Una invitación a la esperanza y a saber leer con ojos de fe los aconteceres de nuestra vida
Tobías
11, 5-17; Sal
145; Marcos
12, 35-37
Durante la semana en la primera lectura hemos venido
escuchando la historia de Tobías a través de unas cuantas pinceladas. Aquel
hombre y con un corazón compasivo y misericordioso que dejaba la comida en la
mesa para ir a enterrar a los muertos en una hermosa obra de misericordia. Pero
la desgracia cayó sobre él, como escuchamos estos días, quedándose ciego; la
ceguera entrañaba pobreza al no poder realizar ningún trabajo pero no decayó su
esperanza y la fe que había puesto en el Señor. Hoy hemos escuchado como
recobra la visión al regreso de su hijo de un largo viaje acompañado por el
arcángel Rafael, como un signo de la presencia del Señor que nunca les
abandonaba.
Puede decirnos muchas cosas. Con ojos de fe también
hemos de saber leer el devenir de nuestra vida en la que también muchas veces
nos vemos envueltos en muchas oscuridades, como le sucedió a Tobías. No debe
decaer nuestra fe y nuestra esperanza.
Muchas veces los errores que cometemos en nuestra vida
o el mal por el que nos dejamos arrastrar nos trae consecuencias llenas de
problemas y dificultades, pero otras veces, sin buscar ninguna culpa personal,
la vida nos trae también esos problemas, esas nubes que nos ensombrecen; pueden
ser también las limitaciones que nos aparecen en la vida, las enfermedades que
afectan a nuestro cuerpo, o quizá también la convivencia que se nos pueda hacer
difícil con los que nos rodean.
¿Nos dejamos hundir en nuestro mal? ¿O sabremos hacer
una lectura de lo que nos sucede para descubrir quizá una llamada del Señor que
de alguna manera quiere manifestarse en nuestra vida? Detrás de esos
acontecimientos de la vida, muchas veces duros que el Señor permite que nos
aflijan, hemos de mirar más allá y llenos de esperanza vislumbrar o esperar
aquello que el Señor un día querrá darnos.
Tobías no perdió la fe ni la esperanza y un día
recobrará de nuevo la visión, la luz volvió a sus ojos. La luz del Señor
siempre nos ilumina, aunque algunas veces no sepamos distinguirla. Nos toca
mantenernos firmes en nuestra fe y en nuestra esperanza. El camino puede ser
duro y difícil, pero tengamos la certeza de la presencia del Señor a nuestro
lado. Vendrá la salud, vendrá la solución de los problemas, vendrán caminos
nuevos que se nos abren en la vida donde podamos seguir dando frutos.
Mantengamos la esperanza. Siempre pondrá un ángel a nuestro lado, como el
arcángel Rafael acompaño al joven Tobías indicándole en cada momento lo que
tenía que hacer y aquel joven se dejó conducir.
Qué hermosa lección para nuestra vida que nos hace
mantener firme esa confianza en el Señor. Algo quizá esté preparando el Señor
para nosotros.
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