La exaltación de la Santa Cruz es la victoria del Amor, es la victoria de la vida y de la salvación
Números
21, 4b-9; Sal
77; Filipenses
2, 6-11; Juan
3, 13-17
Hoy es la victoria de la Cruz, la victoria del Amor, la
victoria de la Vida. Celebramos el 14 de septiembre la fiesta de la Exaltación
de la Santa Cruz. Una fiesta en que a lo largo y ancho de nuestra geografía se
repiten las fiestas del Cristo crucificado. En nuestra tierra canaria tenemos
muchas muestras de ello en este mismo día y en los sucesivos domingos.
A alguien ajeno a lo que es nuestra verdadera fe
cristiana le podría extrañar esta fiesta al desconocer el verdadero significado
de la cruz; lo que nos puede suceder también a muchos que nos llamamos
cristianos. No es una exaltación del dolor y del sufrimiento. No quiere Dios el
sufrimiento del hombre; nos creó para ser felices, por eso la primera imagen
que aparece en la Biblia es poner a su criatura preferida en medio de un
jardín, del paraíso terrenal como lo llamamos.
Sin embargo el dolor y el sufrimiento están presentes
en la vida del hombre. ¿Consecuencia de nuestra naturaleza limitada? ¿Consecuencia
de nuestro pecado y del mal que dejamos meter en el corazón? Una y otra cosa
podemos decir. Aparecen nuestras limitaciones y carencias y aparece el dolor y
el sufrimiento que nos puede producir nuestra cuerpo limitado e imperfecto.
Pero aparece también el dolor y el sufrimiento que nos
hace daño más adentro de nosotros mismos con nuestras angustias y
desesperanzas, o cuando a causa de nuestros orgullos, egoísmos e
insolidaridades nos hacemos daño a nosotros mismos y nos hacemos daño los unos
a los otros. Pero también hacemos daño a
la naturaleza cuando hacemos mal uso de ella y ello puede provocar reacciones
que a la contra nos hagan daño a nosotros mismos.
El Dios que quiso encarnarse, hacerse hombre como
nosotros, tomando nuestra naturaleza humana y corporal, asumió todo lo que era
nuestro ser y nuestra existencia asumiendo así también ese mismo dolor y
sufrimiento que nos afecta a todos los seres humanos. El Dios que se abajó para
hacerse como nosotros pero para redimirnos del mal y de la muerte, también
quiere redimirnos de ese dolor y de ese
sufrimiento diverso que a todos nos afecta. Toma nuestra naturaleza humana para
redimirla, para levantarla, para llevarnos a una verdadera vida en plenitud.
En esta fiesta de la exaltación de la Cruz de Cristo le
vemos ahí crucificado asumiendo nuestro dolor y nuestro sufrimiento, pasando
por nuestra misma muerte, no porque quiera exaltar ese dolor, sino porque
quiere redimirnos de ese dolor, levantarnos de ese sufrimiento, hacernos salir
de esa muerte. Y todo eso, ¿por qué? Porque nos amaba. Su pasión en la cruz, su
muerte crucificado es una ofrenda de amor.
Nos está señalando Jesús con su muerte en la cruz que
el dolor y la muerte no tiene la última palabra. Porque cuando nosotros
contemplamos al Crucificado realmente no estamos contemplando a quien se ha
quedado en la muerte sino a quien ha vencido esa muerte porque le contemplamos
resucitado. Si lo contemplamos en la cruz es para que recordemos para siempre
su amor, pero con la certeza de que vive, de que su muerte ha sido una victoria
del amor y de la vida. Muriendo venció nuestra muerte, y resucitando nos llenó
de vida para siempre.
Hay una luz para nuestras angustias y oscuridades, hay
una esperanza de vida para nuestros dolores y sufrimientos, hay un sentido para
nuestro padecer y para nuestras cruces. Es la luz del amor, es la esperanza con
que la victoria de Cristo sobre la muerte llena nuestra vida, es el sentido
nuevo de nuestra existencia cuando tenemos esperanza, cuando ponemos amor en
nuestra vida. Es la ofrenda de amor que también nosotros hemos de saber hacer
con nuestra vida.
Mirando la cruz de Cristo y su soledad ante la muerte - ‘¡Dios mío, Dios mío!, gritaba, ¿por qué
me has abandonado?’ - nosotros sabemos que no estamos solos en nuestro
dolor y en nuestra cruz; Cristo con su cruz está junto a nuestra cruz, esa cruz
que hemos de tomar con generosidad y valentía para seguirle, para vivirle, para
entender de verdad lo que es el amor, para vivir una vida nueva, para hacer así
nuevo nuestro mundo. Nos invita a
seguirle tomando nuestra cruz de cada día pero nos dice que El estará siempre
con nosotros ayudándonos a llevar esa cruz.
Levantamos nuestra mirada hacia lo alto de la Cruz
porque ahí contemplamos la vida, ahí contemplamos el amor. Levantamos la mirada
a lo alto de la Cruz porque ahí contemplamos a Cristo el Crucificado pero que
ha resucitado, ha vencido la muerte y el pecado. Es la victoria del amor, es la
victoria de la vida, es la victoria de la salvación.
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