Reavivar el don de Dios en nuestra vida para no olvidar nunca lo que es el sentido de nuestra vida
2Timoteo 1, 1-8; Sal 109,1.2.3.4; Marcos 3,22-30
‘Te recuerdo que
reavives el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios
no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen
juicio…’ Es la
recomendación que le hace Pablo a su discípulo Timoteo.
Aunque estas palabras de san Pablo hacen claramente
alusión a la imposición de las manos por lo que le confirió a Timoteo a quien
hoy estamos celebrando el ministerio de presbítero y pastor de aquella
comunidad de Éfeso que le había confiado, sin embargo como cristianos podemos
ver también para cada uno de nosotros una alusión a nuestra consagración
bautismal. También se nos impusieron las manos en el sacramento de la
Confirmación para concedernos el don del Espíritu que consagraba nuestra vida
para ser testigos y apóstoles.
Es algo que no podemos olvidar fácilmente. Es más,
hemos de saber reavivar ese don del Espíritu Santo en nuestra vida, que nos
recuerde y nos impulse a ese testimonio cristiano que estamos llamados a dar. Hay
una tentación fácil que podemos sufrir y es el enfriarnos. Ya el Espíritu del
Señor nos invita en el Apocalipsis a reavivar aquel amor primero. Ese amor y
ese entusiasmo que muchas veces con el paso del tiempo se nos puede enfriar;
caemos en la rutina, nos vamos acostumbrando a las cosas, se nos enfría la
intensidad de nuestra fe. No lo podemos permitir.
En ese ritmo trepidante de la vida que vivimos nos
preocupamos más de lo inmediato, de eso que creemos que tenemos que hacer en
este momento y entramos en ese ritmo frenético de la vida y nos llegan los
agobios y, es cierto, motivados también por la responsabilidad de lo que
tenemos que hacer vamos queriendo resolver las cosas que en cada momento se nos
van presentando. Pero es necesario detenerse un poco, para reflexionar, para
revisar, para ver cuales eran aquellas motivaciones primeras que teníamos en
nuestra vida, y entonces buscar lo que es lo más importante.
Y esto nos sucede en la
materialidad de todas las cosas que hacemos, pero nos sucede en nuestra vida
espiritual que puede ir entrando en una rutina y puede enfriarse, y podemos olvidar
lo que en el fondo tiene que ser el sentido ultimo de todo lo que hacemos. Por
eso hemos de saber caldear nuestra fe; tenemos que saber encontrar esos
momentos para la reflexión, para la oración, para ese encuentro tranquilo y en
paz con el Señor en tú a tú de una oración intensa donde en verdad nos
encontremos con Dios y nos llenemos de Dios.
Sí, es lo que tenemos
que hacer: Reavivar el don de Dios en nuestra vida para no olvidar nunca lo que
es el sentido de nuestra vida
No hay comentarios:
Publicar un comentario