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sábado, 29 de marzo de 2014

Justificados porque nos llenamos de la presencia y santidad de Dios, inundados de Dios

Justificados porque nos llenamos de la presencia y santidad de Dios, inundados de Dios

Os. 6, 1-6; Sal. 50; Lc. 18, 9-14
‘Os digo que éste, el publicano, bajó a su casa justificado, y aquel no, el fariseo’, nos dice Jesús como conclusión de la parábola que acaba de poner. Y nos deja una sentencia. ‘Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido’.
El mensaje de Jesús está claro. Son las actitudes nuevas y los nuevos comportamientos que han de tener y vivir los que le siguen, los que quieren constituir el Reino de Dios. No podemos acercarnos de cualquiera manera a Dios; además, las actitudes que tengamos con los que nos rodean marcarán nuestra forma de acercarnos a Dios y en consecuencia nuestra manera de actuar cuando nos llamamos discípulos de Jesús.
¿Con qué actitud hemos de acercarnos a Dios? ¿cuál es nuestra postura y comportamiento? ¿qué es lo que vamos a buscar cuando nos acercamos a Dios en nuestra oración? La Parábola que nos propone Jesús nos da pautas de comportamiento, nos enseña que es lo verdaderamente importante que hemos de buscar en nuestro acercamiento a Dios a  través de la oración.
Es cierto que vamos al encuentro con el Señor en la oración y vamos con todo lo que son nuestras necesidades y problemas; mucho quizá queremos pedirle por nosotros y también por los que queremos, aquellos que están cerca de nosotros y nos importan algo. Pero ¿sólo hemos de acercarnos a Dios como quien va con la lista de la compra, llevando la lista de nuestros problemas y necesidades? El nos enseña a pedir, pero nos enseña algo más. En muchos lugares del evangelio se nos va señalando cómo ha de ser nuestra oración y con la confianza y con la humildad que ante El hemos de presentarnos.
Pero ¿hemos pensado que nuestra oración puede ser un gozarnos en la presencia de aquel que sabemos que nos ama y a quien también nosotros queremos amar sobre todas las cosas, como ayer  escuchábamos en el evangelio también? Gozarnos de la presencia de Dios; gozarnos en el amor de Dios, como dos personas que se aman y se sienten dichosos y felices solo con estar juntos el uno al lado del otro. ¿No sería esa una forma hermosa de hacer oración?
Hoy nos dice Jesús que el publicano, que se sentía pecador, bajó a su casa justificado y el otro no. ¿Qué querrá decirnos el Señor? Quizá utilizamos ese termino teológico de la justificación sin saberle dar un hondo sentido. Justificado es el que se llena de justicia, podemos decir, de gracia; justificado es el que se llena de la presencia y de la santidad de Dios, está inundado de Dios. Tendríamos que aprender a hacerlo. Es un regalo del amor de Dios. El regalo que El nos hace de su presencia, aunque nosotros no la merezcamos. Por eso quien se siente pecador es el que podrá saborear esa justicia y esa santidad de Dios.
El publicano se sentía pecador, necesitado de esa gracia de Dios que le llenara de santidad, porque reconocía que no era santo y solo en la misericordia de Dios podría alcanzarlo. No eran sus méritos, porque veía y sentía la miseria de su vida pecadora. ‘No se atrevía ni a levantar los ojos al cielo’, pero humilde pedía ‘Señor, ten compasión de este pecador’. El sí iba a saborear lo que era la misericordia de Dios, la gracia de Dios, el sentirse lleno de Dios.
Quien se había llenado de sí mismo y trataba de justificarse y presentar de antemano los méritos de las cosas buenas que había hecho, nada nuevo podría sentir en su corazón; no podría saborear en su corazón lo que es el perdón, porque él creía no necesitarlo; solamente alardeaba lleno de orgullo de aquellas cosas que hacía pero como se sentía pagado en sí mismo, ya no parecía necesitar nada de Dios, y no sería capaz de saborear esa presencia del Dios misericordioso en nuestra vida.
Los pobres y humildes de corazón serán los que verán a Dios; los que sienten necesidad de misericordia, pero al mismo tiempo son capaces de ofrecer misericordia a los demás, porque siempre estarán ofreciendo amor, serán los que alcanzaran la misericordia de Dios.
¿Qué vamos a buscar cuando nos acercamos a Dios en nuestra oración? ¿Tendremos verdaderos deseos de Dios, verdadera hambre y sed de Dios?

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