Acudimos con fe a Jesús para saber sentir que El está ahí a nuestro lado aunque no lo veamos
Hebreos, 11, 1-2.8-19; Sal.: Lc. 1, 69-75; Marcos, 4. 35-40
‘¿Por qué sois tan
cobardes? ¿Aún no tenéis fe?’
Es la queja de Jesús ante la falta de confianza de los discípulos. Habían
acudido gritando a Jesús: ‘Maestro, ¿no
te importa que nos hundamos?’
Iban atravesando el lago como tantas veces en las idas
y venidas de Jesús de un lado para otro; o como tantas veces lo habían
atravesado porque aquel había sido su lugar de trabajo hasta que Jesús les
invitara a seguirle. Muchos vientos recios seguramente habían soportado también
en otras ocasiones y como avezados pescadores sabrían soportar la tormenta.
Pero ahora parece que no es igual, es más fuerte. ‘Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta
casi llenarla de agua’. Jesús estaba allí. Pero ‘estaba a popa dormido sobre un almohadón’. Es cuanto lo despiertan
suplicándole, como hemos escuchado.
Pero allí estaba Jesús, ¿por qué habían de temer? Allí
estaba Jesús pero en silencio ante su situación, ‘dormido sobre un almohadón’. Se parece a situaciones por las que
pasamos tantas veces en la vida. Tentaciones, problemas, luchas, contratiempos,
dificultades, cosas en contra como vientos recios, como huracanes y parece que
nos hundimos. También gritamos, aunque nos parece que el cielo no nos escucha,
como decimos en muchas ocasiones. ¿Nos faltará confianza? ¿Nos faltará a
nosotros también fe?
El Señor está ahí aunque no se haga notar. El Señor
está ahí y El es de verdad nuestra fuerza y nuestra seguridad. También le
gritamos al Señor, le suplicamos desde nuestras angustias, desde nuestras
debilidades. Tenemos que suplicarle, sí, poner en El toda nuestra confianza.
También tenemos que decirle ‘¿no te importa
que nos hundamos?’ Porque además no es solo la confianza que podamos tener
en nosotros mismos, o en nuestro saber hacer las cosas o la fuerza de voluntad
que nosotros pongamos. Todo eso, es cierto, tenemos que ponerlo, pero nuestra
última confianza está en el Señor y a El acudimos.
Y acudimos con fe a Jesús; con fe para saber sentir que
El está ahí a nuestro lado aunque no lo veamos; con fe para seguir los caminos
del Señor que muchas veces pueden ser diferentes a nuestros caminos; con fe
para saber esperar ese actuar del Señor en nuestra vida porque sus tiempos no
son nuestros tiempos; con fe para descubrir de verdad cual es su voluntad,
porque son sus caminos los que tenemos que buscar.
Que el Señor nos dé esa fe que necesitamos. Que el
Señor venga en nuestra ayuda. Que el Señor nos dé la gracia de hacernos sentir
su presencia. Que el Señor nos llene de su paz.
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