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jueves, 30 de junio de 2016

Lo que Jesús nos ofrece no es solo la curación de nuestras enfermedades físicas sino otra curación más profunda de la persona que nos regala con su perdón y su gracia

Lo que Jesús nos ofrece no es solo la curación de nuestras enfermedades físicas sino otra curación más profunda de la persona que nos regala con su perdón y su gracia

 Amós 7,10-17; Sal. 18; Mateo 9, 1-8

¿Qué nos pediría una persona que se siente discapacitada en su invalidez, que no puede moverse por si misma, que tiene que valerse de los demás para cualquier cosa que quisiera hacer, que pasa muchas horas de soledad y angustia en su postración? Poder moverse, poder valerse por si misma, recuperar la capacidad de sus miembros para vivir su vida en lo que solemos llamar total normalidad.
Pero quizá nosotros nos preguntemos o esa persona nos ofrecerá su experiencia más profunda y nos daremos cuenta que su discapacidad física no será lo más importante porque como ya hacíamos mención hay otras penas en su interior, otras angustias que corroen el alma, otras discapacidades  más profundas que lo físico o lo corporal. Cuántos interrogantes y preguntas, cuántas dudas, cuántas angustias, cuántas soledades, cuántas miradas perdidas, cuántos silencios… van surgiendo en el corazón de la persona que nos callamos muchas veces pero que se pueden reflejar en actitudes, en reacciones en determinados momentos, en silencios prolongados, en miradas que van más allá de lo que tengamos delante de los ojos.
O quizá también nos demos cuenta que discapacitados no son solamente los que tienen esas limitaciones físicas, porque nosotros los que nos llamamos normales (?) también tengamos muchas discapacidades en el alma que quizá tratamos de obviar pero que también nos producen muchos pesares y muchas angustias en nuestro espíritu. ¿Qué hay en nuestro interior? ¿Todo es tan sano y brillante como muchas veces queremos aparentar?
¿Queremos entonces solo la curación de nuestras enfermedades físicas o realmente estaremos necesitando otra curación más profunda de la persona? Son cosas que algunas veces nos cuesta entender y aceptar,  pero ahí están en nuestra vida.
Me surgen estos pensamientos reflexionando con el texto del evangelio que hoy se nos presenta. ¿Qué nos ofrece Jesús? Como nos narra el evangelio en el relato de Mateo con menos detalles que los que nos ofrece san Lucas le traen a Jesús a un paralítico para que Jesús lo cure. Y Jesús quiere curarlo, pero curarlo desde lo más hondo de su ser. Ya conocemos el relato del evangelio, las palabras de Jesús, las reacciones de los que allí están y la salud más profunda que aquel hombre va a alcanzar.
‘Tus pecados están perdonados’, le dice Jesús. Luego completando la escena y tras la reacción de los presentes le dirá ‘ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa’. Ponte en pie, no te quedes postrado, levántate de esa angustia, no dejes que las penas agobien tu espíritu, no te encierres en ti mismo, abre tu corazón a los demás; vete a tu casa, a los tuyos, a aquellos con los que convives aunque algunas veces cueste, sigue caminando en la vida y no permitas que nadie coarte tu libertad, tus inquietudes, tus sueños; no te sientas limitado, porque tu vales también mucho; siéntete querido y valora lo que otros hacen por ti como esos que han cargado tu camilla para llegar hasta aquí; ahora te toca ir a cargar con la camilla de los demás, para también darles esperanza, ve sembrando vida por la vida.
‘Levántate y anda’, nos está diciendo Jesús a nosotros también.

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