Vistas de página en total

jueves, 13 de noviembre de 2014

El Reino de Dios lo comenzamos a vivir dentro de nuestro corazón cuando nos dejamos transformar por la gracia de Dios

El Reino de Dios lo comenzamos a vivir dentro de nuestro corazón  cuando nos dejamos transformar por la gracia de Dios

Filemón, 7-20; Sal.145; Lc. 17, 20-25
‘Unos fariseos le preguntaban cuando iba a llegar el Reino de Dios’. Parece lógica la pregunta, aunque también podía significar que aún no habían entendido el mensaje de Jesús.
Algunas veces escuchamos las cosas por partes porque no estamos quizá siempre atentos a todo el conjunto del mensaje, o nos hemos perdido en un momento determinado alguna explicación porque quizá nosotros estábamos en otra cosa; o también lo escuchamos desde el prisma de lo que nosotros tengamos en la cabeza con lo que nos hacemos nuestras particulares interpretaciones.
El anuncio del Reino de Dios era una constante en la predicación de Jesús desde el principio. Ese había sido su primer anuncio porque llegaba el Reino de Dios. Con las parábolas, con las explicaciones que Jesús hacía, con las actitudes nuevas que El nos enseñaba, con una nueva forma de entender todo el misterio de Dios y nuestra relación con El Jesús hablaba continuamente del Reino de Dios.
Ahora vienen preguntando cuando va a llegar ese Reino de Dios anunciado. Pero no nos  ha de extrañar por diversas razones esta petición o pregunta de los fariseos, porque incluso sus discípulos más cercanos, incluso después de la Pascua y de la resurrección de Jesús, en el camino del monte de los Olivos para la Ascensión, aun andarán preguntando si es ahora cuando se va a restablecer la soberanía de Israel.
Ya sabemos cómo la función o misión del Mesías ellos lo entendían como un caudillo guerrero y victorioso que iba a liberar al pueblo judío de la opresión de los pueblos extranjeros devolviendo aquel brillo que tuvo en los tiempos del rey David. Recordemos incluso las peticiones de los propios discípulos de puestos de honor en ese reino.
Una vez más Jesús explicará que el Reino de Dios no lo hemos de buscar de esas espectacularidades ni desde cosas asombrosas. ‘El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros’.
Si hemos ido escuchando bien y con atención toda la predicación de Jesús entendemos fácilmente estas palabras de Jesús. Reconocer el señorío de Dios sobre nuestra vida no está hecho de cosas externas o que podamos imponer. Tiene que partir de nuestro corazón, porque es ahí donde tenemos que poner a Dios, en el centro de nuestra vida. Y cuando reconocemos que El es nuestro único Dios y Señor haremos que toda nuestra vida gire en torno a Dios; todo en nuestra vida será siempre para la gloria de Dios.
Es una nueva manera de relacionarnos con Dios, porque al sentirnos inundados de su amor nos sentiremos amados y nos sentiremos hijos; al sentirnos amados de Dios comenzaremos a amarle a El con un amor sobre todas las cosas, pero porque le amamos a El comenzaremos a amar lo que Dios ama. Serán unas nuevas actitudes ante la vida misma, pero serán al mismo tiempo unas nuevas actitudes hacia los demás a quienes comenzaremos a amar como hermanos.
Y todo eso parte desde lo más profundo de nosotros mismos. Todo eso es querer vivir el reino de Dios desde lo más hondo de nuestra vida. Claro que eso se va a manifestar externamente porque habrá una nueva manera de ver las cosas, una nueva manera de actuar y de vivir la responsabilidad de la vida, una nueva manera de acercarnos a los demás para caminar junto con ellos. Y todo eso no se impone desde el exterior. Todo eso va a surgir en lo más hondo de nuestra vida porque nos sentimos transformados por la gracia del Señor. Todo esto no lo vamos a vivir con triunfalismos y al sonido de trompetas, sino que todo eso lo vamos a vivir desde la humildad y la sencillez de las cosas pequeñas.
A lo largo de la historia también hemos tenido la tentación de esos triunfalismos y hasta algunas veces como de querer imponer por la fuerza nuestras convicciones para así, decíamos, construir el Reino de Dios o hemos querido basar nuestra religiosidad en cosas grandiosas, en apariciones o en milagros; pero ese no será nunca el camino como hoy nos dice Jesús, sino que siempre ha de partir de una verdadera conversión del corazón que realizamos allá en el silencio del corazón y con la fuerza de la gracia del Señor.
Que el Espíritu del Señor nos ayude a descubrir como vivir el Reino de Dios sintiendo que El es nuestro único Señor, que nos hará amar con un amor nuevo a los demás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario