Vistas de página en total

lunes, 20 de julio de 2015

No pidamos signos nuevos para creer sino reconozcamos las maravillas que el Señor continuamente hace en nuestra vida

No pidamos signos nuevos para creer sino reconozcamos las maravillas que el Señor continuamente hace en nuestra vida

Éxodo 14,5-18; Sal.: Ex 15,1-2.3-4.5-6; Mateo 12,38-42
‘Maestro, queremos ver un signo tuyo’. Se habían acercado a Jesús unos escribas y fariseos. Siempre con sus dudas, con sus reticencias, con sus preguntas incongruentes y capciosas, con su búsqueda de pruebas pero sin querer ver lo que tenían claro delante de los ojos.
Cuando nos encontramos con estas actitudes de los escribas y fariseos tenemos la tentación de hacernos nuestros propios juicios condenatorios en nuestro interior contra ellos. Nos preguntamos cómo es posible que fueran tan ciegos que no vieran claramente lo que Jesús les estaba manifestando. Pero creo que eso no puede ser nuestra actitud; no somos nadie para juzgar ni para condenar; si además seguimos las enseñanzas de Jesús precisamente eso es lo que El nos enseña.
Creo que más bien tendríamos que mirarnos a nosotros mismos que no terminamos de dar el paso hacia adelante, que no terminamos de creer aunque queramos decir otra cosa; también nosotros seguimos con nuestras dudas; también nosotros andamos pidiendo milagros; bueno, no los llamaremos milagros pero cuantas intervenciones milagrosas o extraordinarias le estamos pidiendo a Dios continuamente, para que tengamos suerte, para que no nos suceda tal cosa, para que se resuelva aquel problema, para que nos saquemos la lotería… Sí, hasta esas cosas le pedimos al Señor prometiéndonos que si así nos sucede haremos no sé cuantas cosas. Muchas veces nuestra religiosidad se nos queda en un toma y daca, pedimos y hacemos promesas, si nos haces tal cosa luego nosotros haremos no sé cuantas más.
Por otra parte si nuestra fe fuera en verdad firme en el Señor daríamos pasos adelante en mejorar nuestra vida, en vivir esas actitudes nuevas, esos nuevos valores que nos enseña el Evangelio. Pero seguimos arrastrándonos en nuestras viejas costumbres, sin terminar de arrancarnos de aquellas pasiones que nos dominan y terminan convirtiéndose en vicios de nuestra vida. Tendríamos que adelantar en la virtud; tendríamos que resplandecer más en santidad; nuestro amor tendría que ser cada día más entregado; nuestra relación con el Señor en nuestra oración, en la escucha de su Palabra y en la vida sacramental tendría que ser cada día más intensa.
Pero seguimos en la vida como arrastrándonos y no resplandeciendo en nuestra santidad como tendríamos que resplandecer. Y nosotros sí tenemos la certeza de la presencia del Señor en nosotros, en nuestra vida. Cuántas cosas hemos recibido continuamente del Señor; de cuántas  maneras se ha manifestado su amor en nuestra vida. Tendríamos que recordar las maravillas que el Señor continuamente hace en nosotros y saberle dar gracias. Cantar como María que el Señor ha hecho maravillas en nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario