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miércoles, 29 de junio de 2016

La confesión de la fe verdadera pasa por el camino de la Iglesia ayudándonos a transformar nuestra vida y a iluminar nuestro mundo con la luz del evangelio

La confesión de la fe verdadera pasa por el camino de la Iglesia ayudándonos a transformar nuestra vida y a iluminar nuestro mundo con la luz del evangelio

Hechos  12, 1-11; Sal 33; 2Timoteo 4, 6-8. 17-18; Mateo 16, 13-19

'Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará’, le dice Jesús después de la afirmación de fe de Pedro. ‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’. Había preguntado Jesús que decía la gente de él, pero también les había preguntado directamente al grupo de los discípulos más cercanos ‘y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’ Pedro se había adelantado a dar la respuesta en nombre de todos y es a continuación cuando surge la promesa de Jesús ‘sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’.
La fe verdadera y auténtica en Jesús pasa por el camino de la Iglesia. Confesamos nuestra fe en Jesús pero la confesamos en Iglesia, en medio de la comunidad de los que creemos en Jesús, fortalecidos por la esencia de la Iglesia en la que está Jesús. De la fe en Jesús nace la Iglesia, en la comunidad de los que creemos en Jesús confesaremos nuestra fe en Jesús. Sobre Pedro, por la fe de Pedro, se fundamenta la Iglesia; en la Iglesia con esa fe que nos trasmitió Pedro, que nos han trasmitido los apóstoles vivimos con seguridad nuestra unión a Jesús porque ‘el poder del infierno no la derrotará’; tendremos así la garantía de la autenticidad de nuestra fe.
Muchos quieren vivir la fe a su aire, por su cuenta, desde su subjetivismo particular, no quieren saber nada de la fe de los demás, quieren aislarse de todos y de la Iglesia en la manera de vivir la fe y la convierten en algo muy particular, muy suyo, donde terminarán haciéndose una fe a su imagen y semejanza, porque aceptaran solo lo que les guste, rechazarán aquello que pueda convertirse en exigencia para su vida, ya no viven entonces una fe eclesial, ya no podrá llamarse auténticamente una fe cristiana, es solo su fe particular. Claro así no nos extrañe que al final la reduzcan solo al ámbito de lo privado, no será algo que se manifieste de forma publica y no será en verdad transformadora de la vida y transformadora de nuestra sociedad.
Cuando hoy estamos celebrando la fiesta de los santos apóstoles san Pedro y san Pablo queremos hacer una profesión de fe auténtica en Jesús como le contemplamos a Pedro. Por eso queremos hoy sentir el gozo de nuestra pertenencia a la Iglesia y proclamarlo también con toda nuestra vida. Sabemos que en la Iglesia tenemos la garantía de la fe verdadera. A Pedro Jesús confió la misión de pastorear al pueblo de Dios. Después de su profesión de fe y aun contando con la debilidad de su vida que le hiciera poner en peligro incluso su fe en el momento duro de la pasión donde terminaría incluso negándole en su cobardía, Jesús le pide que se mantenga firme para que cuando se recupere ayude a los hermanos a mantenerse firmes en la fe.
Tenemos también nuestras debilidades y nuestras caídas en la infidelidad del pecado y de la negación, tenemos dudas y tentaciones en tantas ocasiones, pero vamos a dejarnos llevar de mano de la Iglesia que nos garantiza la fe verdadera y nos ayuda a mantenernos firmes en la fe. Es en la Iglesia donde la celebramos con gozo, pero en la que recibimos la gracia de los sacramentos, el alimento de la Palabra que nos fortalece en nuestra fe.
No lo olvidemos la confesión de la fe verdadera con nuestra vida, nuestras obras y nuestras palabras pasa por el camino de la Iglesia; así lo quiso Jesús. Será así como nuestra vida se siente transformada por la fe y como podremos transformar nuestro mundo iluminándolo con la luz del evangelio.

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