a estar preparados. ‘Vendrá vuestro Señor’. Es la promesa de su venida. Nos lo repite muchas veces en el evangelio y nosotros lo expresamos también en la oración de nuestra fe. ‘Mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Señor Jesucristo…’ que decimos con la liturgia.
Nos habla el Señor a lo largo del evangelio de su venida con gran poder y gloria y por ejemplo nos propone la alegoría del juicio final. ‘Veréis al Hijo del Hombre venir con gran poder y gloria entre las nubes del cielo’, que responde al sumo sacerdote ante el Sanedrín. Y en muchas ocasiones nos habla de estar preparados, de estar vigilantes, como el dueño de la casa que no quiere que entre el ladrón a robar, como nos dice hoy, o como el administrador que no puede descuidar sus deberes y responsabilidades y al tiempo que atiende a todos los asuntos de la administración ha de tratar con justicia y magnanimidad a todos los que están a su cuidado. En otra ocasión hablará del novio que viene a la boda y al que se le espera, pero se ha de estar con las lámparas encendidas con suficiente aceite para que no se apague su luz.
‘Estad en vela…’ nos dice. La espera ha de ser vigilante; no nos podemos quedar adormilados, porque igual que el ladrón puede llegar a la hora y en el momento menos pensado, así llega el Señor. Es una referencia al ultimo día de nuestra vida que no sabemos cuando será y que nos ha de encontrar preparados para poder presentarnos ante el juicio de Dios. Pero es una referencia también al día a día de nuestra vida en la que el Señor llega a nosotros con su gracia, con las llamadas que va haciendo a nuestro corazón, con los caminos que va abriendo delante de nosotros donde hemos de realizarnos, donde tanto tenemos que hacer también por los demás y por nuestro mundo.
No nos podemos cruzar de brazos, nuestra espera no puede ser nunca una espera pasiva. Por eso en la oración a la que antes hacíamos mención mientras esperamos la llegada del Señor pedimos su gracia y su fuerza, para superar peligros y tentaciones, para no quedarnos adormilados, para vernos libres de toda perturbación, para vivir con responsabilidad cada uno de nuestros actos, para vivir siempre en la fidelidad del amor,  para saborear continuamente su paz en nuestro corazón.
Recordemos las palabras de Jesús. ‘Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor’. Ya sabemos todo lo que significa ese estar en vela y a cuanto nos responsabiliza en nuestra vida.


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