La madurez de nuestra vida cristiana se manifiesta en la firmeza de nuestros principios y en la fidelidad en todo momento a los valores del evangelio
Joel
1,13-15; 2,1-2; Sal 9; Lucas 11,15-26
El hombre maduro es una persona con principios, sabe lo
que quiere y a la hora de tomar decisiones lo hace con firmeza y valentía,
aunque algunas veces le cueste; intenta que nada le tuerza de su camino y trata
de actuar en su vida conforme a esas ideas, esos principios que son como su
norte y su guía.
El cristiano todo eso lo ve desde el prisma de la fe y
será Jesucristo y su evangelio la fuente de sus principios y el motor de su
vida. Un autentico cristiano es el que ha hecho una opción firme y clara en su
vida por Jesús y su evangelio. Se siente verdaderamente libre con la mayor de
las libertades, pero trata de encauzar su vida desde esos valores del Evangelio
porque ahí cifra toda su felicidad y la mayor plenitud de su vida. Y es que
Jesús no ha venido a anular al hombre en su libertad, sino precisamente a darle
una mayor profundidad que le haga caminar por los caminos de la plenitud más
grande en su dignidad.
Sin embargo somos conscientes que son muchos los cantos
de sirena, por llamarlos de alguna manera, que nos quieren llamar la atención y
distraernos de ese camino que hemos emprendido. Son muchas las cosas de nuestro
entorno que pudieran atraernos y arrastrarnos por caminos bien distintos de los
del evangelio. Es ahí donde un cristiano siempre ha de andar vigilante, atento,
fiel a sus principios y a sus valores para que el mal no se introduzca en el
corazón. No podemos bajar la guardia porque de una manera muy subliminal con
apariencias de bien la tentación quiere engañarnos.
Muchas veces tenemos la tendencia a aflojar la tensión,
o nos decimos, bueno, eso son pequeñeces, cosas de menor importancia y no pasa
nada porque un día podamos consentirnos en algo. Pero ya sabemos que es como
una pendiente muy resbaladiza que nos hace caer casi sin darnos cuenta y luego
nos costará detenernos para enderezar el rumbo de nuestra vida.
Es la reflexión que me hago a partir del evangelio de
este día. Todo parte de aquel momento en que Jesús expulsa el demonio de un
hombre poseído por un espíritu inmundo y de los comentarios interesados que
algunos se hacen. Pero Jesús quiere prevenirnos y recordarnos que no podemos
andar con medias tintas, nadando entre dos aguas, como se suele decir. Que
nuestra opción por El y por el evangelio tiene que ser total en nuestra vida. ‘El que no está conmigo está contra
mí; el que no recoge conmigo desparrama’, nos viene a sentenciar Jesús de forma radical.
Luego nos hablará de cómo siempre el diablo ronda buscando la manera de
tentarnos y hacernos caer otra vez. ‘Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, da
vueltas por el desierto, buscando un sitio para descansar; pero, como no lo
encuentra, dice: Volveré a la casa de donde salí." l volver, se la
encuentra barrida y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores
que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el
principio’.
Creo que todos habremos pasado alguna vez por la experiencia de que en
cosas que pensábamos que teníamos ya superadas en ese camino de ascesis que
hemos ido haciendo en nuestra vida, de repente, sin saber cómo, volvimos a
tropezar en la misma piedra y volvimos por las andadas. Quizá habíamos aflojado
la guardia, como solemos decir, pensábamos que todo estaba superado y no
mantuvimos la debida vigilancia y volvimos a tropezar en lo mismo. Cuántas
experiencias personales podríamos cada uno contar.
Es el camino de superación que hemos de ir recorriendo siempre, no
olvidando nunca nuestros principios y nuestros valores, apoyándonos de verdad
en el Señor para mantenernos fieles. Que así se manifieste la madurez de
nuestra vida, de nuestro compromiso cristiano cuando de verdad amamos a Jesús y
queremos seguirle por los caminos del evangelio.
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