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lunes, 14 de septiembre de 2015

La exaltación de la Santa Cruz es la victoria del Amor, es la victoria de la vida y de la salvación

La exaltación de la Santa Cruz es la victoria del Amor, es la victoria de la vida y de la salvación

Números 21, 4b-9; Sal 77; Filipenses 2, 6-11; Juan 3, 13-17
Hoy es la victoria de la Cruz, la victoria del Amor, la victoria de la Vida. Celebramos el 14 de septiembre la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Una fiesta en que a lo largo y ancho de nuestra geografía se repiten las fiestas del Cristo crucificado. En nuestra tierra canaria tenemos muchas muestras de ello en este mismo día y en los sucesivos domingos.
A alguien ajeno a lo que es nuestra verdadera fe cristiana le podría extrañar esta fiesta al desconocer el verdadero significado de la cruz; lo que nos puede suceder también a muchos que nos llamamos cristianos. No es una exaltación del dolor y del sufrimiento. No quiere Dios el sufrimiento del hombre; nos creó para ser felices, por eso la primera imagen que aparece en la Biblia es poner a su criatura preferida en medio de un jardín, del paraíso terrenal como lo llamamos.
Sin embargo el dolor y el sufrimiento están presentes en la vida del hombre. ¿Consecuencia de nuestra naturaleza limitada? ¿Consecuencia de nuestro pecado y del mal que dejamos meter en el corazón? Una y otra cosa podemos decir. Aparecen nuestras limitaciones y carencias y aparece el dolor y el sufrimiento que nos puede producir nuestra cuerpo limitado e imperfecto.
Pero aparece también el dolor y el sufrimiento que nos hace daño más adentro de nosotros mismos con nuestras angustias y desesperanzas, o cuando a causa de nuestros orgullos, egoísmos e insolidaridades nos hacemos daño a nosotros mismos y nos hacemos daño los unos a los otros.  Pero también hacemos daño a la naturaleza cuando hacemos mal uso de ella y ello puede provocar reacciones que a la contra nos hagan daño a nosotros mismos.
El Dios que quiso encarnarse, hacerse hombre como nosotros, tomando nuestra naturaleza humana y corporal, asumió todo lo que era nuestro ser y nuestra existencia asumiendo así también ese mismo dolor y sufrimiento que nos afecta a todos los seres humanos. El Dios que se abajó para hacerse como nosotros pero para redimirnos del mal y de la muerte, también quiere  redimirnos de ese dolor y de ese sufrimiento diverso que a todos nos afecta. Toma nuestra naturaleza humana para redimirla, para levantarla, para llevarnos a una verdadera vida en plenitud.
En esta fiesta de la exaltación de la Cruz de Cristo le vemos ahí crucificado asumiendo nuestro dolor y nuestro sufrimiento, pasando por nuestra misma muerte, no porque quiera exaltar ese dolor, sino porque quiere redimirnos de ese dolor, levantarnos de ese sufrimiento, hacernos salir de esa muerte. Y todo eso, ¿por qué? Porque nos amaba. Su pasión en la cruz, su muerte crucificado es una ofrenda de amor.
Nos está señalando Jesús con su muerte en la cruz que el dolor y la muerte no tiene la última palabra. Porque cuando nosotros contemplamos al Crucificado realmente no estamos contemplando a quien se ha quedado en la muerte sino a quien ha vencido esa muerte porque le contemplamos resucitado. Si lo contemplamos en la cruz es para que recordemos para siempre su amor, pero con la certeza de que vive, de que su muerte ha sido una victoria del amor y de la vida. Muriendo venció nuestra muerte, y resucitando nos llenó de vida para siempre.
Hay una luz para nuestras angustias y oscuridades, hay una esperanza de vida para nuestros dolores y sufrimientos, hay un sentido para nuestro padecer y para nuestras cruces. Es la luz del amor, es la esperanza con que la victoria de Cristo sobre la muerte llena nuestra vida, es el sentido nuevo de nuestra existencia cuando tenemos esperanza, cuando ponemos amor en nuestra vida. Es la ofrenda de amor que también nosotros hemos de saber hacer con nuestra vida.
Mirando la cruz de Cristo y su soledad ante la muerte - ‘¡Dios mío, Dios mío!, gritaba, ¿por qué me has abandonado?’ - nosotros sabemos que no estamos solos en nuestro dolor y en nuestra cruz; Cristo con su cruz está junto a nuestra cruz, esa cruz que hemos de tomar con generosidad y valentía para seguirle, para vivirle, para entender de verdad lo que es el amor, para vivir una vida nueva, para hacer así nuevo nuestro mundo.  Nos invita a seguirle tomando nuestra cruz de cada día pero nos dice que El estará siempre con nosotros ayudándonos a llevar esa cruz.
Levantamos nuestra mirada hacia lo alto de la Cruz porque ahí contemplamos la vida, ahí contemplamos el amor. Levantamos la mirada a lo alto de la Cruz porque ahí contemplamos a Cristo el Crucificado pero que ha resucitado, ha vencido la muerte y el pecado. Es la victoria del amor, es la victoria de la vida, es la victoria de la salvación. 

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