El discípulo no es el que se queda a la vera del camino como espectador, sino el que se pone a hacer camino con Jesús
1Timoteo
6,3-12; Sal
48; Lucas
8,1-3
Caminando con Jesús, eso es parte fundamental de
nuestra vida cristiana. Hacer camino no es ponernos en la orilla como un
espectador más. Hacer camino es ponerse a caminar. Pero hacer el camino de la
vida cristiana es seguir los pasos de Jesús. No son unos sentimientos momentos;
no es la admiración que podamos sentir al contemplar cosas maravillosas si nos
deja impasibles y quietos.
Aunque ponerse en camino sabemos que significa salir de
donde estamos; y eso cuesta y nos exige; si nos queremos quedar donde estamos,
si queremos que la vida siga igual sin ninguna variación, no nos pondríamos en
camino, entonces no podemos decir que somos discípulos de Jesús, que seguimos a
Jesús, que nos llamamos cristianos. Ponerse en camino es algo serio. Ponerse en
camino para seguir a Jesús implica toda nuestra vida.
Hay muchos que quieren llamarse cristianos pero que se
quieren quedar en la orilla viendo pasar a otros; hay quienes quieren llamarse
cristianos pero les da pereza el ponerse a caminar; hay quienes quieren
llamarse cristianos pero quieren quedarse donde han estado siempre. No están
siguiendo un camino, no están siguiendo a Jesús, no tienen el arrojo y la
valentía necesaria para decidirse a caminar, a cambiar, a hacer algo distinto,
a buscar de verdad lo que es el sentido de Jesús.
Cristianos solo de nombre, pero no van a reflejar en su
vida ningún compromiso por los valores nuevos del Evangelio, no se va a
manifestar en un compromiso serio en la vida. Somos muchos los que estamos así
tentados por la comodidad, por la rutina, anclados en nuestras oscuridades, cegados
por el siempre se ha hecho así, porque no hemos descubierto de verdad la
novedad del evangelio, no hemos sabido saborear el sentido nuevo de la luz del
evangelio.
Hoy nos decía el evangelista que ‘Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo,
predicando el Evangelio del reino de Dios’. Pero ya Jesús no iba solo; con
él estaban haciendo camino aquellos a los que había llamado de una manera
especial y formaban parte del grupo de los discípulos y en concreto del grupo
de los doce apóstoles; ‘lo acompañaban
los Doce’, nos dice. Pero al grupo se iban uniendo muchos más. Hoy nos
habla en concreto de un grupo de mujeres, que se habían visto beneficiadas por
los signos de Jesús y ahora estaban con Jesús compartiéndolo todo con El. ‘Y algunas mujeres que él había curado de
malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido
siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras
muchas que le ayudaban con sus bienes’.
Su vida era ya otra desde que se habían encontrado con
Jesús. Se habían puesto en camino con Jesús.
Por una parte aquel grupo de los doce cuando Jesús los había llamado lo
habían dejado todo por seguirle, y este grupo de mujeres lo iban compartiendo
todo con Jesús y con el grupo. Comenzaba una nueva comunidad, un nuevo sentido
de comunión. Es lo que vamos aprendiendo cuando caminamos con Jesús.
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