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miércoles, 9 de septiembre de 2015

Un mensaje desconcertante pero que si aprendemos a vivirlo llenaremos de una nueva luz nuestra vida y nuestro mundo

Un mensaje desconcertante pero que si aprendemos a vivirlo llenaremos de una nueva luz nuestra vida y nuestro mundo

Colosenses 3, 1-11; Sal 144; Lucas 6, 20-26

El mensaje de las bienaventuranzas siempre es totalmente desconcertante. Parece que no se pudieran decir unas palabras así. Son incomprensibles para nuestra manera humana de entender y nos queremos dar muchas explicaciones.
El texto de Lucas es más breve y escueto, pero podríamos decir también que más duro. Simplemente nos dice: ‘dichosos los pobres… dichosos los que tienen hambre… dichosos los que lloran…’ Parece que eso no se puede decir. ¿Qué dicha pueden tener los que nada tienen, los que lloran y sufren o los que no tienen que comer? De la misma manera que sus ‘ayes’ o lamentaciones. ‘¡Ay de vosotros, los ricos… ay de vosotros, los que ahora estáis saciados… ay de vosotros los que ahora reís…!’
Y nos dice que de los pobres es el Reino de los cielos, que los que lloran encontrarán consuelo, o los que tienen hambre quedarán saciados, de la misma manera que se lamenta de los ricos porque ya tienen todo su consuelo en las cosas que tienen, o de los que están saciados terminarán teniendo hambre, o los que ahora ríen harán duelo y llorarán.
¿Qué nos dice Jesús? ¿Qué promete? Nos está hablando del Reino de los cielos, nos está hablando de un mundo nuevo, nos está hablando de la esperanza de que un día todo esto cambiará y será distinto.
La pobreza será siempre pobreza y será dolorosa, es cierto, pero quizá podremos aprender a valorar lo que es verdaderamente importante y donde habremos de poner nuestro corazón; desde nuestro sufrimiento quizá podremos aprender a mirar con mirada nueva a los demás y entender mejor el sufrimiento de los otros y compartiendo ese dolor encontrar una esperanza que nos dé verdadero consuelo; desde nuestras necesidades aprenderemos a compartir y el pan compartido aunque sea poco será menos amargo.
Es un mundo nuevo, es un estilo nuevo que será difícil de comprender para los que se sienten ya saciados y hasta hartos en si mismos y en lo que tienen. Es un mundo nuevo en el que descubriremos nuestros vacíos cuando queremos llenar la vida simplemente de cosas y no hemos sabido valorar a las personas ni lo que es una verdadera amistad.
Es un mundo nuevo en el que la más pequeña flor hará brillar los ojos con un nuevo resplandor y el más pequeño detalle de amor que tengamos con los demás va a resplandecer con un brillo especial y podrá llenar de alegría y de dicha muchos corazones.
Cuando nos encontramos con personas a nuestro lado que saben compartir parece que nuestra vida se llena de luz, hay en nosotros un nuevo resplandor porque renace la esperanza, porque nos damos cuenta que podemos hacer un mundo mejor, porque vamos venciendo todo mal y todo egoísmo.
Es el estilo nuevo del Reino de Dios; es el estilo nuevo que ponemos en nuestra vida cuado tenemos a Dios como único centro de nuestra existencia, el único Señor de nuestra vida. Escuchemos de verdad el mensaje de Jesús y pongamos el espíritu de las bienaventuranzas en el estilo y sentido de nuestra vida. 

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