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lunes, 1 de junio de 2015

Cuántas veces en la vida rehuimos a quien sabemos nos va a decir la verdad y damos la vuelta mirando hacia otro lado

Cuántas veces en la vida rehuimos a quien sabemos nos va a decir la verdad y damos la vuelta mirando hacia otro lado

Tobías 1,3;2,1b-8; Sal 111; Marcos 12,1-12
Veían que la parábola iba por ellos, pero temieron a la gente y dejándolo allí se marcharon’. Entendieron lo que Jesús les decía, pero eso no significaba que lo iban a aceptar y recibirlo como una palabra de salvación para ellos. ‘Querían echarle mano… temieron a la gente… dejándolo se marcharon’.
Cuanto nos dice esto. Es cierto que en aquel momento Jesús pronunció aquella parábola haciendo una referencia muy concreta y específica por aquellos sumos sacerdotes, letrados y fariseos que allí estaban escuchándole. La parábola de la viña tan cuidadosamente preparada por su propietario es todo un resumen de lo que había sido la historia de la salvación para aquel pueblo, que ahora llegando el Hijo de Dios le rechazaban; fuera de Jerusalén habría de morir Jesús también, pero no le íbamos a arrebatar la herencia, sino que El quería hacernos sus coherederos.
Pero nosotros hoy tenemos que escuchar esta Palabra como dicha en concreto a nosotros. También tenemos que decir que la parábola va por nosotros. Y también nosotros en realidad muchas veces nos hacemos oídos sordos a la Palabra que el Señor nos dirige; nos damos cuenta que está diciéndola por nosotros pero miramos para otra parte; tenemos la tentación de la rebeldía ante lo que nos dice o nos pide el Señor, o también nos sentimos tentados por nuestras cobardías, porque sabiendo lo que tenemos que hacer no lo hacemos; como decíamos, miramos hacia otra parte, nos hacemos sordos, decimos que no va por nosotros sino que esto le valdría bien a los que nos rodean.
Cuantas veces en la vida rehuimos a aquel que sabemos que nos va a decir la verdad, que nos va a hablar claramente; cuando veces no queremos ponernos a tiro y buscamos disculpas para irnos por aquí o por allá, con tal de no escuchar aquello que en fondo sabemos que no nos conviene. Pero somos cobardes, no damos el paso hacia adelante en eso que tenemos que mejorar en la vida o en aquello a lo que tenemos que comprometernos.
Ahí tenemos la viña del Señor puesta en nuestras manos y ¿qué hacemos? ¿Damos frutos? Es nuestra vida con tantas cosas buenos que hemos recibido; son esos dones de Dios, esos talentos, esos valores que Dios ha sembrado en nosotros, en nuestras cualidades, en eso para lo que estamos capacitados, pero que sin embargo tantas veces enterramos el talento.
Y al final nos damos cuenta que tenemos las manos vacías, que no tenemos nada que presentarle al Señor porque hemos ido dejando pasar la vida de una forma insulsa, sin compromiso, sin desarrollar esas cualidades, sin hacer esas cosas buenas que estaba en nuestras manos poder realizarlas.
Que también nos demos cuenta que el Señor habla por nosotros, para nosotros; y el Señor se vale de muchas cosas y muchas personas a nuestro lado para hacernos llegar su mensaje de salvación. No nos hagamos oídos sordos.

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