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viernes, 5 de junio de 2015

Una invitación a la esperanza y a saber leer con ojos de fe los aconteceres de nuestra vida

Una invitación a la esperanza y a saber leer con ojos de fe los aconteceres de nuestra vida

Tobías 11, 5-17; Sal 145; Marcos 12, 35-37
Durante la semana en la primera lectura hemos venido escuchando la historia de Tobías a través de unas cuantas pinceladas. Aquel hombre y con un corazón compasivo y misericordioso que dejaba la comida en la mesa para ir a enterrar a los muertos en una hermosa obra de misericordia. Pero la desgracia cayó sobre él, como escuchamos estos días, quedándose ciego; la ceguera entrañaba pobreza al no poder realizar ningún trabajo pero no decayó su esperanza y la fe que había puesto en el Señor. Hoy hemos escuchado como recobra la visión al regreso de su hijo de un largo viaje acompañado por el arcángel Rafael, como un signo de la presencia del Señor que nunca les abandonaba.
Puede decirnos muchas cosas. Con ojos de fe también hemos de saber leer el devenir de nuestra vida en la que también muchas veces nos vemos envueltos en muchas oscuridades, como le sucedió a Tobías. No debe decaer nuestra fe y nuestra esperanza.
Muchas veces los errores que cometemos en nuestra vida o el mal por el que nos dejamos arrastrar nos trae consecuencias llenas de problemas y dificultades, pero otras veces, sin buscar ninguna culpa personal, la vida nos trae también esos problemas, esas nubes que nos ensombrecen; pueden ser también las limitaciones que nos aparecen en la vida, las enfermedades que afectan a nuestro cuerpo, o quizá también la convivencia que se nos pueda hacer difícil con los que nos rodean.
¿Nos dejamos hundir en nuestro mal? ¿O sabremos hacer una lectura de lo que nos sucede para descubrir quizá una llamada del Señor que de alguna manera quiere manifestarse en nuestra vida? Detrás de esos acontecimientos de la vida, muchas veces duros que el Señor permite que nos aflijan, hemos de mirar más allá y llenos de esperanza vislumbrar o esperar aquello que el Señor un día querrá darnos.
Tobías no perdió la fe ni la esperanza y un día recobrará de nuevo la visión, la luz volvió a sus ojos. La luz del Señor siempre nos ilumina, aunque algunas veces no sepamos distinguirla. Nos toca mantenernos firmes en nuestra fe y en nuestra esperanza. El camino puede ser duro y difícil, pero tengamos la certeza de la presencia del Señor a nuestro lado. Vendrá la salud, vendrá la solución de los problemas, vendrán caminos nuevos que se nos abren en la vida donde podamos seguir dando frutos. Mantengamos la esperanza. Siempre pondrá un ángel a nuestro lado, como el arcángel Rafael acompaño al joven Tobías indicándole en cada momento lo que tenía que hacer y aquel joven se dejó conducir.
Qué hermosa lección para nuestra vida que nos hace mantener firme esa confianza en el Señor. Algo quizá esté preparando el Señor para nosotros.

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