Vistas de página en total

domingo, 16 de agosto de 2015

Hacemos Eucaristía sentándonos para compartir pero para llenarnos de su vida aprendiendo a comulgar también a los demás

Hacemos Eucaristía sentándonos para compartir pero para llenarnos de su vida aprendiendo a comulgar también a los demás

Proverbios 9, 1-6; Sal. 33; Efesios 5, 15-20; Juan 6, 51-58
Sentarnos alrededor de una mesa para compartir una comida entraña mucho más que el hecho material de compartir unos alimentos que necesitemos para nutrirnos. Se sienta la familia alrededor de la mesa para compartir lo que son, una familia con sus alegrías y sus problemas, con sus luchas y también con sus fracasos, con lo que se va logrando en la vida y con lo que significa ver crecer y madurar a los hijos que comparten, que se alegran juntos, que se esfuerzan por hacer un camino.
Decimos que vamos a celebrar algún acontecimiento de la vida y nos reunimos a comer juntos compartiendo los hechos buenos o malos de aquel acontecimiento; comidas de agasajo, comidas de despedidas, comidas de recibimiento y acogida, comidas, en una palabra, que nos van haciendo compartir la vida. Necesitamos, tendríamos que decir, reunirnos en torno a una mesa porque es una manera de ir compartiendo la vida en todas sus circunstancias.
Parto de esta experiencia humana del sentarnos junto a una mesa para compartir y creo que todos entendemos que quiero hablar de Eucaristía. Esto es eucaristía, pero al mismo tiempo tenemos que decir que Eucaristía es aún mucho más. No nos quedamos en ese compartir humano con todo lo bello y hermoso que es.
Cristo quiso hacer Eucaristía y se reunión con los doce en torno a una mesa; en aquella ocasión era la cena pascual con todo su significado que se vería trascendido por la cena pascual de Jesús; como tantas veces le vemos a lo largo del evangelio sentarse a la mesa ya fuera con los publicanos y pecadores aunque esto no gustara a muchos, como cuando lo invitaban también los fariseos o como después de la resurrección de Lázaro lo veremos también sentado a la mesa en Betania.
Hacemos Eucaristía y nos sentamos alrededor de la mesa eucarística los que creemos y seguimos a Jesús y compartimos nuestro camino, nuestros dolores y nuestras luchas, nuestras alegrías y nuestras esperanzas, y sabemos que cuando así estamos reunidos y lo hacemos en el nombre de Jesús El está en medio de nosotros como nos había prometido.
Pero cuando hacemos Eucaristía es porque queremos comulgar con Cristo, porque queremos comulgar con su evangelio, comulgar con el Reino de Dios con el que nos sentimos comprometidos a construir; queremos comulgar con el sentido de Cristo, con su verdad, con su vida y ya lo que queremos es hacer que nuestra vida no sea nuestra vida, sino que a quien queremos vivir es a Cristo, hacerlo vida en nosotros.
Por eso cuando hacemos Eucaristía no vamos a comer un pan cualquiera, sino que a quien queremos comer es a Cristo. ‘Yo soy el pan vivo bajado del cielo, nos ha dicho, y el que coma de este pan vivirá eternamente’. Ese pan de la Eucaristía, repito, ya no es pan cualquiera, sino que es Cristo mismo que así quiere hacerse pan, quiere hacerse alimento de nuestra vida, para que comiéndole tengamos vida para siempre.
Y es que la Eucaristía es banquete pero también es Sacrificio. Cuando hacemos Eucaristía estamos comulgando con la entrega de Cristo; El se da, se entregó en sacrificio para que pudiéramos tener vida. ‘El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo’, nos dice. Podemos tener vida porque El se ha entregado en sacrificio por nosotros. Por eso, también, cuando hacemos Eucaristía estamos comulgando con el sacrificio de Cristo, con la vida de Cristo en nosotros también nosotros queremos entregarnos, darnos porque queremos amar con un amor como el de El.
Qué hermoso es hacer Eucaristía, porque estamos poniéndonos en el camino de Cristo para vivir su vida; y podemos hacerlo porque El se nos da, porque El se hace alimento y vida nuestra, porque es tal la unión que llegamos a tener con El que habita en nosotros y nosotros en El. ‘El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me come vivirá por mi’.
Pero esto entraña aún algo más, porque cuando comulgamos a Cristo estamos queriendo comulgar también con los hermanos, comulgar con los demás; en nombre de ese Cristo con quien comulgamos significa que tenemos que comulgar con los demás de manera que su vida sea nuestra vida, sus preocupaciones sean nuestras preocupaciones, sus luchas, sus dolores, sus ilusiones y esperanzas las hacemos nuestras; ya lo demás porque vivimos unidos a Cristo no serán nunca ajenos a nuestra vida, ya tendrán que formar parte de nuestra vida y no nos podemos desentender de ellos. Y el amor y la vida de Cristo nos tendrán que llevar a amar, a vivir intensamente nuestro compromiso por los demás, a darnos por ellos como Cristo se nos da.
Hagamos de verdad Eucaristía porque queremos compartir y queremos caminar juntos; hagamos de verdad Eucaristía sintiendo que Cristo es nuestra fuerza y nuestro alimento; hagamos de verdad Eucaristía poniendo toda nuestra fe en su presencia sacramental, pero que nos ha de llevar también al sacramento de los hermanos a los que tenemos que acoger y amar.
‘Gustad y ved qué bueno es el Señor’, que así nos llena de su vida que nos hace vivir su misma vida y su mismo amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario