La confianza del amor que nos hace saborear la presencia del Dios que sabemos que nos ama y nos escucha
Malaquías
3, 13 – 4,2ª; Sal 1; Lucas 11,5-13
Es la confianza que da el amor; es la confianza de
quien se siente en la presencia del que sabe que le ama; es la confianza a la
que nos invita Jesús con que hemos de orar a Dios.
Ayer escuchábamos que nos enseñaba a llamar Padre a
Dios y decíamos cómo nuestra oración es un saborear en lo hondo del corazón ese
amor de Dios y ese sentirle y vivirle como Padre. Cuando estamos con el Padre
que nos amas se establece una relación profunda de amor que nos hace
desnudarnos ante El con nuestras miserias y nuestras necesidades; cuando
sabemos que así Dios nos ama a El acudimos con la confianza de que siempre
seremos escuchados y nos dará lo mejor que necesitemos. No nos caben dudas ni
miedos; todo ha de ser confianza porque todo es una relación de amor.
Pero por si acaso considerando nuestra pequeñez y
nuestra miseria dudáramos de acercarnos a Dios con nuestras necesidades hoy
Jesús nos insiste. ‘Pues
así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os
abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le
abre’. Antes nos había puesto el ejemplo de quien acude a su amigo
incluso en horas intempestivas para pedirle pan porque le ha llegado una visita
a casa y no tiene que ofrecerle; con insistencia llama al amigo sabiendo que al
final va a ser escuchado.
Así nosotros acudimos a Dios y nos ponemos ante El tal
como somos, con nuestra pobreza, con nuestras debilidades, con nuestras
carencias, con nuestra vida al desnudo sabiendo que en Dios encontraremos
siempre amor, misericordia, gracia, paz, ayuda y fortaleza en nuestras luchas y
necesidades.
Como nos dice pedimos, pero nuestra petición no es una
petición pasiva; pedimos y buscamos, pedimos y vamos a la búsqueda de la
verdad, pedimos y queremos encontrar caminos, pedimos y ponemos de nuestra
parte todo lo que sea necesario para hacer ese camino, pedimos y ansiamos no
solo cosas materiales sino que levantamos nuestro espíritu buscando algo más
hondo que llene nuestra vida.
Nuestra oración no es algo pasivo donde simplemente
esperamos que milagrosamente se nos resuelvan las cosas; nuestra oración es
encuentro con el Padre de amor que llena de luz nuestra vida; nuestra oración
es iluminación interior que nos hace encontrar sentido y valor, que nos abre
caminos, que nos lleva al compromiso; nuestra oración es escucha allá en lo más
hondo de nosotros mismos de esa voz de Dios que nos descubre sus designios de
amor; nuestra oración es aprender a tener una mirada nueva sobre nuestra vida,
pero también una mirada nueva de amor hacia los hermanos que nos rodean y que
nos hará actuar con una misericordia y un amor semejante al de Dios.
Nuestra oración es sentirnos envueltos por el amor de
Dios y en El nos sentimos llenos de bendiciones que hemos de saber llevar a
nuestro mundo.
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