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miércoles, 19 de agosto de 2015

Tenemos que ser por el testimonio de nuestro amor signos para los demás que les llamen a contribuir a la construcción del Reino

Tenemos que ser por el testimonio de nuestro amor signos para los demás que les llamen a contribuir a la construcción del Reino

 Jueces 9,6-15; Sal 20; Mateo 20,1-16
La parábola que nos propone hoy Jesús en el evangelio suele llamarse la de los obreros llamados o enviados la viña, pero ¿por qué no llamarla la parábola del dueño generoso? Creo que por ahí va el gran mensaje de esta parábola, su mensaje principal. Es la gratuidad del amor con que Dios nos ama. Y la salvación y la vida eterna que nos ofrece es un regalo de su amor. No nos salvan nuestras buenas obras, sino el amor gratuito y generoso de Dios. Un amor es cierto al que hemos de responder con nuestro amor.
Tenemos la tentación de ponernos a llevar una contabilidad de las cosas buenas que hacemos y poco menos que queremos llevar un libro de cuentas de nuestros méritos; es que somos muy humanos y demasiado en nuestras relaciones humanas andamos midiendo lo que hacemos y no siempre nuestras mutuas relaciones se basan en la gratuidad y la generosidad. El Señor nos va llamando en las distintas épocas de nuestra vida y hemos de ir dando respuestas de amor a esas llamadas del amor de Dios. Malo es, por otra parte, que nos pongamos a hacer comparaciones con nuestros hermanos de si hacemos más o hacen menos en esas tareas del amor.
La parábola habla de los jornaleros llamados a trabajar en la viña en las distintas horas del día. Agradecidos a Dios tendríamos que estar si somos de los llamados a primera hora y hemos sido capaces de mantenernos en fidelidad en todo momento a pesar del bochorno y de los agobios de la vida. Hemos de aprender a valorar con generosidad de corazón la respuesta que los demás puedan ir dando a esa llamada del Señor en la hora en que, por así decirlo, les haya tocado esa llamada. Contentos hemos de sentirnos amados por ese amor que Dios nos tiene y porque quiere contar con nosotros a pesar de que muchas veces tardamos en darle respuesta.
Hemos de pensar cada uno en ese lugar que el designio de Dios ocupamos en el campo del Reino de Dios; cada uno con sus valores y cualidades, sintiendo el regalo de gracia del Señor hemos de ir sabiendo trabajar en su viña. No todos ocupamos el mismo lugar ni tenemos las mismas responsabilidades, pero sí todos hemos de dar gloria al Señor con nuestro trabajo, hemos de contribuir al crecimiento del Reino de Dios en medio de nuestro mundo.
De alguna manera también hemos de convertirnos en signos para los demás que puedan hacerles descubrir esa llamada amorosa de Dios. El testimonio de nuestra vida, de nuestra entrega, de nuestro compromiso de amor ha de ser signo de ese amor de Dios, puede ser llamada del Señor para los demás. De ninguna manera podemos sentirnos recelosos del trabajo que el Señor a otros pueda confiar, sino que más bien hemos de ser estimulo, aliciente para los otros. Quizá podemos contribuir a que otros descubran esos valores, se abran a esos designios de Dios, lleguen a desarrollar todas esas cualidades que adornan su vida y siempre y en todo buscando la gloria del Señor.
Demos gracias a Dios que quiere contar con nosotros en los trabajos de su viña, en los trabajos de la construcción del Reino de Dios en nuestro mundo.

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