Vistas de página en total

viernes, 24 de julio de 2015

Algo más que buena voluntad para crecer como personas y para llegar a vivir todo el compromiso de nuestra fe

Algo más que buena voluntad para crecer como personas y para llegar a vivir todo el compromiso de nuestra fe

Éxodo 20,1-17; Sal 18; Mateo 13,18-23
La buena voluntad no siempre es suficiente. Es cierto que respetamos y valoramos la buena voluntad que ponen en su vida las otras personas, porque siempre hemos de respetar lo bueno, por más mínimo que sea, que tienen los demás. Pero cuando se trata de nuestra vida personal hemos de ser exigentes que nosotros mismos; no nos podemos contentar con la buena voluntad, porque eso nos exige el mínimo esfuerzo.
La persona que quiere crecer en la vida, quiere desarrollar al máximo sus valores y cualidades, quiere darle profundidad a lo que hace y vivir en total dignidad no se puede contentar en si mismo con la buena voluntad. Tiene que aspirar a más y en consecuencia ha de poner todo su esfuerzo por crecer, por no quedarnos en la mediocridad, siempre buscando lo más grande, lo más alto, lo más intenso y profundo para su vida. Por eso decimos que no siempre la buena voluntad es suficiente.
Eso en todos los aspectos de su vida, en lo humano, en lo espiritual, en su compromiso cristiano, en la búsqueda de Dios, en el querer darle un sentido profundo a su ser. No nos podemos quedar en mediocridades. Es lo que nos va enseñando el evangelio en cada una de sus páginas. Cuántas veces escuchamos a Jesús pedirnos que demos fruto en sus parábolas, en sus enseñanzas. Es la medida del amor cristiano que no se queda solo en cosas elementales sino al que cada día hemos de darle mayor profundidad y amplitud.
Es, podríamos decir, una de las enseñanzas de la parábola del sembrador que tantas veces hemos escuchado en el evangelio. Cuando Jesús se la explica a los discípulos al llegar a casa ante sus preguntas - es el texto que hoy escuchamos, aunque en días anteriores que se hubiera proclamado la parábola en sí no la pudimos escuchar por otras fiestas que tenían sus lecturas propias - les habla de quienes no entendieron la Palabra que se les proclamaba, de los que eran inconstantes y de los que simplemente se dejaban arrastrar en la vida por los afanes de cada día sin poner mayor esfuerzo.
Entender significa que hemos de tener las cosas claras; entender en nuestro caso de cristianos que queremos vivir el compromiso de nuestra fe, es tener claros los objetivos, lo que hemos de hacer, el sentido de la vida que hemos de vivir y que hemos de trasmitir a los demás. Nos pudiera pasar muchas veces porque vivimos a lo de la fe del carbonero, sin mayores preocupaciones de formarnos debidamente en nuestra fe, sin comprender bien el compromiso de vida al que nos lleva nuestra fe, sin tener claro cuales son los valores que nos enseña el evangelio.
Y está luego la perseverancia, el permanecer fieles en nuestro camino, en nuestro compromiso, sin cansarnos, sin volver la vista atrás, sin dejarnos seducir por otros señuelos. Muchas son las cosas que nos rodean que nos pueden llamar la atención y distraer de la meta de nuestro camino; muchas pueden ser las cosas que nos confundan y nos hagan caer en frialdades y rutinas; muchas pueden ser las cosas que nos tienten en esos afanes de la vida, en esas apetencias o ambiciones que se nos pueden meter en el alma, en esos orgullos y vanidades que nos pueden seducir.
La parábola nos pide que seamos tierra buena y bien cultivada. Y cultivar la tierra es cuidarla, es abonarla, es quitar abrojos y malas hierbas, es humedecerla debidamente para que la semilla pueda germinar y la planta prosperar hasta llegar a dar fruto. Bien sabemos todo lo que eso significa en nuestro quehacer cristiano contando con la gracia del Señor, con su Palabra, con los sacramentos, con el alimento y la luz de nuestra oración de cada día.
Es mucho más que buena voluntad. Pero no para exigirles a los otros, sino para exigirnos a nosotros mismos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario