Vistas de página en total

martes, 3 de marzo de 2015

No son los caminos del orgullo y de la vanidad los que nos llevan a Dios sino por la humildad, el amor y el servicio

No son los caminos del orgullo y de la vanidad los que nos llevan a Dios sino por la humildad, el amor y el servicio

Isaías 1,10.16-20; Sal 49; Mateo 23,1-12
No es por los caminos del orgullo y de la vanidad por donde podemos ir a Dios. Y es que Dios solo se revela y manifiesta a los que son sencillos y humildes de corazón. Ya nos lo repite Jesús en el Evangelio en muchas ocasiones. Por eso el estilo de quien se dice seguidor de Jesús es el del servicio y el del amor.
Cuando los discípulos discuten entre ellos por ver quien va a ser el más importante les repetirá lo mismo que hoy hemos escuchado ‘el que quiera ser primero entre vosotros sea vuestro servidor’ y ya en otro momento nos había dicho que ‘el Hijo del hombre no había venido a ser servido sino a ser servidor de todos’.
Por eso hoy le vemos denunciar las actitudes prepotentes y vanidosas de los fariseos y maestros de la ley. Nada de búsqueda de honores y primeros puestos, nada de vanidades que nos hagan aparecer por fuera lo que no llevamos dentro. ‘Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros…’ Ese no puede ser nunca nuestro estilo ni nuestra manera de actuar. Y terminará diciéndonos Jesús: ‘El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido’.
Nuestro camino ha de ser el del servicio; nuestra manera de actuar ha de ser siempre desde la humildad; el amor tiene que llenar nuestro corazón y manifestarse en nuestras actitudes y en nuestros actos. Así nos gozamos en el Señor y alcanzaremos la misericordia y el perdón.
La primera lectura era una invitación a la conversión de nuestro corazón a Dios. ‘Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien’, nos decía el profeta de parte de Dios. Y cuando transformemos nuestro corazón buscando el bien y la justicia, defendiendo al pobre y al oprimido alcanzaremos gracia de parte del Señor, alcanzaremos el perdón de Dios.
‘Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana’. Nos sentimos pecadores delante del Señor porque por mucho que le escuchemos, sin embargo, no siempre somos buenos. Pero volvamos nuestro corazón al Señor y comencemos a actuar de manera distinta; pongamos amor en nuestra vida, en lo que vamos haciendo y seamos capaces de ponernos al lado del pobre y del que sufre; mereceremos así el perdón y la gracia de Dios.
‘Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios’, fuimos repitiendo en el salmo. Sigamos los caminos de Dios, vivamos los caminos del amor y alcanzaremos la misericordia de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario