Cuántas veces en la vida rehuimos a quien sabemos nos va a decir la verdad y damos la vuelta mirando hacia otro lado
Tobías
1,3;2,1b-8; Sal
111; Marcos
12,1-12
‘Veían que la
parábola iba por ellos, pero temieron a la gente y dejándolo allí se
marcharon’. Entendieron lo que Jesús les decía, pero eso no significaba que
lo iban a aceptar y recibirlo como una palabra de salvación para ellos. ‘Querían echarle mano… temieron a la gente…
dejándolo se marcharon’.
Cuanto nos dice esto. Es cierto que en aquel momento
Jesús pronunció aquella parábola haciendo una referencia muy concreta y
específica por aquellos sumos sacerdotes, letrados y fariseos que allí estaban
escuchándole. La parábola de la viña tan cuidadosamente preparada por su
propietario es todo un resumen de lo que había sido la historia de la salvación
para aquel pueblo, que ahora llegando el Hijo de Dios le rechazaban; fuera de
Jerusalén habría de morir Jesús también, pero no le íbamos a arrebatar la
herencia, sino que El quería hacernos sus coherederos.
Pero nosotros hoy tenemos que escuchar esta Palabra
como dicha en concreto a nosotros. También tenemos que decir que la parábola va
por nosotros. Y también nosotros en realidad muchas veces nos hacemos oídos
sordos a la Palabra que el Señor nos dirige; nos damos cuenta que está diciéndola
por nosotros pero miramos para otra parte; tenemos la tentación de la rebeldía
ante lo que nos dice o nos pide el Señor, o también nos sentimos tentados por
nuestras cobardías, porque sabiendo lo que tenemos que hacer no lo hacemos;
como decíamos, miramos hacia otra parte, nos hacemos sordos, decimos que no va
por nosotros sino que esto le valdría bien a los que nos rodean.
Cuantas veces en la vida rehuimos a aquel que sabemos
que nos va a decir la verdad, que nos va a hablar claramente; cuando veces no
queremos ponernos a tiro y buscamos disculpas para irnos por aquí o por allá,
con tal de no escuchar aquello que en fondo sabemos que no nos conviene. Pero
somos cobardes, no damos el paso hacia adelante en eso que tenemos que mejorar
en la vida o en aquello a lo que tenemos que comprometernos.
Ahí tenemos la viña del Señor puesta en nuestras manos
y ¿qué hacemos? ¿Damos frutos? Es nuestra vida con tantas cosas buenos que
hemos recibido; son esos dones de Dios, esos talentos, esos valores que Dios ha
sembrado en nosotros, en nuestras cualidades, en eso para lo que estamos
capacitados, pero que sin embargo tantas veces enterramos el talento.
Y al final nos damos cuenta que tenemos las manos vacías,
que no tenemos nada que presentarle al Señor porque hemos ido dejando pasar la
vida de una forma insulsa, sin compromiso, sin desarrollar esas cualidades, sin
hacer esas cosas buenas que estaba en nuestras manos poder realizarlas.
Que también nos demos cuenta que el Señor habla por
nosotros, para nosotros; y el Señor se vale de muchas cosas y muchas personas a
nuestro lado para hacernos llegar su mensaje de salvación. No nos hagamos oídos
sordos.
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