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lunes, 4 de agosto de 2014

Una imagen del camino de nuestra vida cristiana con sus luces y con sus sombras

Una imagen del camino de nuestra vida cristiana con sus luces y con sus sombras

Jer. 28, 1-17; Sal. 118; Mt. 14, 22-36
La travesía que realizaron los discípulos a través del lago de Galilea o Tiberíades desde el lugar donde se había realizado la multiplicación de los panes hasta tocar tierra en Genesaret, como nos narra san Mateo, es bien significativa y puede ser una imagen de lo que es el camino de nuestra vida cristiana con sus luces y con sus sombras.
‘Jesús apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla’. Con el entusiasmo de lo que habían vivido aquella tarde emprendieron la travesía. Jesús que nos pone en camino; un camino que emprendemos también con entusiasmo tras una intensa vivencia en nuestro interior, en ese deseo y voluntad de querer ser fieles siguiendo el camino que Jesús nos señala. Cada uno puede pensar en alguna experiencia religiosa intensa que haya vivido en algún momento de su vida que le haya impulsado a vivir con mayor entusiasmo el camino de nuestra vida cristiana, el camino del seguimiento de Jesús.
Pero la travesía aquella tarde y aquella noche en el lago fue azarosa y estuvo muy llena de incidentes. No avanzaba la barca como ellos esperaban, porque era sacudida por las olas y el viento era contrario. Bella imagen que nos refleja lo que nos pasa tantas veces. Nos prometemos muchas cosas pero luego cuando comenzamos a caminar no nos resultan tan fáciles como esperábamos y deseábamos. Vientos en contra, situaciones difíciles, incomprensiones de quienes están a nuestro lado, oposición a lo bueno que queremos hacer, tentaciones que nos acechan por doquier, cansancio que nos aparecen en la vida. Las olas sacuden nuestra barca y tenemos el viento en contra. En cuántas cosas podemos pensar.
Pero allí estaba Jesús, a pesar de las oscuridades y las confusiones. ‘De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua’. Vienen los miedos y las dudas. El querer poner a prueba aquello que están viendo, o el taparse la cabeza para tratar de quitar los miedos. Pero es Jesús. ‘No tengáis miedo… soy yo’.
Cuántas veces llega Jesús a nuestro lado en medio de esas turbulencias que vamos teniendo en la vida y nos cuesta reconocer su presencia. ¿Será un fantasma? ¿serán imaginaciones mías? ¿de verdad puedo sentir a Jesús caminando a mi lado aunque todo me parezca oscuro? Son las dudas que se nos meten en el alma tantas veces. Y aunque le pedimos a Jesús que queremos ir hacia El, a pesar de todo muchas veces nos hundimos en nuestros tropiezos, porque no hemos puesto de verdad toda nuestra fe y nuestra confianza en El.
Decimos que creemos en El, pero nos asaltan las dudas; decimos que queremos poner toda nuestra confianza en Dios y ante la más mínima ola de la tentación sucumbimos; nos parece quizá que el viento de la tentación es más fuerte de lo que son nuestras fuerzas olvidando que la verdadera fuerza de nuestra vida está en el Señor.
Pero ahí está el Señor que nos tiende su mano para hacernos salir de la tentación y del peligro. ‘¡Qué poca fe!, nos recrimina Jesús. ¿Por qué has dudado?’ Forman parte de nuestra vida. Son los claroscuros que nos acompañan en ese camino de nuestra vida cristiana con tropiezos, dudas, y caídas. Pero el Señor está a nuestro lado.
Al final dice que los que estaban en la barca lo reconocieron. ‘Realmente eres Hijo de Dios’, le dicen postrándose ante El. Y ‘también los hombres de aquel lugar lo reconocieron y pregonaron la noticia por toda aquella comarca…’ También nosotros tras nuestros altibajos terminaremos reconociendo que sin el Señor nada somos y todo lo que nos va sucediendo nos puede ayudar a madurar en nuestra fe y a fortalecernos para vivir con toda intensidad nuestra vida cristiana.
Pero hay un detalle que no nos puede pasar desapercibido, porque ha de formar parte además de nuestra respuesta y nuestro compromiso. Y es que ‘Jesús después de despedir a la gente, subió al monte para orar y, llegada la noche, estaba El allí sólo’ orando. Es lo que nosotros necesitamos para poder realizar esa travesía de nuestra vida cristiana, fortalecernos en el Señor.

¡Qué importante, que necesaria e imprescindible es la oración en nuestra vida! no es por nosotros mismos, porque lo sepamos hacer o porque nos creamos capaces de hacerlo es cómo podemos mantenernos a flote en esa dura travesía de la vida. No nos suceda como a Pedro que se creía muy seguro pero al primer peligro comenzó a hundirse. Se repetirá más tarde cuando lo de las negaciones. Nuestro salvavidas es la oración, porque El único salvador de nuestra vida es el Señor y a El hemos de estar unidos siempre con nuestra oración. Será así como reconoceremos la presencia del Señor a nuestro lado y tendremos la fuerza necesaria para realizar ese camino de la vida.

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