Apoyándonos en la fe podemos hacer cosas tan grandes como ser capaces de ser comprensivos y misericordiosos con los demás
Tito, 1,1-9; Sal. 23; Lc. 17, 1-6
Ojalá pudiéramos caminar en la vida sin tropiezos. Y no
son ya solo los tropiezos con que nos podamos encontrar a causa de las
discapacidades físicas que van apareciendo en nuestro cuerpo que nos van
produciendo limitaciones para nuestra movilidad y nuestra vida, sino que quiero
referirme, aunque estas tengan su importancia, a otros tropiezos más profundos
que nos pueden poner en peligro quizá hasta nuestra fe y a la larga nuestra
salvación.
Son las dificultades que nos pueden aparecer por
nuestra propia debilidad espiritual, pero también pueden ser las influencias
negativas que podamos sufrir desde quienes nos rodean que nos pueden llenar de
dudas, que nos pueden hacer que nos sintamos más fuertemente inclinados al mal
por algo que nos dicen y que nos hagan sentirnos débiles y tentados o incluso
también por los malos ejemplos que nos pueden dar que nos inciten al mal. Es lo
que llamamos escándalo. La palabra precisamente significa piedra de tropezar; y
efectivamente un mal ejemplo que recibamos o una incitación al mal de quien
puede influir en nosotros es una piedra que nos hace tropezar, una zancadilla a
nuestra fe.
Jesús nos previene para que por una parte no nos
dejemos arrastrar nunca por esos malos ejemplos que nos pueden llevar al camino
mal, pero también para que nunca nosotros seamos causa de escándalo para los
demás por nuestros malos ejemplos o porque con nuestra manera de actuar o de
vivir arrastremos a otros al pecado. Y habla el Señor fuerte y duro en este
sentido.
Pero a continuación sigue hablándonos de esas actitudes
buenas y positivas que siempre hemos de tener en nuestro corazón para saber
acoger a los demás con una capacidad de comprensión y de perdón muy grande. Sí,
comprensión y perdón, que son actitudes muy importantes y fundamentales en
nuestra vida y que como cristianos han de resplandecer de manera muy brillante
en nosotros.
‘Dichosos los
misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia’, nos dice Jesús en las
bienaventuranzas. ¿No le decimos al Señor cuando rezamos el padrenuestro que El
sea misericordioso con nosotros porque nosotros somos misericordiosos con los
demás? ¿Qué es lo que pedimos? ¿No le pedimos que nos perdone porque nosotros
perdonamos las ofensas que nos puedan hacer los demás? Pero es que además,
cuando somos compasivos y misericordiosos nos estamos pareciendo al corazón de
Dios, que es compasivo y misericordioso.
Sin embargo, reconocemos, que es algo que nos cuesta
ser. Somos más dados al juicio y a la condena. Yo diría que en principio es una
falta de humildad por nuestra parte. Porque cuando juzgamos y condenamos a los
demás, pareciera que nosotros somos tan perfectos que nunca fallamos. Y ‘el que
esté sin pecado que tire la primera piedra’, como nos dice Jesús en otro lugar
del evangelio.
Por eso, aunque nos cueste, escuchemos con corazón
abierto lo que nos dice Jesús hoy en el evangelio. No estemos como Pedro
preguntándonos cuantas veces tenemos que perdonar. ‘Tened cuidado, nos dice, si tu hermano te ofende, repréndelo; si se
arrepiente, perdónalo; su te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve
a decirte: lo siento, lo perdonarás’.
Es cierto que con la corrección fraterna - y subrayo
esta palabra ‘fraterna’ - tenemos que
ayudar al que falla o incluso nos pueda ofender, a que se corrija, reconozca su
mal, y ayudarle con nuestra comprensión y cercanía a que haga las cosas bien;
pero siempre tiene que estar en nosotros esa capacidad de comprensión y de
perdón; la misericordia tiene que brillar en nuestro corazón.
A los discípulos estas cosas que les iba diciendo Jesús
les costaba entenderlas y se les hacían difíciles. Ya recordábamos como Pedro
hacia aquella pregunta de cuantas veces tenia que perdonar al hermano. Ahora
los discípulos le piden al Señor que les aumente la fe. Y el Señor les señala
cuantas cosas grandes pueden hacer si tienen fe aunque sea tan pequeña como un
granito de mostaza. Y no es que vayamos arrancando moreras para que se planten
en el mar, o moviendo las montañas de un sitio para otro. Pero sí, esas cosas
que nos parecen difíciles o incluso imposibles en ese camino de superación y
crecimiento en nuestra vida cristiana se pueden realizar.
Cuantas veces decimos que no podemos perdonar, que no
podemos hacer tal o cual cosa que sentimos que el Señor nos pide en nuestra
vida cristiana. ¿Has rezado? ¿Has contado con el Señor? ¿Has puesto a juego tu
fe? Esa fuerza divina que el Señor nos da con su gracia, si ponemos toda
nuestra fe en El, hará que podamos hacer grandes cosas que nos podrían parecer
imposibles.
Que el Señor nos aumente la fe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario