Vistas de página en total

miércoles, 16 de septiembre de 2015

No seamos niños en lo tocante a nuestra fe y vida cristiana sino busquemos la forma de madurar como cristianos

No seamos niños en lo tocante a nuestra fe y vida cristiana sino busquemos la forma de madurar como cristianos

1Timoteo, 3, 14-16; Sal 110; Lucas, 7,31-35

Son como niños, solemos decir cuando nos encontramos con alguien lleno de caprichos, sin saber realmente lo que quiere apeteciendo de todo, ahora esto, después la ultima novedad que aparezca, sin criterios, sin una personalidad definida. Y algunas veces vamos así por la vida y nos cuesta reconocerlo en medio de nuestras dudas y nuestras indecisiones, con nuestra falta de criterios y sin unos principios bien definidos. Somos inmaduros. Nos hace falta poner unos fundamentos serios en la vida.
Es lo que vemos hoy en el evangelio que Jesús les echa en cara a los judíos de su tiempo. Que si Juan era muy austero, que si Jesús es un comilón; que si ahora todos los aclamamos porque nos entusiasman sus milagros, pero luego le tiramos piedras porque no accede a nuestros caprichos pueblerinos; que si en un momento todos son alabanzas  porque habla muy bien, pero luego lo criticamos porque qué va a saber él y donde ha aprendido que no es más que el hijo del carpintero y al final hasta quieren tirarlo por un barranco.
Así pasaba en tiempos de Jesús. Pero así sigue pasando en nuestro tiempo. Andamos a la última novedad. Recibimos muy entusiasmados a un nuevo sacerdote que nos llega a la parroquia porque estábamos hasta el gorro con el que teníamos, pero a éste pronto se le comenzarán a poner los 'peros', porque si anda con este o se mezcla con no sé quien, que si todo lo viene cambiando o que es un novelero. Todos tenemos esas experiencias en nuestros pueblos.
Y lo decimos de eso tan cercano como  pueda ser nuestro pueblo o lo decimos del Obispo o de la Iglesia universal. Pareciera que andábamos solamente tras la novedad unas veces y otras queremos anclarnos en el pasado para que nada cambie porque ya andábamos bien como estábamos.
Nos hace falta madurez en nuestra vida cristiana, en nuestra vida personal y en nuestras comunidades en su conjunto. Y esa falta de madurez puede estar originada en que nos falta una profunda formación cristiana donde tengamos bien claro lo que son los principios del evangelio, lo que en verdad es el estilo del Reino de Dios que nos anuncia Jesús. Y para eso necesitamos leer más el evangelio; en una lectura personal que nos sirva de meditación y de oración para sentir la voz del Espíritu allá en nuestro interior, pero también en una lectura llamémosla comunitaria, porque nos pongamos a estudiar más a fondo el evangelio  y todo lo que es nuestra fe cristiana en cursos o reuniones de formación que tendrían que abundar más en nuestras comunidades cristianas, en nuestras parroquias.
Creo que es algo que todos tendríamos que plantearnos seriamente. Desde los cristianos de a pie, por llamarlos de alguna forma, que manifiesten ese deseo de formarse y de participar  con mayor seriedad y compromiso en esos grupos de formación cristiana, como desde nuestros pastores que tendrían que hacer mayores ofertas de grupos de formación en nuestras parroquias.
Muchas veces estamos muy preocupados por el culto, por nuestras celebraciones, por nuestras fiestas y cosas extraordinarias que hagamos y no se pone tanto empeño en dedicar tiempo  a esas grupos de formación, llámese catequesis de jóvenes o de adultos o como queremos llamarlos. Los pastores tendrían que sentarse más con esos grupos para dialogar, para formar, para enriquecer a fondo la fe de nuestro pueblo, aunque cueste, aunque tengan también que prepararse para encontrar los mejores medios y métodos, porque no siempre se sabe hacer.  Reconozcamos que es una carencia muy fuerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario