Éste es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que El ha enviado
Hechos, 6, 8-15; Sal. 118; Jn. 6, 22-29
‘Cuando la gente vio
que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se
embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús…’ La gente busca a Jesús. ¿Por qué
lo buscan? En la tarde anterior allá en el descampado Jesús había realizado un
gran signo. Con cinco panes de cebada y dos peces Jesús había dado de comer a
una multitud inmensa recogiendo incluso luego doce canastas de trozos de pan
después que toda aquella multitud había comido. Habían intentado hacerlo rey,
Jesús se había escondido en la montaña mientras los discípulos atravesaron en
barca el lago no sin los contratiempos del viento en contra y la aparición de
Jesús caminando sobre el agua.
Ahora aquella gente que se había quedado en el
descampado con unas barcas que aparecieron por allí llega a Cafarnaún buscando
a Jesús. ‘Maestro, ¿cuándo has venido?’,
le preguntan. Lo que da pie a preguntas que también les hace Jesús.
¿Por qué buscan a Jesús? Y la pregunta podría ser
también para nosotros, ¿por qué buscamos a Jesús? No es ocioso que nos hagamos
la pregunta también. ¿Buscaba aquella gente a Jesús porque habían comido
gratuitamente pan hasta hartarse? Nos gusta el milagro fácil que nos resuelva
los problemas sin tener que poner mucho esfuerzo por nuestra parte. ¿Buscaba
aquella gente a Jesús porque en lo sucedido habían visto un signo, una señal de
lo nuevo que Jesús quería ofrecerles?
Repetidamente Jesús en su predicación había comenzado
invitando a la conversión del corazón porque llegaba una Buena Noticia. ¿Lo que
allí había sucedido era para aquella gente un signo de esa Buena Noticia que se
iba a realizar? No siempre sabemos leer los signos, descubrir las señales que
aparecen delante de nosotros anunciándonos algo nuevo. Ya Jesús en algún
momento les dirá en el evangelio que saben ver si va a hacer calor o va a
llover según sean los vientos o los bochornos, pero que no saben leer los
signos de los tiempos de algo más profundo que está por suceder.
‘Trabajad no por el
alimento que perece, sino por el alimento que perdura, el que os dará el Hijo
del Hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios’. Comienza a anunciarnos Jesús cómo El
es el verdadero alimento de nuestra vida. Sabemos que en Jesús encontramos
gracia y encontramos la salvación. Es Jesús el que nos conduciendo por caminos
de plenitud. Por eso como tanto hemos repetido tenemos que saber escuchar a
Jesús, querer escuchar a Jesús para conocerle más y más y para llenarnos de su
vida.
Ahora aquí en Cafarnaún Jesús nos va a enseñar cómo
quiere alimentarnos El, como quiere hacerse vida nuestra y cómo hemos de
comerle. Será lo que en días sucesivos iremos escuchando y meditando.
Importante es que pongamos toda nuestra fe en Jesús. Alguien puede ofrecernos
cosas hermosas y grandiosas, pero si no nos fiamos de esa persona difícilmente
vamos a aceptar eso que nos ofrece. Por eso es necesaria nuestra fe en Jesús.
Cuando la gente le pregunta cómo han de saber lo que
Dios quiere para sus vidas, por ahí va
la respuesta. ‘¿Cómo podremos
ocuparnos en los trabajos que Dios quiere?’ le preguntan. Y Jesús
responderá: ‘Éste es el trabajo que Dios
quiere: que creáis en el que El ha enviado’, o sea, que creamos en Jesús.
Creyendo en Jesús tendremos vida porque tendremos la salvación. Creo que eso lo
podemos tener muy claro, más aún después
de lo que hemos venido celebrando en el misterio pascual y contemplando
la entrega de Jesús hasta la muerte para ser nuestro salvador.
¿Por qué buscamos a Jesús?, nos preguntábamos desde el
principio de nuestra reflexión. Buscamos a Jesús porque por la fe que tenemos
en El tenemos asegurada la vida eterna, la salvación; vida eterna y salvación
que llegaremos a vivir si por esa fe que tenemos en Jesús nos dejamos conducir
por su palabra y nos alimentamos de su gracia, de esa gracia salvadora que El
continuamente nos ofrece. Que crezca más y más nuestra fe en Jesús, para que
crezcamos en una auténtica vida cristiana.
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