Desde nuestro compromiso de creyentes ponemos los fundamentos de una sociedad más humana y más justa
Tobías
2,9-14; Sal
111; Marcos
12,13-17
¿Está reñida nuestra fe en Dios con el cumplimiento de
nuestras obligaciones cívicas en medio de la sociedad en la que vivimos? Podría
ser quizá la pregunta que nos surja en nuestro interior al escuchar los
planteamientos que le hacen los herodianos a Jesús, tal como escuchamos hoy en
el evangelio.
Sabido es que con la pregunta capciosa que le hacían a
Jesús pretendían ver en que podían cazarlo para tener de qué acusarlo. No
podemos olvidar que cuando acuden a Pilatos buscando la sentencia de muerte
para Jesús lo acusan de querer hacerse rey, y en consecuencia que Jesús
pretendía subvertir el orden establecido. En la época de Jesús bien sabemos la situación
que vivían los judíos sometidos a Roma y cómo había movimientos como los
zelotas o los herodianos que se oponían de la forma que fuera a esa situación y
en cierto modo había como una guerra de guerrillas en contra de los romanos.
Pretenden quizá mezclar a Jesús en esos asuntos y bien vemos cómo Jesús no se
deja cazar.
Pero en el fondo para nuestra reflexión sigue estando
la pregunta que nos hacíamos al principio. Hoy Jesús responde que dar al Cesar
lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, fijándose en la moneda al uso
entonces con la inscripción de la figura del César. ¿Dónde están nuestras
obligaciones cívicas y qué lugar ha de ocupar en todo ello nuestra fe, nuestra
relación con Dios? o podíamos hacernos la pregunta al revés, ¿dónde está
nuestra fe en Dios y que lugar han de ocupar en todo ello nuestros deberes para
con la sociedad en la que vivimos?
Como creyentes con una fe auténtica y bien fundamentada
sabemos que Dios ha de ser, es cierto, el centro y el sentido de toda nuestra
vida. En El encontramos la razón de ser de nuestra existencia y desde su luz
encontramos el sentido de todo lo que hacemos y vivimos. Y vivimos en un mundo
concreto, insertos en una sociedad, porque no somos unos individuos aislados, sino
que hemos de tener bien claro ese sentido social de nuestra existencia que nos
hace vivir en medio de los demás y con los demás. Y juntos construimos ese
mundo en el que vivimos queriendo hacerlo cada día mejor, donde todos vivamos
dignamente y donde también cada día podamos ser más felices.
Ahí están, tienen que estar, nuestras luchas y nuestros
compromisos. Y desde el sentido de vida que tenemos queremos poner los
fundamentos de ese mundo y de esa sociedad. Y aportamos nuestros valores, y
actuamos movidos desde nuestros principios que además van a dar mayor humanidad
a nuestro mundo y nos ayudan a trabajar más comprometidamente por el bien y la
justicia.
Y ahí tenemos que decir entonces nos encontramos con
nuestra fe en el Dios que da sentido a nuestra vida y nos plantea un estilo y
un sentido de vivir. Y desde ahí no solo encontramos la fuerza para esa lucha y
esos compromisos sino que viene a iluminar nuestra manera de actuar. No es
ajena entonces nuestra fe a nuestros deberes cívicos. Es más ahí tenemos que
manifestarnos con respeto, pero también valientemente con nuestra fe que
también puede iluminar a los demás. No podemos ocultar nuestra fe. No podemos
ocultar lo que es el sentido profundo de nuestra vida.
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