Vistas de página en total

martes, 27 de enero de 2015

Hagamos de nuestra vida una ofrenda de amor unidos a Jesús y así quedaremos en verdad santificados

Hagamos de nuestra vida una ofrenda de amor unidos a Jesús y así quedaremos en verdad santificados

Hebreos 10,1-10; Sal 39,2.4ab.7-8a.10.11; Marcos 3,31-35
‘Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación de cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre’. No son los sacrificios de cosas materiales o terrenas los que nos santifican. La salvación la tenemos en Cristo Jesús. El se entregó por nosotros, ofreció su vida, derramó su Sangre, hizo la oblación de amor de su vida entregada en todo a hacer la voluntad del Padre; en El encontramos la redención, la salvación, la santificación.
El autor sagrado de la carta a los Hebreos nos hace, por así decirlo, una comparación entre los sacrificios y holocaustos de la antigua ley, de la Antigua Alianza, y la ofrenda de la Nueva Alianza que es la Sangre de Cristo. Con aquellos sacrificios ofrecíamos los hombres una ofrenda de nuestras cosas, pero Cristo viene a enseñarnos que la verdadera ofrenda es la que hacemos de nuestra voluntad, de nuestra vida. Nos puede ser fácil ofrecer cosas, porque a la larga nos desprendemos de eso, de cosas que por muy valiosas que sean para nosotros son siempre ajenas a nosotros; lo que en verdad cuesta es ofrecer nuestra voluntad, nuestro yo, hacer ofrenda de nuestra vida.
‘Cuando Cristo entró en el mundo dijo: Tú no quiere sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad’. Como diría Jesús en Getsemaní ‘no se haga mi voluntad sino la tuya’. Como nos diría en otro lugar, su alimento era hacer la voluntad del Padre.
Eso no es fácil; el hombre quiere su autonomía, hacer su voluntad, que nadie que tenga que decir lo que tengo que hacer. Llegar a hacer esa ofrenda de mi voluntad, no es fácil; ponerme en la manos de Dios, hacer lo que el Señor quiere y no simplemente mis deseos es costoso; decirlo es fácil, nos podemos hacer bonitas reflexiones y hermosos propósitos, pero que luego eso se haga vida, realidad en mi vida, negándome a mi yo, a mi deseo, es más costoso, es verdadera ofrenda. Es lo que viene a enseñarnos Jesús. Es lo que podremos hacer si nos dejamos conducir por la fuerza de su Espíritu. ‘En  tus manos, Padre, pongo mi espíritu’, en tus manos pongo mi vida, diría Jesús en la Cruz.
Y los que queremos hacer por encima de todo la voluntad del Padre cumpliendo los mandamientos del Señor  somos en verdad la familia de Jesús. Es lo que hemos escuchado en el Evangelio hoy. Vienen a decirle que allí están su madre y sus hermanos. ‘¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?’ se pregunta Jesús. ‘Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre’.
Danos, Señor, la fuerza de tu Espíritu para que sepamos aceptar siempre lo que es la voluntad del Padre; quiero hacer de mi vida una ofrenda de amor. Nos unimos a Jesús, nos unimos a su ofrenda de amor y así quedaremos en verdad santificados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario