Tenemos que ser por el testimonio de nuestro amor signos para los demás que les llamen a contribuir a la construcción del Reino
Jueces 9,6-15; Sal 20; Mateo 20,1-16
La parábola que nos propone hoy Jesús en el evangelio
suele llamarse la de los obreros llamados o enviados la viña, pero ¿por qué no
llamarla la parábola del dueño generoso? Creo que por ahí va el gran mensaje de
esta parábola, su mensaje principal. Es la gratuidad del amor con que Dios nos
ama. Y la salvación y la vida eterna que nos ofrece es un regalo de su amor. No
nos salvan nuestras buenas obras, sino el amor gratuito y generoso de Dios. Un
amor es cierto al que hemos de responder con nuestro amor.
Tenemos la tentación de ponernos a llevar una
contabilidad de las cosas buenas que hacemos y poco menos que queremos llevar
un libro de cuentas de nuestros méritos; es que somos muy humanos y demasiado
en nuestras relaciones humanas andamos midiendo lo que hacemos y no siempre
nuestras mutuas relaciones se basan en la gratuidad y la generosidad. El Señor
nos va llamando en las distintas épocas de nuestra vida y hemos de ir dando
respuestas de amor a esas llamadas del amor de Dios. Malo es, por otra parte,
que nos pongamos a hacer comparaciones con nuestros hermanos de si hacemos más
o hacen menos en esas tareas del amor.
La parábola habla de los jornaleros llamados a trabajar
en la viña en las distintas horas del día. Agradecidos a Dios tendríamos que
estar si somos de los llamados a primera hora y hemos sido capaces de
mantenernos en fidelidad en todo momento a pesar del bochorno y de los agobios
de la vida. Hemos de aprender a valorar con generosidad de corazón la respuesta
que los demás puedan ir dando a esa llamada del Señor en la hora en que, por así
decirlo, les haya tocado esa llamada. Contentos hemos de sentirnos amados por
ese amor que Dios nos tiene y porque quiere contar con nosotros a pesar de que
muchas veces tardamos en darle respuesta.
Hemos de pensar cada uno en ese lugar que el designio
de Dios ocupamos en el campo del Reino de Dios; cada uno con sus valores y
cualidades, sintiendo el regalo de gracia del Señor hemos de ir sabiendo
trabajar en su viña. No todos ocupamos el mismo lugar ni tenemos las mismas
responsabilidades, pero sí todos hemos de dar gloria al Señor con nuestro trabajo,
hemos de contribuir al crecimiento del Reino de Dios en medio de nuestro mundo.
De alguna manera también hemos de convertirnos en
signos para los demás que puedan hacerles descubrir esa llamada amorosa de
Dios. El testimonio de nuestra vida, de nuestra entrega, de nuestro compromiso
de amor ha de ser signo de ese amor de Dios, puede ser llamada del Señor para
los demás. De ninguna manera podemos sentirnos recelosos del trabajo que el
Señor a otros pueda confiar, sino que más bien hemos de ser estimulo, aliciente
para los otros. Quizá podemos contribuir a que otros descubran esos valores, se
abran a esos designios de Dios, lleguen a desarrollar todas esas cualidades que
adornan su vida y siempre y en todo buscando la gloria del Señor.
Demos gracias a Dios que quiere contar con nosotros en
los trabajos de su viña, en los trabajos de la construcción del Reino de Dios
en nuestro mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario