Estudia la Escritura y conocerás más a Dios y tu vida será más conforme al Evangelio
Jer. 11, 18-20; Sal. 7; Jn. 7, 40-53
‘Unos decía: Este es
de verdad el profeta. Otros decían: Este es el Mesías’. Pero otros lo ponían en duda porque
el Mesías no podía ser Galileo como lo era Jesús, o decían que tenía que venir
del linaje de David y de Belén. No terminaban de conocer a Jesús. Andaban
divididos. ‘Surgió la discordia entre la
gente por su causa’. Estaba anunciado ‘sería
signo de contradicción’. Recordamos lo que anunciaba el anciano Simeón,
cuando la presentación de Jesús en el templo.
Querían prenderlo, pero eran incapaces. Los sumos
sacerdotes y los fariseos habían enviado a los guardias del templo y se
volvieron más bien dando testimonio de Jesús. ‘Jamás nadie ha hablado así’, decían. Pero como hemos escuchado en
textos anteriores, ‘todavía no había
llegado su hora’.
Ante Jesús tenemos que decantarnos, no podemos andar
nadando entre dos aguas, no podemos estar a medias tintas, como se suele decir.
Tenemos que decidirnos; tiene que clarificarse bien nuestra fe. Ni nos podemos
quedar con entusiasmos superficiales ni podemos permanecer siempre en la duda.
Por eso, tenemos que fortalecer nuestra fe. Y para eso hemos de procurar cada
día más crecer en nuestro conocimiento de Jesús y para ello tenemos que acudir
más y más al evangelio, la Escritura Santo. Hemos de empaparnos de Evangelio,
abrir nuestro corazón al Espíritu divino que nos lo vaya revelando en el
corazón.
Lo mismo que hemos escuchado hoy y que quería servirles
de argumento contra la defensa que hacía Nicodemo de Jesús, nos puede valer a
nosotros para ese crecimiento de nuestra fe. ‘Estudia la Escritura y verás’, le decían a Nicodemo, aquel fariseo
que había ido de noche a ver a Jesús y que ahora les decía que no se puede
juzgar ni condenar a nadie sin haberlo oído previamente. Ellos querían
argumentar que de Galilea no salía ningún
profeta. Nosotros sí tenemos que ir a la Escritura Santo pero para fundamentar
más y más nuestra fe.
Es una lástima que a los cristianos se nos caiga de las
manos el libro de la Biblia, porque realmente no leemos con atención ni
meditamos profundamente el mensaje de la Palabra de Dios que tenemos contenido
en la Biblia. Tendría que ser el vademécum de nuestra vida, el libro que nos
acompañara en todo momento, para que en toda ocasión y circunstancia lo
tomáramos en nuestras manos para empaparnos de su sabiduría.
Son palabras de vida eterna las que tenemos contenidas
en la Biblia y nos ayudarían a encontrar y empaparnos de esa sabiduría de Dios.
Crecería más y más nuestra fe en la medida en que fuéramos creciendo en ese
conocimiento de Jesús y de su Buena Nueva de Salvación.
Ya es una riqueza para los que venimos cada día a la
celebración la proclamación que se nos hace de la Palabra de Dios y lo que aquí
podamos reflexionar. Pero no tendríamos contentarnos con este momento, sino que
luego en nuestra oración personal, en esos momentos que tengamos en el día para
nuestra reflexión, la lectura de una página de la Biblia, del Evangelio, o el
volver a releer los textos que se nos han proclamado en la celebración nos
ayudaría a darle todavía una mayor profundidad y riqueza espiritual.
Ya vamos bien avanzados en este camino cuaresmal que
estamos haciendo y tenemos cercanos ya los días en que celebraremos el misterio
pascual de Cristo en su pasión, muerte y resurrección. Sería una hermosa
oportunidad para intensificar ese crecimiento espiritual, ese ir en verdad
caldeando más y más nuestro corazón, para no echar en saco roto esa gracia que
el Señor nos ofrece y nos regala en las próximas celebraciones pascuales. No
nos hagamos oídos sordos a esta invitación que el Señor nos hace.
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