María de los Dolores es la madre que compartió como nadie el dolor y el sacrificio redentor de su Hijo Jesús en la cruz
1Tm. 3, 1-13; Sal. 100; Jn. 19, 25-27
Nadie como una madre puede compartir y vivir el dolor
de un hijo. Es la sensibilidad de la madre, es la sintonía entre madre e hijo,
son los lazos de las entrañas que nunca se rompen, y que harán que el hijo
permanezca para siempre en las entrañas de la madre.
¿Cómo nos va a extrañar que a continuación de haber
celebrado ayer la exaltación de la cruz de Cristo recordemos hoy los dolores de
la Madre celebrándola como la Virgen y la Madre dolorosa? Es la festividad y
celebración de este quince de septiembre, la Virgen de los Dolores, como comúnmente
la llamamos.
Al pie de la cruz estaba. Así nos lo dice el que a
partir de aquel momento iba a ser su nuevo hijo. ‘Ahí tienes a tu madre…, ahí tienes a tu hijo’, señala Jesús desde
lo alto de la cruz. Allí al pie de la cruz estaba la que tiene estuvo al pie
del Hijo como lo está siempre una madre. En Belén encontraremos al Niño siempre
en brazos de la Madre; al pie de la cruz tras su muerte volveremos a ver a
Jesús en los brazos de la Madre de la Piedad, como queremos invocarla también
en ese trance. Al lado de Jesús veremos a María, al lado del Hijo siempre estará
la Madre.
Pero es que al pie de la cruz estaba María acogiendo a
Jesús pero acogiendo a todos sus nuevos hijos. Al pie de la cruz estaba María
sintiendo el dolor de la entrega de su Hijo Jesús, pero coparticipando también
ella con su dolor de madre en el significado y sentido de aquel dolor y
sufrimiento de Jesús. Se realizaba en aquel momento de dolor que era momento de
amor el acto supremo de la redención. Pero allí la madre que asumía como nadie
podría hacerlo mejor todo el dolor y sufrimiento del hijo, se estaba haciendo
copartícipe de ese sentido de redención, de esa ofrenda de amor del Hijo,
haciendo ella también su propia ofrenda de amor. Por eso nos atrevemos a
llamarla corredentora, aunque sabemos muy bien que teológicamente nuestro único
redentor es Cristo, pero ella hacia suyo ese sacrificio redentor de Cristo
participando de su mismo dolor.
Contemplemos hoy a María, celebremos a la Madre que
está acogiendo en su corazón el dolor de
todos sus hijos; María, Madre de los Dolores, en nuestro dolor, acogiendo
nuestros sufrimientos y nuestras penas, acompañándonos con su presencia de
Madre para enseñarnos a poner amor en nuestro dolor, esperanza en nuestra vida
a pesar de las penas y sufrimientos que podamos tener.
Contemplemos y celebremos a María, la Madre que está
acogiendo en su corazón el dolor de cuantos sufren, el dolor y sufrimiento de
todos los hombres; miremos ese mundo de dolor y sufrimiento que nos rodea pero
contemplemos a la Madre que está asumiendo el dolor de sus hijos llevándolos en
sus entrañas de madre. Miremos a María
para aprender nosotros también a tener sus mismas entrañas de misericordia y
compasión y compartir ese dolor de los hermanos; que nuestra presencia con el
ejemplo y estimulo de María alivie tanto dolor, suscite esperanza, nos mueva al
amor.
María, madre de los Dolores, a nuestro lado y al lado
de todos los que sufren. María, Madre de los Dolores que nos lleva en sus
entrañas amorosas de Madre, nos enseñe a tener a tener también entrañas de amor
para nuestros hermanos que sufren. Ella lleva como nadie el dolor y el
sufrimiento de sus hijos porque está rebosante de amor; que nos enseñe a
rebosar de amor en nuestro corazón para que sepamos así con nuestro dolor y
sufrimiento hacernos también coparticipes en ofrenda de amor a la cruz
redentora de Jesús.
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