Seguir a Jesús es emprender un camino de vida y que nos lleva a la vida
Nahum, 1,15; 2, 2; 3, 1-3.6-7; Sal. Dt. 32; 35-41; Mt. 16,
24-28
El camino del seguimiento de Jesús siempre es un camino
de vida y que nos lleva a la vida. ¿No nos dice El en otro lugar del Evangelio
que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia? No cabe,
pues, en nuestro camino de seguimiento de Jesús nada que sea de muerte, que
tenga sabor de muerte.
Algunos podrían argumentarnos pero es que a Jesús lo
vemos cargar con una cruz lleno de sufrimientos y subir a una cruz que le
llevaría a la muerte y El nos dice hoy que hemos de tomar la cruz y negarnos a
nosotros mismos para poder ser sus discípulos. Vale la objeción si nos quedamos
en la apariencia de las palabras. El camino de la cruz de Jesús fue un camino
para la vida, para vencer la muerte y el pecado y para llenarnos de vida, de
una vida que no tiene fin, de una vida eterna. Porque el camino de Jesús hasta
la cruz fue un camino de amor y el que ama de verdad se da y se da totalmente.
Es la prueba de la vida. ‘No hay mayor
amor que el de quien es capaz de dar vida por el amado’.
Claro que tenemos que entender bien lo que es la
verdadera vida. La verdadera vida no son simplemente las palpitaciones de un
corazón físico, sino que vivir es algo mucho más hondo que nos puede dar
plenitud a nuestra existencia. Vivir no
es simplemente dejarme llevar a lo que sea porque el corazón esté palpitando y
enviando sangre al organismo y al cerebro. Tenemos que pensar en algo más hondo.
Hay que saberle encontrar un sentido hondo a nuestro
vivir que de verdad nos lleve a plenitud. Y cuando buscamos esa verdadera vida
y la encontramos porque da sentido a nuestro vivir todo lo demás se convierte
en secundario si no nos lleva a esa plenitud de nuestro vivir. Y eso es lo que
Jesús quiere enseñarnos. Que descubramos eso hondo que podamos sentir en
nuestro interior porque en nuestro corazón haya verdadero amor y ese latir de
amor de nuestro corazón sea el que mueva todo lo que hacemos. Porque así amó
Jesús con un amor de plenitud no rehusó el camino de la cruz sino fue capaz
entregarse hasta el final para vencer todo lo que de muerte había en nosotros y
dándonos su vida nos estaba enseñando el sentido de un nuevo vivir.
Claro que entonces tenemos que decir no a todo lo que
haya de muerte en nosotros en nuestro egoísmo o en nuestro orgullo que nos
encierre en nosotros mismos; claro que hemos de saber tomar esa cruz de cada
día porque cada día queremos vivir esa entrega de amor, pero también porque
desde ese amor vamos a encontrarle un sentido y un valor a cuanto de sufrimiento
pueda haber en nosotros y que vamos a saber transformar de verdad desde ese
amor para no perder esa paz de nuestro corazón aunque muchos sean los
sufrimientos o los problemas a los que tengamos que enfrentarnos cada día. Ya
veremos nuestros sufrimientos, nuestras mismas debilidades con una mirada nueva
y un sentido nuevo.
‘¿De qué le sirve a un
hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida?’, nos dice Jesús. ¿De qué nos sirve
vivir la vida simplemente dejándonos llevar o arrastrar por lo que cada día nos
podamos ir encontrando y que nos da felicidades efímeras si con ello no somos
capaces de darle un valor de plenitud a lo que vamos haciendo y que nos dará la
felicidad más honda? Recordemos que ya nos hablaba del hombre que encontró un
tesoro, pero para poder obtenerlo fue capaz de vender todo lo que tenía, fue
capaz de desprenderse de todo aquello a lo que hasta entonces le daba mucho
valor, para conseguir lo que de verdad tenía más valor, comprar aquel campo
donde estaba el tesoro.
Lo que nos está diciendo hoy Jesús de negarnos a nosotros
mismos y de tomar la cruz, va por ese mismo sentido de la parábola del tesoro
escondido o la perla preciosa de gran valor. Tenemos que saber perder - como
decía la parábola venderlo todo - para poder ganar la verdadera vida que nos dé
plenitud.
Como decíamos al principio el camino del seguimiento de
Jesús es un camino de vida, no de muerte, un camino que nos conduce a la vida
en plenitud. Que sepamos encontrar ese camino, que busquemos la vida verdadera.
En Jesús, si lo seguimos de verdad, vamos a encontrar la verdadera felicidad.
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