Vistas de página en total

miércoles, 7 de mayo de 2014

El que cree en Jesús alcanzará la vida eterna y la resurrección en el último día

El que cree en Jesús alcanzará la vida eterna y la resurrección en el último día

Hechos, 8, 1-8; Sal. 65; Jn. 6, 35-40
‘Que todo el que ve al Hijo  y cree en El, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día’. Qué bien nos resume lo que ha de ser nuestra vida y a lo que estamos llamados; qué bien nos resume todo lo que podemos alcanzar por la fe en el Hijo de Dios, la vida eterna, la resurrección para la vida.
Y todo arranca desde nuestra fe en Jesús. Le vemos, le conocemos, para eso se nos ha revelado y surge nuestra fe. Nuestra fe que es nuestro ‘sí’, la ofrenda de nuestra voluntad. Cuando creemos estamos como despojándonos de nosotros mismos. Lo hacemos con toda nuestra conciencia, porque nunca es una fe ciega; pero con toda conciencia le hacemos la ofrenda de nuestra voluntad. No es mi gusto, mi capricho o a mi manera.
Es aceptarle a El, como es, como se nos manifiesta, como se nos revela, con sus exigencias para nuestra vida. Porque la ofrenda de nuestra fe es como una conversión, porque es volvernos a El, no a nosotros mismos, aunque lo hacemos con toda nuestra conciencia y con toda nuestra voluntad, para ponernos en sus manos, para dejarnos guiar y conducir, para aceptar su vida en nosotros. Pero esa fe no nos anula, sino que nos engrandece; por esa fe encontramos un sentido y un valor nuevo para nuestra vida y nuestra existencia que nos hará más grandes aún que cuando nos dejamos llevar solo por nuestras apetencias o nuestros caprichos.
Esa fe nos libera, nos arranca de ataduras que nos encierran en nosotros mismos o simplemente en las cosas como si las cosas fueran nuestro sentido o razón de ser. Esa fe nos llevará por caminos de plenitud que solo en Cristo podemos encontrar y podemos alcanzar.
Una fe que llena de alegría, de optimismo el alma, de gozo grande y hondo, por eso siempre decimos que un cristiano triste es un triste cristiano.  Por la fe, aunque tengamos que enfrentarnos a sacrificios o a negarnos a nosotros mismos, al final encontraremos las más profundas satisfacciones.
Por eso hoy nos está diciendo Jesús que lo que quiere para nosotros es vida eterna, vida en plenitud; quien cree a Jesús será resucitado de cuanta muerte haya podido dejar meter en su alma; resurrección que hemos de vivir en el día a día cuando nos vamos liberando con la gracia de Cristo de ataduras y de pecados; resurrección que viviremos en el momento final porque en Dios, llenos de la vida de Dios, vamos a vivir para siempre; ¿no decimos vida eterna?
Y podemos llegar a esa fe desde la gracia de Dios; es un don sobrenatural que el Señor nos ofrece y nos concede; pero es un don al que hemos dar una respuesta, la respuesta de nuestro sí, del ofrecimiento de nuestra voluntad. Por eso nos ha dicho Jesús hoy ‘todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí, no lo echaré afuera… esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día…’
Cómo hemos de cuidar nuestra fe; ese don de Dios, ese regalo de gracia, porque es un don gratuito, no lo podemos perder. Hemos de saber sentir allá en lo más hondo de nosotros mismos cómo nos llama y nos impulsa la gracia de Dios. Muchas veces sentimos en nuestro corazón ese impulso a hacer algo bueno, a preocuparnos por algo y quizá podemos achacarlo a que tenemos buenos sentimientos en nuestro corazón. Está bien, aceptémoslo, pero ¿quién ha inspirado esos buenos sentimientos? ¿quién es el que ha movido nuestro corazón y nos ha impulsado a hacer lo bueno? Tratemos de ver lo que nos sucede con ojos de fe, y descubramos esa acción de Dios en nuestra vida, esa fuerza de la gracia que es la que mueve el corazón y nos fortalece para que hagamos lo bueno aunque nos fuera costoso.
Hoy comenzó Jesús hablándonos en el Evangelio de que El es el Pan de vida. Cristo quiere hacer Pan de Vida para nosotros, para que le comamos, para que nos alimentemos de El, que sintamos su fuerza, para que le descubramos en verdad como nuestro viático, nuestro compañero y nuestro alimento para el camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario