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jueves, 23 de julio de 2015

El verdadero sentido de la fe lleva a la mayor ganancia y plenitud para el hombre engrandeciendo su dignidad

El verdadero sentido de la fe lleva a la mayor ganancia y plenitud para el hombre engrandeciendo su dignidad

Gálatas 2, 19-20; Sal 33; Juan 15, 1-8
Cuando no se ha captado el sentido profundo que tiene nuestra fe y cómo la fe no anula a la persona sino, todo lo contrario, la engrandece, nos encontraremos con los que nos van a decir que la fe a ellos no les sirve para nada, porque lo que hace es coartarle su libertad o la dignidad de su persona. Es un grave error en el que fácilmente se cae desde un desconocimiento de lo que es el verdadero sentido de la fe que no solo nos viene a ayudar a descubrir y vivir todo el misterio de Dios, sino también, podríamos decirlo así, todo el misterio del hombre.
La fe no nos anula. La fe nos ayuda a encontrar la verdadera plenitud del hombre, el sentido más profundo de nuestra vida. Hablamos fácilmente de libertad y queremos quitar toda norma porque decimos que eso coarta nuestra libertad; pero en nombre de esa libertad ¿no nos sucederá que muchas veces más bien nos dejamos llevar por nuestros caprichos o simplemente nuestros deseos y pasiones más terrenas?
‘Vivo yo pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí’, decía san Pablo. ¿Significa eso que estoy anulando mi vida? Todo lo contrario, en Cristo encuentro toda la plenitud para mi existencia, la mayor grandeza. Vivir a Cristo es vivir en la mayor libertad, es vivir en el amor, es aprender a encontrar mi verdadera grandeza dándome como Cristo se dio y se entregó.
          Mientras me estaba haciendo esta reflexión me llegó el siguiente mensaje que transcribo porque realmente es hermoso y abunda en lo que estamos ahora reflexionando: ¿QUÉ GANO O PIERDO REZANDO? Gano en paz, pierdo violencia. Gano generosidad, pierdo tacañería. Gano en compañía, pierdo soledad. Gano valor, pierdo cobardía. Gano cielo, pierdo tierra. Gano ilusión, pierdo tristeza. Gano fe, pierdo incredulidad. Gano esperanza, pierdo apatía. Gano hermandad, pierdo egoísmo. Gano humildad, pierdo vanidad. Gano sinceridad, pierdo mentira. Gano transparencia, pierdo suciedad. Gano autenticidad, pierdo falsedad. Gano a Dios, pierdo al demonio. No es cuestión de saber lo que gano rezando sino lo mucho y malo  que pierdo rezando. Ese lugar, el más tranquilo, es Dios. Ese lugar, el más seguro, es Cristo. Ese lugar, el más indicado, es el Espíritu. Ese lugar, el más garantizado, es la fe’. (P. Javier Leoz)
Con mi fe todo es ganancia, plenitud. Eso me ha de hacer estar unido más y más a Cristo, como nos enseña en el evangelio. ‘Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada’, le hemos escuchado decir. Y cuando nos habla de sarmientos que han de dar fruto, nos habla también de la poda para dar mejor fruto, de la purificación que hemos de ir haciendo en nuestra vida para poder vivir más unidos a El y alcanzar mayor plenitud.

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