Nos sentimos inundados por el amor del Señor y aprendemos a amar con un amor a semejanza del amor de Dios
Daniel
9,4b-10; Sal
78; Lucas
6,36-38
Alguien ha escrito que ‘El cristiano es el que ama no sólo con su amor, sino con la fuerza
amatoria de Dios, que Él le regala’, porque como nos ha dicho el apóstol
san Pablo ‘El amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado’.
No pretendamos amar solo con nuestro amor, o por la
fuerza de nuestro amor; somos muy débiles y limitados y así limitado se puede
ver nuestro amor. Queremos amar, es cierto, pero muchas veces hay algo que se
nos atraviesa dentro de nosotros cuando vemos que no somos correspondidos,
cuando nos sentimos heridos gravemente por algo o por alguien, cuando vemos
cosas que no nos gustan y nos sentimos tentados al juicio y a la condena. Por
eso, no amamos solo con nuestro amor, sino que los cristianos queremos amar con
la fuerza del amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones, como
nos decía san Pablo.
Por eso en lo hoy hemos escuchado que Jesús nos dice
está en primer lugar querer parecernos a Dios. ‘Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo’, nos dice Jesús.
Y porque nuestro Dios es un Dios compasivo y misericordioso y no juzga ni condena,
sino que siempre ama y nos ofrece su perdón y su paz, es de la forma como
nosotros tenemos que hacer.
Y cuando lo hagamos así como el Señor nos dice
estaremos iniciando una espiral de amor. ‘No
juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad,
y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa,
colmada, remecida, rebosante’. Como la espiral que desde un punto luego se
va extendiendo y haciendo más grande, así nuestro amor, porque no juzgamos ni
condenamos ni seremos juzgados ni entraremos ya en esa rueda de los juicios y
condenas, sino que comenzaremos a hacer crecer esa rueda en espiral del amor.
La medida será ya generosa, colmada, remecida, rebosante, como nos dice Jesús.
Claro está que nos sentimos pecadores, porque no
siempre amamos con un amor así, porque no siempre realizamos en nuestra vida lo
que es la voluntad del Señor. Nos sentimos pecadores, nos sentimos limitados y
débiles en nuestro desamor que se manifiesta tantas veces en nuestra vida llenándonos
de las negruras del egoísmo, de la desconfianza, de la envidia, del
resentimiento y de tantas y tantas cosas que nos llenan de tinieblas. Pero
siempre hay una luz en el horizonte, que es la luz del amor del Señor.
‘Señor, nos abruma la
vergüenza… porque hemos pecado contra ti. Pero, aunque nosotros nos hemos
rebelado, el Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona’. Con qué esperanza, con qué paz nos
podemos acercar al Señor. Cuánto amor se despierta en nosotros cuando así nos
sentimos amados del Señor. Nos sentimos inundados por el amor del Señor y
aprendemos a amar con un amor igual. Amemos con el amor de Dios y será más
verdadero, más humano y más divino nuestro amor.
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