Hacemos Eucaristía sentándonos para compartir pero para llenarnos de su vida aprendiendo a comulgar también a los demás
Proverbios 9, 1-6; Sal. 33; Efesios 5, 15-20; Juan 6, 51-58
Sentarnos alrededor de una mesa para compartir una
comida entraña mucho más que el hecho material de compartir unos alimentos que
necesitemos para nutrirnos. Se sienta la familia alrededor de la mesa para
compartir lo que son, una familia con sus alegrías y sus problemas, con sus
luchas y también con sus fracasos, con lo que se va logrando en la vida y con
lo que significa ver crecer y madurar a los hijos que comparten, que se alegran
juntos, que se esfuerzan por hacer un camino.
Decimos que vamos a celebrar algún acontecimiento de la
vida y nos reunimos a comer juntos compartiendo los hechos buenos o malos de
aquel acontecimiento; comidas de agasajo, comidas de despedidas, comidas de
recibimiento y acogida, comidas, en una palabra, que nos van haciendo compartir
la vida. Necesitamos, tendríamos que decir, reunirnos en torno a una mesa
porque es una manera de ir compartiendo la vida en todas sus circunstancias.
Parto de esta experiencia humana del sentarnos junto a
una mesa para compartir y creo que todos entendemos que quiero hablar de
Eucaristía. Esto es eucaristía, pero al mismo tiempo tenemos que decir que
Eucaristía es aún mucho más. No nos quedamos en ese compartir humano con todo
lo bello y hermoso que es.
Cristo quiso hacer Eucaristía y se reunión con los doce
en torno a una mesa; en aquella ocasión era la cena pascual con todo su
significado que se vería trascendido por la cena pascual de Jesús; como tantas
veces le vemos a lo largo del evangelio sentarse a la mesa ya fuera con los
publicanos y pecadores aunque esto no gustara a muchos, como cuando lo
invitaban también los fariseos o como después de la resurrección de Lázaro lo
veremos también sentado a la mesa en Betania.
Hacemos Eucaristía y nos sentamos alrededor de la mesa
eucarística los que creemos y seguimos a Jesús y compartimos nuestro camino,
nuestros dolores y nuestras luchas, nuestras alegrías y nuestras esperanzas, y
sabemos que cuando así estamos reunidos y lo hacemos en el nombre de Jesús El
está en medio de nosotros como nos había prometido.
Pero cuando hacemos Eucaristía es porque queremos
comulgar con Cristo, porque queremos comulgar con su evangelio, comulgar con el
Reino de Dios con el que nos sentimos comprometidos a construir; queremos
comulgar con el sentido de Cristo, con su verdad, con su vida y ya lo que
queremos es hacer que nuestra vida no sea nuestra vida, sino que a quien
queremos vivir es a Cristo, hacerlo vida en nosotros.
Por eso cuando hacemos Eucaristía no vamos a comer un
pan cualquiera, sino que a quien queremos comer es a Cristo. ‘Yo soy el pan vivo bajado del cielo, nos ha dicho, y el que coma de
este pan vivirá eternamente’. Ese pan de la Eucaristía, repito, ya no es
pan cualquiera, sino que es Cristo mismo que así quiere hacerse pan, quiere
hacerse alimento de nuestra vida, para que comiéndole tengamos vida para
siempre.
Y es que la Eucaristía es banquete pero también es
Sacrificio. Cuando hacemos Eucaristía estamos comulgando con la entrega de
Cristo; El se da, se entregó en sacrificio para que pudiéramos tener vida. ‘El pan que yo daré es mi carne para la vida
del mundo’, nos dice. Podemos tener vida porque El se ha entregado en
sacrificio por nosotros. Por eso, también, cuando hacemos Eucaristía estamos
comulgando con el sacrificio de Cristo, con la vida de Cristo en nosotros
también nosotros queremos entregarnos, darnos porque queremos amar con un amor
como el de El.
Qué hermoso es hacer Eucaristía, porque estamos poniéndonos
en el camino de Cristo para vivir su vida; y podemos hacerlo porque El se nos
da, porque El se hace alimento y vida nuestra, porque es tal la unión que
llegamos a tener con El que habita en nosotros y nosotros en El. ‘El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo
por el Padre; del mismo modo el que me come vivirá por mi’.
Pero esto entraña aún algo más, porque cuando
comulgamos a Cristo estamos queriendo comulgar también con los hermanos,
comulgar con los demás; en nombre de ese Cristo con quien comulgamos significa que tenemos que comulgar con los demás de
manera que su vida sea nuestra vida, sus preocupaciones sean nuestras
preocupaciones, sus luchas, sus dolores, sus ilusiones y esperanzas las hacemos
nuestras; ya lo demás porque vivimos unidos a Cristo no serán nunca ajenos a
nuestra vida, ya tendrán que formar parte de nuestra vida y no nos podemos
desentender de ellos. Y el amor y la vida de Cristo nos tendrán que llevar a
amar, a vivir intensamente nuestro compromiso por los demás, a darnos por ellos
como Cristo se nos da.
Hagamos de verdad Eucaristía porque queremos compartir
y queremos caminar juntos; hagamos de verdad Eucaristía sintiendo que Cristo es
nuestra fuerza y nuestro alimento; hagamos de verdad Eucaristía poniendo toda
nuestra fe en su presencia sacramental, pero que nos ha de llevar también al
sacramento de los hermanos a los que tenemos que acoger y amar.
‘Gustad y ved qué
bueno es el Señor’,
que así nos llena de su vida que nos hace vivir su misma vida y su mismo amor.
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