Lo que Jesús nos ofrece no es solo la curación de nuestras enfermedades físicas sino otra curación más profunda de la persona que nos regala con su perdón y su gracia
Amós
7,10-17; Sal. 18; Mateo 9, 1-8
¿Qué nos pediría una persona que se siente discapacitada en su
invalidez, que no puede moverse por si misma, que tiene que valerse de los
demás para cualquier cosa que quisiera hacer, que pasa muchas horas de soledad
y angustia en su postración? Poder moverse, poder valerse por si misma,
recuperar la capacidad de sus miembros para vivir su vida en lo que solemos
llamar total normalidad.
Pero quizá nosotros nos preguntemos o esa persona nos ofrecerá su
experiencia más profunda y nos daremos cuenta que su discapacidad física no
será lo más importante porque como ya hacíamos mención hay otras penas en su
interior, otras angustias que corroen el alma, otras discapacidades más profundas que lo físico o lo corporal.
Cuántos interrogantes y preguntas, cuántas dudas, cuántas angustias, cuántas
soledades, cuántas miradas perdidas, cuántos silencios… van surgiendo en el corazón
de la persona que nos callamos muchas veces pero que se pueden reflejar en
actitudes, en reacciones en determinados momentos, en silencios prolongados, en
miradas que van más allá de lo que tengamos delante de los ojos.
O quizá también nos demos cuenta que discapacitados no son solamente
los que tienen esas limitaciones físicas, porque nosotros los que nos llamamos
normales (?) también tengamos muchas discapacidades en el alma que quizá
tratamos de obviar pero que también nos producen muchos pesares y muchas
angustias en nuestro espíritu. ¿Qué hay en nuestro interior? ¿Todo es tan sano
y brillante como muchas veces queremos aparentar?
¿Queremos entonces solo la curación de nuestras enfermedades físicas o
realmente estaremos necesitando otra curación más profunda de la persona? Son
cosas que algunas veces nos cuesta entender y aceptar, pero ahí están en nuestra vida.
Me surgen estos pensamientos reflexionando con el texto del evangelio
que hoy se nos presenta. ¿Qué nos ofrece Jesús? Como nos narra el evangelio en
el relato de Mateo con menos detalles que los que nos ofrece san Lucas le traen
a Jesús a un paralítico para que Jesús lo cure. Y Jesús quiere curarlo, pero
curarlo desde lo más hondo de su ser. Ya conocemos el relato del evangelio, las
palabras de Jesús, las reacciones de los que allí están y la salud más profunda
que aquel hombre va a alcanzar.
‘Tus pecados están perdonados’, le dice Jesús. Luego
completando la escena y tras la reacción de los presentes le dirá ‘ponte en
pie, toma tu camilla y vete a tu casa’. Ponte en pie, no te quedes
postrado, levántate de esa angustia, no dejes que las penas agobien tu
espíritu, no te encierres en ti mismo, abre tu corazón a los demás; vete a tu
casa, a los tuyos, a aquellos con los que convives aunque algunas veces cueste,
sigue caminando en la vida y no permitas que nadie coarte tu libertad, tus
inquietudes, tus sueños; no te sientas limitado, porque tu vales también mucho;
siéntete querido y valora lo que otros hacen por ti como esos que han cargado
tu camilla para llegar hasta aquí; ahora te toca ir a cargar con la camilla de
los demás, para también darles esperanza, ve sembrando vida por la vida.
‘Levántate y anda’, nos está diciendo Jesús a nosotros también.
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