No seamos niños en lo tocante a nuestra fe y vida cristiana sino busquemos la forma de madurar como cristianos
1Timoteo,
3, 14-16; Sal 110; Lucas, 7,31-35
Son como niños, solemos decir cuando nos encontramos
con alguien lleno de caprichos, sin saber realmente lo que quiere apeteciendo
de todo, ahora esto, después la ultima novedad que aparezca, sin criterios, sin
una personalidad definida. Y algunas veces vamos así por la vida y nos cuesta
reconocerlo en medio de nuestras dudas y nuestras indecisiones, con nuestra
falta de criterios y sin unos principios bien definidos. Somos inmaduros. Nos
hace falta poner unos fundamentos serios en la vida.
Es lo que vemos hoy en el evangelio que Jesús les echa
en cara a los judíos de su tiempo. Que si Juan era muy austero, que si Jesús es
un comilón; que si ahora todos los aclamamos porque nos entusiasman sus
milagros, pero luego le tiramos piedras porque no accede a nuestros caprichos
pueblerinos; que si en un momento todos son alabanzas porque habla muy bien, pero luego lo
criticamos porque qué va a saber él y donde ha aprendido que no es más que el
hijo del carpintero y al final hasta quieren tirarlo por un barranco.
Así pasaba en tiempos de Jesús. Pero así sigue pasando
en nuestro tiempo. Andamos a la última novedad. Recibimos muy entusiasmados a
un nuevo sacerdote que nos llega a la parroquia porque estábamos hasta el gorro
con el que teníamos, pero a éste pronto se le comenzarán a poner los 'peros',
porque si anda con este o se mezcla con no sé quien, que si todo lo viene
cambiando o que es un novelero. Todos tenemos esas experiencias en nuestros
pueblos.
Y lo decimos de eso tan cercano como pueda ser nuestro pueblo o lo decimos del
Obispo o de la Iglesia universal. Pareciera que andábamos solamente tras la
novedad unas veces y otras queremos anclarnos en el pasado para que nada cambie
porque ya andábamos bien como estábamos.
Nos hace falta madurez en nuestra vida cristiana, en
nuestra vida personal y en nuestras comunidades en su conjunto. Y esa falta de
madurez puede estar originada en que nos falta una profunda formación cristiana
donde tengamos bien claro lo que son los principios del evangelio, lo que en
verdad es el estilo del Reino de Dios que nos anuncia Jesús. Y para eso
necesitamos leer más el evangelio; en una lectura personal que nos sirva de
meditación y de oración para sentir la voz del Espíritu allá en nuestro
interior, pero también en una lectura llamémosla comunitaria, porque nos
pongamos a estudiar más a fondo el evangelio
y todo lo que es nuestra fe cristiana en cursos o reuniones de formación
que tendrían que abundar más en nuestras comunidades cristianas, en nuestras
parroquias.
Creo que es algo que todos tendríamos que plantearnos
seriamente. Desde los cristianos de a pie, por llamarlos de alguna forma, que
manifiesten ese deseo de formarse y de participar con mayor seriedad y compromiso en esos
grupos de formación cristiana, como desde nuestros pastores que tendrían que
hacer mayores ofertas de grupos de formación en nuestras parroquias.
Muchas veces estamos muy preocupados por el culto, por
nuestras celebraciones, por nuestras fiestas y cosas extraordinarias que
hagamos y no se pone tanto empeño en dedicar tiempo a esas grupos de formación, llámese catequesis
de jóvenes o de adultos o como queremos llamarlos. Los pastores tendrían que
sentarse más con esos grupos para dialogar, para formar, para enriquecer a
fondo la fe de nuestro pueblo, aunque cueste, aunque tengan también que
prepararse para encontrar los mejores medios y métodos, porque no siempre se
sabe hacer. Reconozcamos que es una
carencia muy fuerte.
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